10a ETAPA CAMINO DE SANTIAGO DE INVIERNO: RODEIRO - LALÍN (21,73 Kms).



30 de Octubre de 2023

No he dormido mal esta noche, aunque sí me he despertado en varias ocasiones azuzado por el ruido del viento y la enorme cantidad de agua que ha caído. La litera que había escogido miraba de frente a la ventana, y cada despertar ha venido acompañado de unos minutos de observación a la climatología adversa desfogándose ahí afuera, la oscuridad  aún de una noche que con micro despertares se hace larga, y a la luz triste que atravesaba el cristal que distorsiona el cuadro por el vapor interior condensado y el agua que resbala. Me ha dado por pensar que esa luz cálida, amarilla y apocada de las calles durante la noche se está perdiendo en las grandes ciudades, donde las farolas vienen siendo sustituidas por iluminación LED mucho más eficiente y sostenible, pero blanca y fría. La luz de siempre, la luz que nos acompaña en las calles solitarias en esos madrugones de invierno para ir a trabajar, la que oculta rincones oscuros donde esconderse para darse un beso ante miradas indiscretas, la que permite crear sombras que enriquecen muros, fachadas, torres y campanarios, la que siempre te recuerda al otoño ..., está desapareciendo de nuestro imaginario sin darnos cuenta, pero en pueblos y aldeas pequeñitas como Rodeiro, se parapeta...

Alguien ha venido a comprobar si continuaba durmiendo, porque la puerta de la habitación está abierta, y yo la dejé cerrada. La novedad de la mañana es que me duele el tendón del tobillo del pié derecho. Imagino que se deberá a las pisadas por terreno irregular de ayer noche sin poder ver por donde caminaba, sobre todo en los últimos kilómetros donde había muchos surcos profundos de barro. Me he curado la ampolla, que no tiene pinta de querer cicatrizar y olvidarme, y me he puesto crema antiinflamatoria en el tobillo. Después del desayuno me tomaré una pastilla para el dolor y afrontaremos la nueva etapa de hoy hasta Lalín.

Después de recoger toda la ropa que distribuí por la habitación para intentar que se secase y meter mis pies en unas frías botas que no han terminado  de secarse con todo el papel de periódico que les introduje ayer, he organizado la mochila y he bajado cargado a desayunar. En un principio había pensado ir a desayunar al Bar Gallaetia que amablemente me dió de comer ayer noche, si embargo he querido darle una oportunidad a esta casa y he bajado a la cafetería del Hostal Carpinteiras. Craso error...; al entrar he saludado con el debido "buenos días" al señor mayor de ayer que se encontraba tras la barra, el cual no me ha respondido y solo me ha dedicado una mirada larga que seguía mis pasos hasta la mesa mientras continuaba hablando con los vecinos presentes...; ahí ya sí se acercó una chica joven para preguntarme con amabilidad lo que quería desayunar, café y tostadas como siempre, pero mentiría si dijese que me lo he tomado y disfrutado con ganas como cada mañana, y realmente lo que tenía era ganas de marcharme de Rodeiro. Hasta me he preguntado a mí mismo si tengo pinta de malhechor..., ya ves tú qué tontería, al ver la amabilidad con la que el anciano matrimonio se despedía de una pareja que terminaba de desayunar y que deduje por la conversación que habían estado alojados en una de las habitaciones dobles del Hostal.

Finalizado el desayuno, mochila al hombro y a la calle a terminar de organizarme fuera, para enfilar a continuación la Avenida de Lalín - Monforte buscando unirme de nuevo al camino donde lo abandoné ayer. Qué diferente se ve todo por la mañana, con gente caminando por la calle, los niños agolpándose en los alrededores del colegio, el tráfico...; la mañana se presenta nublada, pero sin embargo no hace frío. De nuevo en el camino parece que este nos lleva hacia la parte vieja del pueblo. He parado en el Concello de Rodeiro para sellar la credencial y continuar después buscando la salida hacia el entorno rural diario. Este se ha hecho de rogar porque lo que venía después ha sido un largo trecho por asfalto en ligero ascenso hasta la altura de un parque empresarial en el que se encuentra el desvío a la derecha que nos lleva ya por fin por senderos de tierra y campo.





