6a ETAPA CAMINO DE SANTIAGO DE INVIERNO: QUIROGA - A POBRA DO BROLLÓN (23,7 Kms).



26 de octubre de 2023.

Ayer me dormí pronto, casi no pude ver ni un rato de tele, porque el cansancio se aposentó en mis párpados y me dormí con un paquete de rosquillas de chocolate sobre mi pecho. Menos mal que aunque no lo recordase me comí el último que habría sujetado entre mis dedos, seguramente en modo piloto automático, hasta que el profundo sueño me llevó a la desconexión total como la aspiradora automática que regresa a la base de carga y se apaga. Se nota el cansancio acumulado de días atrás..., aunque sin embargo me he despertado a ratos, destemplado a veces por el parón de la calefacción, o sobresaltado por el ruido del fuerte chaparrón de agua que ha estado cayendo toda la noche. No quiero ni pensar cómo me voy a encontrar los caminos de tierra...

La peor de las casuísticas se ha cumplido: cuando he ido al lavabo a lavarme la cara descubrí que el grifo no suelta ni una gota de agua,  han cortado el suministro. Alguna desesperante espera debe recaer sobre los ciudadanos de Quiroga, acostumbrados a que cada vez que llueve torrencialmente (algo normal por estos lares) se queden sin el necesario suministro de agua, seguramente por una necesaria obra de infraestructura para corregir está anomalía que nunca llega. Yo he podido sacar partido a la botella de agua de dos litros que ayer me dejó la recepcionista que me ha sacado del apuro para lo básico, pero pienso en esas madres que tienen que asear a los niños para ir al colegio, o la necesaria ducha de las personas dependientes.

He estado atento a ver si escuchaba salir al peregrino alemán, pero creo que ha madrugado más que yo. He dejado la mochila preparada en la habitación y salgo a desayunar, pero el bar de abajo del hostal está cerrado, así que me dirijo unos pocos metros más arriba hacia la cafetería A Botica, un local muy bonito inspirado en las antiguas farmacias que hoy recibe a los clientes repitiendo a todo el que entra el mantra de que han cortado el agua y no se puede hacer café, así que esta borrasca de hoy y sus consecuencias ha sido patrocinada por los sobres de café descafeinado y el Cola Cao. Este último ha sido mi elección, y la verdad es que bien calentito me ha sentado muy bien en una mañana tan lluviosa y gélida como la que acaba de comenzar, acompañado como siempre por unas buenas tostadas de tomate y aceite. Tras el repostaje de energía vuelta a la habitación a ponerme el pantalón impermeable, el chubasquero y la mochila y comenzar la etapa de hoy con cierta sensación de desánimo que espero se vaya mitigando a lo largo de la jornada. No me gusta caminar con tantas capas y menos si como el pantalón y el chubasquero no son transpirables porque el calor que se acumula me resta energía, pero fuera continua lloviendo sin parar de un cielo oscuro y cerrado que pareciera un inicio de amanecer constante a pesar de que ya son más de las 9:00 de la mañana.

Tras dejar atrás el gigantesco nombre de Quiroga que recibe a la entrada del municipio, junto a uno de tantos bancos del peregrino, llegamos pronto de nuevo al encuentro con el Río Sil que hoy se muestra más poderoso, bravo y crecido que nunca, viniéndose arriba en unas condiciones climatológicas que sabe le son idóneas para exhibirse e infundir temor. Por encima lo cubre una ligera capa de bruma que se extiende hacia el otro lado del río. Caminaremos por el arcén de la carretera LU-933 y veremos a nuestra izquierda el Puente de Hierro y un mojón del camino que nos indica que debemos cruzarlo. La guía Gronze indica que es un desvío absurdo que nos lleva a cruzar al otro lado para atravesar San Clodio y que debemos continuar de frente. Sí el día no estuviera tan desapacible como hoy hubiera cruzado para continuar al otro lado, sobre todo porque de lejos he visto un mural que me hubiera gustado ver de cerca y fotografiar, pero no obstante he caminado un tramo por el puente para disfrutar de la panorámica del río y sus riberas y regresar después. Toda esa zona hoy semi oculta por la niebla, debe ser un área estupenda en verano, pues me consta que hay hasta una playa fluvial.






