CAMINO DE SANTIAGO PORTUGUÉS INTERIOR. Oporto: segundas partes también son buenas .

14 y 15 de Octubre de 2024.

Se me ha hecho eterno esperar a este día. Un larguísimo año esperando de nuevo el momento en que mi mochila y yo nos ponemos de nuevo en marcha hacia un deseado Camino de Santiago. Dejar pasar todo el verano y ver marcharse de vacaciones a todos mis compañeros de trabajo ha sido desesperante, pero por circunstancias laborales no me quedaba más remedio que postergar este camino a la segunda quincena del mes de octubre y los primeros días de noviembre.

Mientras tanto he tenido tiempo de sobra para poner en orden mis pies (con una operación del dedo gordo del pié izquierdo de por medio y un tratamiento con diodo laser por metatalsargia en el pie derecho), y renovar el equipamiento. Después de lo vivido en el Camino de Invierno seguido del Epílogo a Muxia y Fisterra el pasado año, decidí que tenía que invertir en mejorar la impermeabilidad y confortabilidad tanto en el calzado como en la ropa, y hasta polainas llevo...; Todos estos preparativos han ido alimentando día tras día como consolación este sueño que comienza hoy en el Aeropuerto de Sevilla.

Para este año me he dejado llevar como siempre por sensaciones y necesidades que cuerpo, mente y corazón me hacen llegar para trasladarme el mensaje encriptado: "este debe ser tú próximo camino". Y ese camino elegido es el Camino Portugués Interior.

Infinidad de veces confundido con el Camino Portugués Central ( a pesar de que más allá de este y el Camino Portugués por la Costa, Portugal atesora otros muchos caminos que enfilan hacia Santiago de Compostela, cinco de ellos propuestos para su declaración como Patrimonio de la Humanidad), se me presentaba como un camino agreste, solitario, casi virgen, donde los que lo han recorrido aseguran que aún pervive la hospitalidad tradicional, el peregrino se cuida, y sus habitantes se erigen como embajadores de un camino amable, auténtico y diferente a todos los conocidos. 

No parece un camino fácil, y he tenido que reordenar los inicios y finales de etapa para asegurarme el alojamiento, con escasa oferta de albergues pero con alternativas posibles, y lo que pueda parecer incomodidades estoy seguro que lo compensarán infinidad de tesoros que voy a descubrir, y lugares imprescindibles que ya forman parte de la lista de imperdibles de mi guia de paso, tanto en Portugal como en la parte española que comienza ya en Verín, trasladándonos al Camino de Santiago Sanabrés. Esto último me permitirá además sacar pronto de la "bolsa de pendientes" alguna visita postergada del pasado Camino de Invierno. Por lo tanto ¡más completo no puede ser!.

Aunque el Camino Portugués Interior comienza oficialmente en Coimbra, con señalización parcial hasta Farminhão y justificación un poco confusa, decidí comenzar en Viseu, desde donde parten 387 kms hasta Santiago de Compostela siguiendo antiguas vías romanas y medievales que canalizaban el tránsito de peregrinos desde las comarcas de interior de Portugal, y en paralelo a otra ruta no menos famosa pero más moderna como la N2 (carretera que une Faro y Chaves) y que cuenta con su propio pasaporte para sellar, en esta ocasión sobre todo por motoristas. La ciudad más populosa que atravesaremos en territorio portugués será precisamente Viseu, siguiéndole municipios no menos emblemáticos como Lamego, Peso da Régua, Vila Real, Vidago o Chaves.

Solo hay una cosa que me preocupa más que la climatología que me pueda acompañar a mi paso y es la situación actual de los caminos después del centenar de incendios que han sacudido el interior de Portugal hace escasamente un mes. De momento no encuentro información sobre cómo haya podido influir, pero de lo que estoy seguro es de que no es un motivo que me haya hecho cambiar de opinión o me haya influido para valorar otro camino sin riesgo de ver paisajes verdes y aldeas manchados de negro y gris ceniza. Todo lo contrario, el cuerpo me pide ser consciente y ver con mis propios ojos, si así debe ser, lo que nosotros mismos hemos causado, y someterme a los cambios de itinerario que vayan surgiendo según las recomendaciones de seguridad que me vaya encontrando.

Para organizar mi camino me he apoyado sobre todo en la completa guia que nos ofrece Gronze.com, así como en la web oficial del Camino Portugués Interior que ofrece Turismo de Portugal (cpisantiago.org), aunque lamentablemente encuentro que esta última no está actualizada, la aplicación que anuncian no existe para descarga, y no contestaron a la información que solicité a través del correo electrónico de contacto. He recurrido también a Blogs, foros y otras webs cuya utilidad iré poniendo a disposición de los lectores a través de enlaces en la crónica de cada etapa, como siempre en el apartado INFORMACIÓN PRÁCTICA.