Se notan las lluvias recientes de ayer noche, y en muchos tramos el camino está encharcado y acumula barro fresco. El contrapunto lo pone un entorno de los que tranquilizan mi alma, precioso acompañamiento de verde y otoño que nos arropa a la vez que escuchamos cercano el sonido del Río Arnego, que para ocupar un lugar importante sobre la lista de ríos protagonistas del Camino de Invierno nos va a obligar a cruzarlo hasta cinco veces durante la etapa de hoy para mostrar sus diferentes personalidades.
















Mientras caminaba he recordado que no he visitado la Panadería Jesús en Rodeiro, famosa por servir el pan que se come en la Casa Real, aunque más que por ese detalle  (que me recuerda a un episodio de la serie de televisión "La Que Se Avecina") me gustaría visitarlo por las excelentes reseñas sobre la calidad y el buen sabor del pan que alguno que ha podido probarlo ha calificado incluso de "obsesivo", y la amabilidad que aseguran muestran los dueños con todo el que se acerca a esta vieja panadería que lejos de ser un espacio gourmet, es un establecimiento de toda la vida que atesora uno de los mejores panes del mundo. Queda incorporado a la "bolsa de pendientes".

Y pensando  y pensando ..., no me di cuenta de que había vuelto a perder la gorra. Cómo me arrepiento de aquel instante en el que pensé que ya estaba algo vieja y que quizás tocaba cambiarla. Mi gorra teme que la tire a la basura, y se quiere quedar en el Camino. He vuelto a caminar hacia atrás, fijando la vista a lo lejos para distinguir algo rojo sobre el sendero. Me preocupaba que a pesar de caminar un buen trecho hacia atrás esta no apareciera, hasta que me dió por consultar la App Buen Camino y me di cuenta que retrocedía por un sendero que no era por el que había venido. Una sutil bifurcación tuvo la culpa...; Finalmente en el Camino correcto pude dar de nuevo con ella, para ponérmela en la cabeza y olvidarme del velcro que me está dando disgustos ... 

Esta etapa invita mucho a pensar. El silencio es imponente, solo se oye de vez en cuando el viento, y  algún curso de agua. Hoy no me llegan ni el ruido de los pájaros. Ha salido el sol y el aumento de temperatura me anima a quitarme la chaqueta y caminar menos fatigado. Y así he llegado a un precioso tramo en el que otro pasal de agua pretende ayudar al caminante a sortear el agua de un regajo que desemboca en el camino mismo, y el fango negro acumulado y característico del sendero de agua perenne que nunca se seca. Le sigue otro tramo igual de húmedo que, como si de un portal aparte de tratase, nos sumerge un rato en semioscuridad, silencio absoluto y un terreno pedregoso y frío en el que tienes que poner siete ojos al caminar.









Me ha sorprendido encontrarme a un costado a la seta más grande que he visto en mi vida. Si es comestible, de ahí sale un salteado para cuatro 
personas. Con mi mano encima y a lo largo desde el suelo, mide un palmo a lo largo y a lo ancho. Le he buscado una puerta y una ventanita ..., porque ahí debe de vivir un pitufo o un duende, fijo...






Un nuevo sendero enlosado anuncia el primer paso sobre el Río Arnego. No tiene barandilla, y se aprecia por la zona mojada que la escasa altura del paso hace que el agua pase por encima cuando baja caudalosa y que todo lo que arrastre se acumule como un nido de castor en el borde. Menos mal que mi paso por aquí no coincide con las borrascas de días pasados, pues seguramente habría que haber buscado una alternativa.








El siguiente paso sobre el río se muestra más desvencijado que el anterior. La barandilla ha sido bastante golpeada, y sin embargo así tiene su encanto en este preciso lugar. En uno y otro paso me he detenido un instante a escuchar el agua, como hago en todos los ríos. Sueño muchas veces con el agua, si no siempre como protagonista de mis sueños, sí como un elemento presente  importante del mismo. Y ya desde pequeño me gustaba buscar riachuelos o canales por el campo, para observar el agua correr, buscar vida en su interior, sentarme a escucharlo...