Los conductores de los coches que se acercan de frente por la carretera se me quedan mirando. Debo llamar la atención con esa imagen aparatosa de una mole cubierta de plástico gris oscuro que camina bajo la lluvia expuesta a la salpicadura del agua micronizada que llega cuando un vehículo pasa cerca con ese característico sonido que parece que el coche derrapa o que le aprietan más en ese preciso momento . Seguramente muchos no entenderán el por qué hacemos esto, exponernos un día como el de hoy, y si tiene sentido derrochar este esfuerzo. Me entretengo observándoles e imaginándome lo que puede pasar por sus mentes cuando me adelantan, como un modo de entretenerme para hacer llevadero el camino, la lluvia constante y la pátina gris que lo cubre todo y no me deja pararme a hacer todas las fotos que me gustaría. Aún así me paro a retratar algunos momentos en los que la niebla se mueve rápida serpenteando entre los árboles a lo lejos, como la fiera del bosque que te observa y te sigue sin que te des cuenta. La carretera se me hace larga y monótona, y cuanto más avanzo más solitaria. 

Dejando atrás Nocedo he llegado a la altura de lo que debió ser un gran Hotel - Restaurante a pié de carretera, hoy cerrado y con su inmenso parking delantero completamente vacío. De haber estado abierto hubiera entrado seguro a por ese café caliente que el cuerpo me está pidiendo. A partir de aquí ascendemos constantemente, acompañados por el sonido de la lluvia golpeando el plástico que me cubre, y nos despedimos del que ha sido nuestro compañero de viaje desde el inicio, el guapísimo y viejo Río Sil, pues a partir de aquí caminaremos en sentidos opuestos. No lo obvies insensiblemente. Es innegable que hasta hoy su presencia se nos ha hecho cotidiana imprimiendo carácter y sentido a las etapas anteriores, donde ha tenido un papel muy importante en el devenir de su historia, y se merece también el más cariñoso de los "Buen Camino"...









En un momento dado abandonaremos el asfalto para comenzar a subir por una no menos solitaria pista forestal por donde baja un reguero de agua que me obliga a ir caminando de lado a lado. Por esta pista observamos que caminamos en sentido contrario en paralelo a la carretera por donde hemos subido, que queda allá abajo. De hecho la sensación durante un largo tramo es de que zigzagueamos rodeando colinas y pareciendo que no avanzamos porque volvemos a ver a lo lejos los puntos por los que hemos pasado anteriormente.  Aquí me han vuelto a adelantar sin haberlos sentido siquiera la pareja de italianos, que imagino se alojarían en el Albergue Municipal. Me sorprende la indumentaria que llevan un día como hoy, pues van en pantalón corto y con un chubasquero simple o chaqueta impermeable. Me pregunto si es debido a que tienen una resistencia física que me supera o porque se equivocaron con las previsiones metereológicas para este lado de España y echaron a la mochila una cantidad de ropa muy justa. Me he alegrado de verlos, a pesar de que ha sido un momento fugaz, lo justo para mirarnos, un "Buen Camino"  y verlos marchar dejándome atrás.

Un corto tramo boscoso ha puesto el punto de verdor espeso de castaños que tanto me gusta en el descenso, poniendo paredes a un largo tramo casi expedito visualmente hablando. Un arroyo atraviesa por debajo la calzada que perfilan los helechos, y crea un salto de agua blanco y ruidoso que me ha llamado a pararme y disfrutarlo. Me siento raro hoy y me doy cuenta de que necesito referencias, no sé cuáles, a las que agarrarme para avanzar seguro y motivado en esta etapa. Vuelvo a acordarme del peregrino alemán, que ahora no sé si vendrá por detrás al igual que los italianos.