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Una consideración MUY IMPORTANTE a tener en cuenta antes de iniciar este camino: es IMPRESCINDIBLE contar con el apoyo de una aplicación GPS o track actualizado para orientarnos ante la incompleta señalización en alguna zona, señalización confusa o desaparición total de ella, pues caminaremos por parajes bastante solitarios y como veremos en posteriores crónicas, prácticamente transformados por los incendios. En mi caso he utilizado la aplicación Gronze Maps, que no me ha dado ningún tipo de problema en la ruta portuguesa, apoyado por un track de la aplicación Wikiloc, disponibles ambos también en enlaces facilitados en el apartado INFORMACIÓN PRÁCTICA.

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Como siempre que me sumerjo en un camino nuevo, intento programar  algunos días para dedicarlos a conocer ciudades que no había visitado antes, y aunque ya visité Oporto en una única jornada cuando hice el Camino Portugués Central en las navidades de 2021, me supo a poco al elegir erróneamente un Free Tour que dedicó más tiempo a contarnos las vicisitudes políticas del país (disponible en los libros) que a mostrarnos los hitos imperdibles (y contextualizarlos) en una ruta para la que cuentas con pocas horas; añadido al hecho de que, por entonces, era necesario portar un certificado reciente de que estabas libre de COVID para poder acceder a espacios públicos, y me apunté a una de esas enormes colas para hacerme la prueba gratuita que, de forma espléndidamente organizada, ofrecía el Gobierno portugués a todo el mundo sin distinción en varias plazas públicas de la ciudad.

ENLACE A LA ENTRADA CAMINO DE SANTIAGO PORTUGUÉS CENTRAL. Llegada a Oporto: tanteando el terreno.

Por entonces, cuando llegué ya atardeciendo al Puente de Don Luis I y vi con desasosiego el entorno que me había estado perdiendo, y la Torre de los Clérigos despuntando a lo lejos, decidí que debía volver inexorablemente...; es por ello que además de pernoctar esta noche en Oporto, dedicaré el día completo de mañana a patearme de nuevo la ciudad, sin prisas..., y además  pasado mañana haré lo propio para conocer Viseu, y más adelante Ourense, después de la etapa 14 si va bien todo.

He llegado a Oporto poco después de las 21:00 de la noche, contento por haber llegado a una hora prudencial gracias a que Ryanair ha adelantado días antes la hora de salida del vuelo desde Sevilla. Camino en dirección a las cintas de recogida de equipaje con la tranquilidad de quien no es la primera vez que transita por estos pasillos y sabe a dónde debe dirigirse, con la diferencia además de que esta vez no hay un montón de personas y policía haciendo barrera esperando a que les presentes un certificado COVID, y ese nerviosismo parecido al que depende de que le pongan un sello para entrar en un país, ha desaparecido.

Recogida mi mochila, que siempre facturo con 10 kg para poder traer dentro mis bastones de Nordic Walking, la despojo del saco funda que la protege y que hace la función de protección contra la lluvia durante el camino, para así llevarla cómodamente sobre los hombros. Comienzo a sentirme peregrino...

Me he dirigido al vestíbulo que da acceso al servicio de Metro, ojeando desde lejos una máquina dispensadora de billetes para adquirir el mío. Recomiendo visitar siempre antes de llegar a Oporto la web de metrodoporto.pt ya que en el apartado "PLANEAR VIAGEM" puedes seleccionar la estación de salida y de llegada, la fecha e intervalo horario y te mostrará:

  • Línea que debes coger.
  • Hora de salida y de llegada.
  • Tiempo total de viaje y número de paradas.
  • Título tarifario que debes seleccionar en la máquina
  • Precio del billete.
Recuerda que siempre debes cancelar el billete antes de llegar al andén de salida, en las máquinas lectoras situadas en pequeños postes en los accesos al andén, y que deberás volver a hacerlo en la estación de trasbordo si debes utilizar varios trenes para llegar al destino.

En mi caso, que mi estación de destino es SÃO BENTO, debo usar la Línea E ( color violeta) que parte desde el Aeropuerto, y hacer trasbordo en la estación de TRINDADE a la línea D (color amarillo) dirección SANTO OVIDEO. El título de viaje es el Z4 y me ha costado 2,25 €, para un trayecto de 40 minutos aproximadamente.

La estación de Metro de TRINDADE estaba bastante concurrida, todo lo contrario de la de São Bento, que cuando he salido a la boca que daba a la calle me ha situado en microsegundos en el entorno conocido de mi visita anterior, y me he visto desayunando en la placita en la que desemboco ante unos escaparates repletos de deliciosa bollería , o sentado, así porque sí, en un banco de la cercana Estación de Tren del mismo nombre, famosa por sus preciosos y colosales paños de azulejos.