Una vez capturé un pequeño renacuajo con la ayuda del casquillo vacío de un cartucho de caza que me encontré en el campo, y lo crié en el recipiente vacío de una pequeña garrafa de aceitunas. Cada día iba a observar su evolución y transformación cuando llegaba a casa recién salido del colegio, y llegó a convertirse en una pequeña y hermosa ranita que un día, para mí disgusto, apareció inmóvil flotando en el agua sin responder a estímulo alguno. La saqué del agua y la coloqué sobre una pequeña piedra en uno de los arriates del patio trasero de mi casa, y ahí la dejé..., hasta que después de almorzar volví de nuevo a echarle una mirada triste, y no estaba...; Mi conclusión se movia entre la esperanza de que estuviera viva y se hubiese marchado, y el terrorífico pensamiento de que alguna salamanquesa la hubiese engullido.

Recuerdo también que en la vivienda anterior de mi familia había una "pila" de lavar  de granito gris oscuro y muy profunda en el patio. De pequeño no había cosa que me gustara más cuando estaba solo en casa que ponerle el tapón a la pila, abrir el grifo de latón dorado, escuchar el caño de agua caer acumulándose, y meter mis manos...









Tras cruzar la pequeña aldea de Penerbosa, donde todo el atrezzo revela que se ha detenido el tiempo,  me he sentado un rato a descansar en una parada de bus cubierta a la salida de la aldea, de esas por las que como mucho debe pasar un autobús al día. Al poco tiempo he sentido un vehículo que se paraba justo a mi altura y una señora que bajaba del vehículo conversando con alguien. Cuando me iba a poner en marcha, la buena señora me ha pedido si podía esperarme un momento mientras miraba hacia el camino. El motivo no era otro que un enorme rebaño de vacas o vacada que guiaban hacia la aldea. Y a mí me ha importado muy poco esperarme y así disfrutar del espectáculo de estas enormes vacas en peregrinación opuesta que reparaban en este peregrino mirando con sigilo a su paso.




Ha comenzado a nublarse mientras cruzaba entre lindes de enormes y despejadas fincas donde solo se deja oír el viento que ha comenzado a levantarse peinando la hierba. Curiosamente es en estos tramos de campo abierto donde se siente el aislamiento y recuerdas la soledad que te acompaña. Me he percatado, acostumbrado como estoy ya a no encontrarme con nadie, de que no he vuelto a coincidir con ningún peregrino desde A Pobra do Brollón, donde compartí albergue con la pareja italiana, y me pregunto qué habrá sido del peregrino alemán al que perdí de vista en Quiroga. Son los únicos que iban caminando más o menos a la par mía. 

Extrañamente, aunque se ha nublado y se ha levantado  viento, continúa sin hacer frío y no echo de menos la chaqueta. Y así he llegado a uno de los lugares más bonitos de todo el Camino de Invierno. No puedo ubicarlo exactamente, pero antes de llegar al tercer paso sobre el Río Arnego escuchaba a mi derecha un gran estruendo de agua que llamó mi atención. Me he salido del camino para acercarme al río, y me he encontrado con un conjunto de cascadas enormes  y preciosas que no venían indicadas en ninguna guía. Allí me quedé un rato, ofuscado porque ninguna foto era capaz de captar este bonito despliegue de agua en un lugar apartado y sombrío. Desconozco si se manifiesta así siempre o simplemente ha surgido por desbordarse el río tras las copiosas lluvias pasadas, el caso es que me ha hecho feliz haber coincidido con este espectáculo casi virgen.








Llegando a A Penela, donde desembocaremos tras un breve ascenso, nos aparece poco a poco como de la nada en el horizonte un conjunto arquitectónico desubicado con un estilo  que se  mueve entre los mausoleos y los monumentos funerarios...; se encuentra justo a la entrada de la aldea y llama la atención por la escultura de un señor enchaquetado, una estela grabada en alto y un montón de artículos de prensa y documentos enmarcados alineados unos junto a los otros, algunos de los cuales son imposibles de leer por la humedad que se ha condensado tras el cristal. 