Cuando he llegado a la Ermita de los Remedios (siglo XVIII) ha sido como llegar a un páramo donde impera el viento, vacío, inmenso, desolado y cubierto de niebla. Justo al llegar yo abandonaban la puerta de la Ermita la pareja de italianos, que se habían refugiado de la lluvia en el estrecho escalón bajo el dintel de la entrada. He optado por hacer lo propio, y tras desprenderme de mi empapada mochila y dejarla sobre el murete de la Ermita, y saludar a la imagen de la Virgen de los Remedios, me he situado apoyado entre la pared y la puerta  para descansar un rato del ascenso y de la constante lluvia. El viento pega tan fuerte aquí arriba que ha atravesado por la malla de las ventanas abiertas al interior de la capilla volcando los jarrones cerámicos de flores que hay a los pies del altar. Dicen que antiguamente los caminantes lanzaban monedas al interior de la Ermita, y que un ermitaño vivía aquí para cuidar del recinto y de los donativos...; junto a la Virgen de los Remedios, Patrona de la capilla, se acogen a San Roque y San Antonio

Ha comenzado a llover bastante fuerte, definitivamente la borrasca que nos atraviesa hoy no nos lo va a poner fácil, así que he decidido alargar la parada y aprovechar para comer un poco ahora que tenía un lugar donde medio cobijarme. He sacado los embutidos y el paquete de picos, pero han durado poco fuera cuando se ha puesto a llover con tal fuerza que finalmente el agua llegaba hasta la puerta pasándome por encima. Estoy completamente empapado y comienzo a sentir frío, por lo que saco el chaquetón de la mochila y me lo pongo lo más rápido que pude  para que no se mojaran ni el interior de la mochila ni yo mismo más de lo que ya estaba. Y ha sucedido lo que hacía años que no me ocurría: me ha pesado la soledad y he sentido como nunca necesaria la compañía de alguien en ese preciso instante. Es en esos momentos en los que a pesar de venirme abajo soy consciente de que debo sacar la rabia adelante, y aun orando y pidiendo a la Virgen a través  de la puerta que por favor no se me ponga la cosa tan difícil con la esperanza que te da la fé en momentos difíciles, sé que debo asumir lo que se me presente  y seguir adelante como en otras tantas ocasiones. Y así he recogido de nuevo mi mochila, y resignado he vuelto a lanzarme al camino. Del camino forestal salgo de nuevo a una carretera que debo cruzar, donde veo acercarse lentamente  un vehículo con las luces encendidas y el limpiaparabrisas afanándose en retirar el agua que choca contra el cristal. Se juntan mi fugaz alegría por ver a alguien aquí arriba con la sorpresa del conductor que ha visto aparecer de la cuneta a este fantasma peregrino cubierto de agua al que casi no se le ve la cara. Y mientras el vehículo desaparecía yo pensaba que preferiría continuar caminando por el asfalto, y no por el camino de barro que me esperaba al otro lado, al que me dirigí para continuar envuelto de soledad. Sin darme cuenta la cortina de lluvia ha comenzado a aminorar su fuerza, poco a poco ha ido dejando de llover, y hasta a comenzado a salir tímidamente el sol. La Virgen de los Remedios me ha dado una tregua ...







El camino es como transitar por el cauce de un riachuelo que avanza ligero bajo mis pies, pero al menos no me siento azotado por la lluvia, así que el descenso lo he hecho caminando más rápido y animado, viendo cómo ahora el sol me transforma en un nube de vapor al secar las prendas que me cubren, y esa sensación me reconforta.

El paisaje vuelve a hacerse más agreste, y la retirada de la niebla permite ver de nuevo los cuadros otoñales camuflados que no merecen pasar inadvertidos. Es imposible no pararse a observar y retratar esa inmensidad arbórea teñida que te invita a sumergirte en ella, descubrir tesoros escondidos cubiertos de musgo y helechos, y recargarte de energía...