Se trata, tal y como describe la estela grabada, del "Monumento de las Aguas Ganadas", un conjunto erigido hace casi 40 años por un vecino de la aldea, D. Ismael Calvo Gutiérrez, para homenajearse a sí mismo por haber ganado un largo pleito judicial contra sus propios vecinos por un tema de canalizaciones de aguas que pretendía hacer llegar hacia lo que realmente es este monumento, un estanque. El monumento no deja de ser curioso por inesperado en ese lugar, y un tanto provocativo teniendo en cuenta que ha tenido que pleitear contra la vecindad. 

Por otro lado si te pones a pensar causa sentimientos contrariados, por el atrevimiento con cierto descaro de quién puede gastarse ese pastizal en canalizaciones, pleitos y monumentos, y por encajar guiños a la dictadura en la manifiesta constancia escrita de sus reaños. Yo lo que le pediría al Sr. Calvo, si no es mucho pedir, es que ya que a su estanque llegan "cuatro aguas de diferentes partes de la parroquia", sería de agradecer que colocase un pequeño grifo a la vista donde los peregrinos (únicos espectadores curiosos de su grandeza en esta alejada aldea) puedan abastecer sus botellas en un lugar carente de fuente (o al menos yo no la pude identificar).





Precisamente echando de menos agua fresca en una jornada que estaba siendo calurosa, antes de salir de A Penela me he parado junto a la ventana de una casa donde al otro lado se escuchaba el sonido enlatado y el chapoteo característico de alguien fregando el menaje en el fregadero. Golpeé un poco el cristal y me abrió la ventana corredera una sorprendida y buena señora que no dudó en llenarme la botella de agua cuando se lo pedí. Cuánta buena gente habita en el camino...

A partir de aquí saldremos a la carretera EP-6203, donde caminaremos un tramo por asfalto y sin arcén.





El siguiente hito curioso de esta etapa se encuentra en A Eirexe de Pedroso, otra diminuta y tranquila aldea que acoge a la Iglesia de San Xiao de Pedroso con su pequeño cementerio que lo rodea. El espacio del cementerio está tan aprovechado que no te quedará más remedio que caminar por encima de sus lápidas si quieres caminar alrededor de la Iglesia, aunque ya antes de entrar podrás ver nichos que miran incluso hacia la calle como una extensión del cementerio hacia la vía pública. A los pies del cementerio se encuentra una fuente erigida en 1956 que en una pequeña inscripción triangular recuerda el coste de su construcción por aquel entonces, 5000 pesetas de las cuales el Ayuntamiento sufragó 4000. Una curiosa manera de dejar constancia para la eternidad el nombre de tres vecinos que con su aportación de 1000 pesetas en conjunto ayudaron a levantar la fuente en este lugar.







Mientras tomaba fotos en el cementerio se asomó a una ventana de una casa frente a la Iglesia una vecina que me invitó a visitar un lugar de descanso para el peregrino habilitado bajo su casa. Y la verdad es que el lugar no puede ser más acogedor: espacioso, con mesa y sillas, bien decorado y con máquinas de café y snacks a disposición de los peregrinos. Aquí es posible además sellar la credencial prácticamente con el único sello disponible entre Rodeiro y Lalín, y dejar alguna nota en el libro de firmas.



Tras un café con leche calentito y un rato de descanso en esta agradable parada, de nuevo en marcha hacia Lalín. Antes he sacado de la mochila un Ibuprofeno, me sigue doliendo el tendón del tobillo en el pie derecho al caminar. Menos mal que hoy la ampolla del pie izquierdo no va a ser demasiado maltratada, que aún no me he mojado hoy las botas . Sin embargo no las tengo todas conmigo: el tiempo ha comenzado a cambiar lastimosamente. Se está poniendo nublado y comienza a levantarse un poco de viento frío.

El clima se ha puesto en mi contra, para variar, cuando he llegado a Ponte Pedroso. Allí nos recibe su Puente Medieval, de finales del siglo XV pero con modificaciones en siglos posteriores. Casi está mimetizado con el entorno verde al encontrarse revestido de musgo. Al cruzarlo será la última vez que crucemos el laberíntico Río Arnego.