Y así he llegado hasta A Ponte (Barxa de Lor), con esa alegría que te da intuir a lo lejos, después  de un rato complicado, a un cachito de civilización. Me recibe un enorme y vetusto Puente Medieval de tres arcos (el tercero oculto por una construcción anexa) digno de admirar por inalterable al paso del tiempo. No dejan de sorprenderme estas enormes infraestructuras antiguas encajadas en lugares hoy casi olvidados, pero que su presencia indica la importancia de su construcción y ubicación entonces. Me imagino incluso la gente que lo atravesaba en diferentes épocas, y cómo les tomamos el relevo hoy los peregrinos del Camino de Invierno. Aunque lo que hoy vemos está datado a finales del siglo XIV con varias reformas posteriores, se remonta mucho más atrás a un antiguo paso de época romana. Al otro lado conserva un antiguo molino que se valía de estas aguas del Río Lor, y en conjunto hacen un precioso y bucólico rincón digno de ser decorado de película.

Sobre el puente me he encontrado a la única persona a la vista en toda la aldea cuya sola presencia fue como recibir la mejor de las noticias, un señor mayor que miraba el caudal del agua agarrado con las dos manos sobre el pretil del puente. Tras saludarlo me detuve a conversar con él, y me ha comentado mientras señalaba hacia un determinado punto su preocupación por la subida del nivel del agua, ya que recientemente colocaron una farola que, a pesar de sus recomendaciones a los técnicos, colocaron demasiado cerca del río y sin pedestal alguno, temiendo que al contacto con el agua se produzca un cortocircuito que deje sin luz a toda la aldea. Y qué razón tiene...; me ha preguntado por el camino, si me está resultando difícil la falta de servicios, y me cuenta que ha sugerido a los dueños de la la casa que están restaurando al otro lado del puente, unos hermanos arquitectos, que aprovechen para poner alguna cafetería o al menos máquinas de vending, porque hasta este lugar llegan incluso autobuses de turistas. Yo he aplaudido su idea, y le hice saber mi acusada falta de un simple café con leche. 

Le he preguntado cómo dirigirme desde aquí hasta la Pensión Pacita, que se supone queda a 350 metros, y tras explicarme cómo llegar me ha desmoralizado advirtiéndome que seguramente  está cerrado al ser temporada baja. Madre mía qué disgusto me ha dado, pues venía todo el camino pensando que podría parar allí a comer caliente y alegrarme el día, en un establecimiento también icónico del Camino de Invierno. Para no hacer un viaje en balde he llamado por teléfono, y efectivamente me comentaron que estaba cerrado, otro sello importante  en la credencial que se me resiste para pasar a la "bolsa de los pendientes "...; Y con esa desazón me despedí de mi efímero interlocutor y continué mi camino.

A pocos metros nueva parada a la altura de la Iglesia de Santa Mariña de Barxa de Lor y el cementerio,  en una esquina del estrecho camino, pasto de la humedad y con preciosas vistas. Aquí disponemos de una fuente con la que poder rellenar la botella, que puede hacernos falta a la vista de la empinada cuesta que nos toca subir a continuación.





No queda más remedio que tomar aire y subir hacia arriba, tampoco es tanto, pero a continuación le sigue otra cuesta de lecho verde, de esas en las que hasta te molesta que el mojón señale en su dirección y no en la del camino llano paralelo. Vuelvo a encontrarme con la soledad, pero el sendero es bello y me lanza guiños, que ya queda poco para llegar a nuestro destino de hoy, aunque se ha puesto a llover de nuevo. 