Tomando fotos me alcanzó la lluvia, que en escasos segundos pasó de goterones dispersos a lluvia torrencial. Pero sin embargo no ha sido esto lo que me ha hecho aligerar el paso, sino dos agresivos perros que salieron de una vivienda vecina al cruzar el puente ladrando y rozándome los talones. Como hago siempre en estos casos he continuado de frente sin detenerme, esta vez con los bastones recogidos, para detenerme un poco más adelante bajo el porche cubierto de una casa a la derecha donde podría guarecerme y ponerme el chubasquero. 




Justo mientras esperaba bajo el porche cubierto a que amainase la lluvia, se ha detenido un vehículo ante la casa. Al abrirse la puerta ha bajado otro perro negro, no sé si más sorprendido que yo al encontrarse un forastero en su casa. Menos mal que solo se dedicó a olisquearme mientras se bajaba su amo y dueño de la vivienda, al que de inmediato le expliqué que me había detenido allí para protegerme de la lluvia y poder ponerme el poncho. El buen hombre me ayudó a colocármelo por detrás y además me ofreció coger lo que quisiera de una cesta repleta de peras de agua que traía consigo...

Desde aquí ya todo ha sido un plácido caminar con la ventaja añadida del aire limpio y el olor inconfundible de campo y hierba recién bañada, con el telón de fondo de nubes grises y revueltas, un arcoiris doble que se abría paso y algún guiño a la cercana noche de Halloween en viviendas rurales del entorno...

Me detuve un momento a hacer una llamada apoyado en un muro. Me daba cuenta de que llegaría a Lalín pasadas las 16:00 de la tarde, por lo que temía no poder disfrutar de un buen cocido de la zona que no pasaba por mi cabeza dejar pasar después de la falta de comida caliente de ayer. Así que he llamado a Daniel Antelo, de la Asociación Peregrinus Dezae (Punto de Información al Peregrino en el Camino de Invierno en Lalín). A Daniel lo conocí por redes sociales cuando preparaba este camino y leí un mensaje donde dejaba su número de teléfono a otra peregrina interesada en una credencial preciosa del Camino de Invierno  con un sello de lacre rojo estampado para que le enviase un ejemplar. Hice lo propio y me puse en contacto con él para dejarle mis datos y recibir una igual. 

Lo que el bueno de Daniel no sabe es que jamás me llegó esa credencial, ni yo se lo recordé porque realmente me gusta conseguir las credenciales en el punto de inicio de mis caminos. Posteriormente conversamos alguna que otra vez por WhatsApp, y le hice reserva de un décimo de lotería de navidad que espero recoger hoy y que como toque va a hacer felices a peregrinos de medio mundo ...

Como comentado, lo llamé para preguntarle si era posible reservar en algún restaurante para cenar cocido de Lalín, ya que no me iba a dar tiempo de estar en la localidad para el almuerzo ni me veía capaz de correr más con la ampolla y el dolor en el tendón. Por supuesto Daniel lo resolvió en un periquete (después de ofrecerse incluso a recogerme para llegar antes, ofrecimiento que agradecí pero que obviamente rechacé), y en pocos minutos tenía un cocido guardado para la noche...; y ya tranquilo y contento por el plan que me esperaba horas más tarde con la visita a Daniel y la cena especial y contundente, hice liviano los últimos kilómetros hasta Lalín.









Nada más llegar a la localidad, GPS en mano me he desviado del camino para buscar mi alojamiento de esta noche, atravesando el centro de la localidad. Me alojo en el Hostal Caracas, una muy buena alternativa ya que el albergue no estaba disponible para peregrinos. Por 25 € tengo a mi disposición una habitación individual y exterior de buen tamaño con calefacción, cama de matrimonio y baño propio. Cuenta también con cocina y comedor en la planta de abajo del bloque de pisos,  donde he aprovechado para almorzar picando un poco de embutidos y fruta, sin hartarme demasiado con la idea de dejar hueco para la apetitosa noche.

Luego he sabido que para llegar a este alojamiento en concreto no era necesario abandonar el camino, sino que hay que seguirlo hasta llegar al puente que lo cruza en el inicio del Paseo Fluvial junto al Río Pontiñas. Entonces solo tenemos que subir al puente por un acceso que hay a la derecha y continuar por la N-525 hasta la rotonda de la Rúa da Corredoira, donde debemos girar a la izquierda.