A Pobra do Brollón se hace de rogar un rato, pero diviso ya a lo lejos Castroncelos tras un cruce de caminos, desde donde me llegan ladridos de perros a los que el viento ya les ha hecho llegar mi olor...; todo mi pensamiento está puesto en encontrar allí algún lugar en el que poder sentarme a cubierto y comer algo de los embutidos que llevo en la mochila.  La verdad es que tanto en esta etapa como en la anterior he echado en falta áreas de descanso cubiertas o refugios en las que podamos parar a comer guarecidos de la lluvia. Un bocadillo te lo puedes comer sentado sobre cualquier piedra, pero si el tiempo no acompaña, en etapas montañosas y despobladas como estas se agradece un simple habitáculo de madera o piedra con tres paredes y techo adaptados al entorno donde poder resguardarte de la lluvia a comer sin tener que buscar desesperado un mínimo "techadito" junto al camino de una propiedad privada, el dintel de una ermita, o una posible casa abandonada abierta, teniendo en cuenta que quedarse bajo un árbol no es una opción. 

Y Castroncelos, atendiendo a mis pensamientos suplicantes, puso ante mí  al cruzar la aldea un área de descanso con una grande y novísima pérgola techada de madera provista de bancos  donde he podido protegerme de la lluvia, quitarme el  chubasquero para ponerlo a secar al viento y sentarme a comer relajado. Bueno..., lo de relajado duró poco cuando de una casa cercana dejaron salir dos perros aprovechando que una vecina llamaba a la puerta, uno de los cuales puso todo su afán en intentar arrancarme de las manos la bolsa con los embutidos. Este tiene más hambre que yo...; Le he lanzado un trozo de chorizo a lo lejos, pero no ha servido de nada, por lo que he tenido que guardarlo de nuevo todo a ver si así se marchaba aburrido. Mientras eso sucedía me entretuve leyendo las enormes esquelas en papel amarillo que colgaban del tablón de anuncios. Me encanta esta costumbre de comunicar a la población por este medio los fallecimientos de sus vecinos para avisarles de las misas y entierros como si de un Bando se tratase, no por morbosidad, sino por la costumbre misma mantenida en el tiempo de una tradición tan humana como esta. En este caso se trata de dos hermanos, de avanzadísima edad ambos, que han fallecido en un escaso margen de tiempo, y esto es otra cosa que llama mi atención, la longevidad que existe por aquí arriba, síntomas de una buena calidad de vida en la que vivir con lo justo y necesario, natural y de un entorno no contaminado (hasta ahora), seguro que tiene mucho que ver. En cualquier caso, que en paz descansen ..

El perro definitivamente se alejó con su compañero, que no se acercó a mí en ningún momento, así que pude dar cuenta de nuevo del avituallamiento, disfrutando además de efímeros rayos de sol que las compactas nubes dejaban escapar de vez en cuando, y cuyo calor agradecía sobremanera. Finalizado mi tardío almuerzo me puse de nuevo en marcha, observando a la salida del pueblo la Iglesia de Santiago de Castroncelos que queda al final de un caminito que parte junto a una casa a nuestra derecha. Atrae su torre cuadrada con una especie de linterna que la remata, adosada a una nave de fachada blanca. No me he acercado porque sabía que estaría cerrada y tenía ganas de llegar a A Pobra, pero sabe Dios por todas las veces que me he girado a mirarla que me he arrepentido de no hacerlo.







Durante este tramo me ha sucedido algo, de esas cosas que aunque parezcan absurdas hay algo que las hace inexplicables, sobre todo si no te ha ocurrido antes. Aprovechando que hacía rato que no llovía me quité la gorra de la cabeza y la fuí a colgar como siempre de la riñonera, parándome a pensar que el velcro de su cinta estaba comenzando a deshilacharse. Entonces un pensamiento deshumanizado pasó por mi cabeza para decidir que si se estropeaba sería hora de deshacerme de ella para comprar una nueva, por eso del desapego. Un rato después y un buen trecho caminado descubro horrorizado que mi socorrida gorra que de tantas lluvias resguarda mi cara se había descolgado de mi riñonera y había desaparecido. ¿Sería posible que mi gorra respondiera así a mí ingratitud después de tantos caminos acompañándome?: esto no podía quedar así, y aunque otra persona no lo hubiera hecho yo decidí caminar veloz en sentido contrario fijando la vista para intentar adivinar a lo lejos el color rojo de mi gorra sobre la tierra. Y no estaba cerca ..., pero qué feliz he sido y qué alivio he sentido cuando la he divisado a lo lejos, enfadada supongo, allí sola y quieta en mitad de este solitario camino. Le he puesto cara de niña chica llorosa sin saber qué va a pasar, defraudada por vez primera de la persona que debe protegerla. Nunca más cariño, que nos quedan muchos caminos juntos...