Después de la ducha de rigor, una merecida siesta para después con ropa limpia y paraguas prestado, acercarme a visitar a Daniel en el Punto de Información. Con el enfriamiento parece que los pies me duelen más, sobre todo el tendón del tobillo del pie derecho, que me está empezando a preocupar, y el corto paseo hasta las Galerías Colón donde nos recibe Daniel se me ha hecho eterno. 

Es un gustazo encontrarse con Daniel en persona, tan grande y abrazable, sonrisa en ristre, después de solitarios días de camino. Tras conversar un rato ha procedido a dejar testimonio de mi paso en mi credencial con ese surtido de sellos artesanos tan especiales, y me ha fichado con la tradicional foto ante la imagen del Puente Taboada que yo he tomado prestada de su Facebook para reproducirla aquí. Hasta se ha ocupado de añadir una página extra a la credencial para que no me faltase espacio para los sellos de las últimas etapas.





He sido el último peregrino, antes que yo ya habían pasado algunos otros provenientes del Camino Sanabrés. Así que, sin olvidar entregarme el anhelado décimo de lotería que va a recorrer las últimas etapas del Camino de Invierno y se vendrá a Muxia y Fisterra, Daniel ha cerrado las puertas para acompañarme a la cena y tomar una cerveza conmigo. Precisamente volvería al Punto de Información cuando él mismo ha recordado que no me ha dado credencial para el Epílogo a Muxia y Fisterra, y ha vuelto con dos ejemplares...

Me ha acompañado al restaurante donde había reservado el cocido para mí, uno de los santuarios de esta receta en Lalín: Casa Currás. Hemos compartido una cerveza y unas risas, junto a otros dos peregrinos que hacían su primer camino, y después me ha dejado solo para la cena tras desearme un Buen Camino para mañana.

Para cenar ya me esperaban en la planta baja del restaurante, y tras asignarme mesa ha comenzado un espectáculo que, habiendo llegado ayer famélico a Rodeiro, hoy casi me hace llorar. Las imágenes no hacen justicia al festival de platos que me han puesto por delante, y los postres y licores han puesto la guinda a la dinamita que tengo que quemar mañana...; A pesar de que había hambre no he sido capaz de acabármelo todo, pues yo creo que de ahí comían perfectamente tres personas. A lo que sí le he hecho hueco es al surtido de postres: dulce de membrillo con queso, caña de crema, filloas con miel, leche frita..., acompañado de varios chupitos de licor de tostada que descubrí en Samos y que me encanta...; Una experiencia totalmente recomendable si vas a pernoctar o parar en Lalín, y que en Casa Currás vas a disfrutar el doble por lo bueno que está todo y por el extra de amabilidad  y simpatía del personal . Hasta unas manitas de Mocho me llevo de recuerdo para colgar en mi mochila hasta que deba dejarlas ir...









Tras la copiosa cena y con un puntito de efervescencia en mi cabeza después de la botella de vino y los licores que remojaron la cena, no me quedaba más remedio que dar un paseo nocturno para asentarlo todo..., aprovechando para tomar alguna foto del centro de Lalín, como la escultura del afamado cerdo y la placa que sitúa aquí  el Km 0 de. Galicia. Tras eso he intentado recordar el camino de regreso al Hostal Caracas, donde he caído rendido en la cama. Creo que esta noche voy a dormir bien y sin soñar siquiera...




Mañana me espera si todo va bien una nueva y asumible etapa de 15,62 kms. hasta Silleda. El inconveniente creo que va a ser el clima, que no tiene previsto darme tregua en lo que a lluvia se refiere, pero ya casi que me he acostumbrado, y sea como fuere, en Silleda me veo...

Buen Camino!


INFORMACIÓN PRÁCTICA Y ENLACES:

Rúa da Corredoira, 32 - Lalín 
+34680176205

Rúa Observatorio, 8 Bajo - Galerías Colón (Lalín)
 +34669848422
daniel.antelo.74@gmail.com

Praza da Igrexa, 2 (Lalín)
+34986781251





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