Y por fin he entrado en A Pobra do Brollón, por solitarias y anchas calles asfaltadas con casas y algún bar cerrado a cal y canto que me hacen temer también por la cena. Para llegar al albergue enfilo una larga calle en ligero ascenso con aceras cubiertas de hierba. Una vecina que me cruzo me confirma que voy por la dirección correcta, y al final de la calle, como en otras localizaciones  con las antiguas escuelas a las afueras del pueblo, se encontraba mi objetivo. 

Hoy me alojo en el Albergue Municipal de A Pobra do Brollón, de muy reciente apertura y por lo tanto todo nuevo. Se encuentra en un edificio rehabilitado que cuenta en la primera planta con un Conservatorio de Música, y en la segunda planta nuestro albergue. Subo en un lento ascensor que nos deja en un vestíbulo donde podemos colgar nuestro chubasquero y depositar las botas. Aquí tenemos disponible también máquinas de vending. Para poder acceder al albergue es necesario un código de entrada, así que llamo por teléfono para avisar de mi presencia, y sale a recibirme la amable hospitalera. El albergue ocupa toda la segunda planta y se nota que todo está reluciente. Tras registrarme y sellar la credencial (y comprarme una enorme y brillante manzana roja que me atrajo)  me enseña las instalaciones: espaciosos baños, una gran sala de relax con grandes ventanales y una buena cocina a la que no le falta casi nada, y el amplio dormitorio (cuenta con dos habitaciones y 36 plazas en total con las camas listas para ser ocupadas) que en esos momentos solo estaba ocupado por la pareja de italianos, los cuales parecía que ya llevaban largo tiempo descansando. He escogido una litera del final junto a una ventana desde la que podría dejar secar en el exterior sobre un saliente, al poco sol que se asoma, mis empapadas botas. 

He descubierto que no era lo único que debía poner a secar: todo el interior de mi mochila estaba mojado. No ha sido buena idea ponerme la mochila por encima del chubasquero cubierta solo con su funda, pues entre la mochila y mi espalda ha entrado lo más grande y ha calado hasta dentro. Todo por mi pereza o torpeza en el uso del chubasquero para cubrirme a mí y a mi mochila sin ayuda de una segunda persona. Tengo mojada parte de la ropa, el saco de dormir y hasta la pequeña mochila que siempre llevo, que también he sacado al exterior. La he vaciado entera sobre la cama para orearla, porque del olor a musgo me temo que vaya a surgir un ecosistema  dentro. He pedido ayuda a la hospitalera para poder usar la secadora y secar el chaquetón y el saco, y después continuar con una lavadora donde voy a tener que lavarlo y secarlo casi todo. Mientras las máquinas hacían su trabajo he podido por fin tomarme un café caliente de los que llevo de sobre, que junto con la ducha han hecho de mí un hombre nuevo.

Para cenar me he dirigido a la Cervecería La Vieja Taberna, un bonito local que parece de franquicia, con mesas y bancos de madera a modo de reservados. No disponían de menú para cenar (con el hambre que arrastraba y las ganas de un caldo gallego que tenía), por lo que me he pedido unos huevos fritos con patatas y chorizo criollo acompañados de una copa de vino tinto (rechacé la oferta de una botella entera...). Obviamente no me supo suficiente, así que me pedí una ración de callos con garbanzos que desgraciadamente no sabían a lo que supuestamente había pedido, hasta el punto de que, con lo que me gusta comer, tuve que dejar el plato entero. Nada que objetar del primer plato, por lo que imagino que este segundo simplemente no se le da bien a la cocinera. Finalizo con un café para regresar al albergue de nuevo por las mismas solitarias calles donde me acompañan el murmullo del Río Saá y la luz apocada de las farolas. 

La pareja de italianos comparten cama. Aún no duermen aunque solo tienen encendida la luz de su litera. Yo dedico un rato a colgar del tendedero portátil la ropa que puse en la secadora para que termine de secar, y me meto derrotado en la cama a descansar y tapado hasta arriba, que comienza a hacer un poco de frío por estos pasillos. Mañana me espera una etapa corta hasta Monforte de Lemos, otra gran urbe de este camino, y espero que sea con mejor climatología. Pienso que los días están pasando rápido, muy rápido, aunque me parezca que llevo caminando mucho más tiempo, y me alegra que hasta hoy todo haya ido bien he incluso que la zozobra de esta jornada no  haya sido más que otra prueba que había que superar para aprender...

Buen Camino!


INFORMACIÓN PRÁCTICA Y ENLACES:

Rúa Real, 62 (Quiroga)
+34982428451
+34626062372

Rúa Real, 118 (Quiroga)
+34662103650
alberguedequiroga@gmail.com

Rúa Real, 58 (Quiroga)
+34982240098

Avda. de Outeiro s/n (A Pobra do Brollón)
+34609490941
albergueapobradobrollon@gmail.com

Avda. de Galicia, 48 (A Pobra do Brollón)
+34982430469





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Guardián: comparte tu posición con los tuyos o con los servicios de rescate. Tu posición será enviada periódicamente para que puedas ser localizado rápidamente en caso de incidente.

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Comentarios

  1. Estimado Sergio. Muy instructiva la lectura de tus textos, por cierto si separas en párrafos más cortos será una lectura más amable. Un Saludo y Buen camino y paciencia. el Camino de Invierno todavía le falta muchas cosas.

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    1. Hola Víctor!. Gracias por tu sugerencia y me alegro de que te guste mi Blog. Te invito a echar un vistazo al resto de caminos. En cuanto al Camino de Invierno, realmente no le falta nada y está bien como está. Tiene las suficientes opciones de alojamiento y servicios, y donde no hay servicios es cuestión de proveerse. Creo que su magia radica también en eso, y que esas mismas circunstancias ejercen de control natural del flujo de peregrinos, que a solitarios como yo no nos gustan las masificaciones :-) . Lo único a mejorar, como ya he indicado e indicaré más adelante, es la inclusión de algún refugio en etapas montañosas desprovistas de servicios, y mejora de la señalización en alguna etapa. Por lo demás, tiene todos los ingredientes para enamorarse. Buen Camino!

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  2. Hola Sergio , no te puedes imaginar como he disfrutado leyendo tus aventuras y, poder imaginar tu camino, muchas gracias por compartir tus relatos , yo haré mi camino en mayo un abrazo.

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    1. Muchísimas gracias, no sabes cuánto me alegro. Si tienes alguna duda y te puedo ayudar, aquí estaré. Un abrazo.

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  3. Hola Sergio, muchas gracias por tu publicación, la disfrute mucho y mi imaginación estuvo todo el tiempo funcionando mientras leía tu articulo noch mal muchas gracias

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    1. Muchas gracias por tus palabras, es lo que pretendo, transmitir lo que yo siento para que quien lo lea se ponga en mi piel en ese momento, además de que este Blog me sirve como un contenedor a modo de diario para que todo eso que he vivido no se me olvide. Te invito a leer las demás publicaciones de este y otros caminos. En el menú, apartado ARCHIVO ENTRADAS, están todas. Un abrazo.

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