La calle, caída la noche, se muestra tranquila y fresca. Me dirijo hacia abajo por Rua de Mouzinho da Silveira, GPS en mano, deseoso de hacer el giro a la izquierda por Rua São João que me debe dejar en mi alojamiento. Llama mi atención el sonido inconfundible del chorro de agua de una fuente, ubicada en una fachada que se asemeja al pórtico de una Iglesia, y que parece convertirse en punto de encuentro de nómadas, el índice de un libro repleto de capítulos de historias de la calle que nadie ha escrito.

Me he liado un poco para acceder a la calle de mi alojamiento debido a las complicadas obras de una nueva estación de metro por esta zona, y lo he hecho atravesando una calle donde desemboca la salida de un túnel que atraviesa la colina anexa,  con bastante tráfico. Pero por fin tenía ante mi, con llamativas fachadas de azulejos característicos y grandes cristaleras que asoman a un ambiente juvenil y multicultural, el albergue The Central House Porto Ribeira, el alojamiento donde he reservado para las dos próximas noches. Tan enormes y modernas son las cristaleras sin rasante que me ha costado identificar la puerta de entrada, y clasificar como  "recepción" una enorme mesa de madera que quedaría estupendísima en un comedor.

Este albergue obviamente no respira ambiente (ni precio) peregrino (aunque seguro que "haberlos hailos" por los mochilones que me he encontrado en mi habitación) pero es una muy buena opción para mí plan de mañana de tener cerca los puntos más interesantes de la ciudad que quería visitar, y sobre todo el río y su entorno, que lo tenemos al lado...

Puesto que iba a pernoctar dos noches, pedí que me reservarán una litera baja alejada de la puerta y el baño, en una habitación compartida de 10 camas, y me lo han respetado. Con la tarjeta que hace de llave del ascensor y la puerta de entrada del hostal y habitación, te hacen entrega de un invitación para una bebida en el bar situado en el sótano del establecimiento en una suerte de recorrido a base de huecos excavados en piedra muy interesantes arquitectónicamente.

No he perdido mucho tiempo en el registro y en la habitación, porque tampoco tenía demasiado tiempo para dirigirme a algún local cercano a cenar, así que tras soltar la mochila en el enorme cajón metálico bajo mi cama (candado mediante que me he traído yo, aunque puedes comprarlo en el albergue ) y soltar la toalla alquilada para no tener que ensuciar la mía, me he dirigido a una conocida hamburguesería  que estaba cerca para hacer acopio de un menú que he pedido para llevar y poder sentarme sobre un murete bajo en la calle con preciosas vistas al Río Duero y el skyline de luces de la orilla de enfrente y su reflejo en el agua. Estoy aquí...

Con la tranquilidad que me ha aportado este momento, y comenzando a sintonizar con el relax, me he comido parsimoniosamente las patatas fritas mirando el paisaje como el que disfruta a sorbos pequeños de una copa de vino de la mejor añada. Después de la cena callejera con las mejores vistas posibles, aún tenía tiempo para aprovechar la buena noche y dar un paseo por  Cais da Estiva y la Ribera de Oporto, junto al río. Mi objetivo: llegar hasta el Puente de Don Luis I y cruzar el río por la pasarela inferior, que no visité la vez anterior. En el recorrido preciosas postales nocturnas que mi móvil no es capaz de captar, una discreta parada ante los cristales de un taller de artesanía cerrado donde alguien aún trabajaba en su interior a estas horas dando forma a preciosos barquitos y veleros de madera para ganarse la vida, parejas de enamorados haciéndose selfies, terrazas sobredimensionadas para aglutinar el mayor número posible de turistas consumiendo, y mucho eco de jóvenes risas y conversaciones a decibelios altos.





Me sorprende que el puente y su característica estructura esbelta de hierro no esté más iluminado por la noche, y aún así es el centro de todas las miradas. Me atrevería a decir que impone más en esta semioscuridad y desde abajo, y al comenzar a cruzarlo tienes la sensación de que te hubieses colado sin pagar en una famosa atracción turística ya cerrada al público. El tráfico no es intenso como cabría esperar, al menos a esta hora, y puedo incluso caminar por el tablero central. Tampoco he querido avanzar mucho después de cruzarlo, lo justo para ubicarme en un pequeño mirador anexo junto a una parada de taxis para tomar unas fotos  del puente y la orilla opuesta, y sentarme un ratito a disfrutar del momento solitario.

A la vuelta, ya de regreso al albergue, me he fijado en unas velas encendidas a los pies de un grabado que reproducía una escena curiosa vinculada al río. Se trata de Alminhas da Ponte, un bajorrelieve de bronce realizado en 1897 por el escultor Teixeira Lopes (padre) que recuerda una tragedia aquí acaecida el 29 de marzo de 1809. En este punto se ubicaba un antiguo puente de barcas al que cientos de personas se dirigieron para cruzar el río huyendo de las tropas francesas del Mariscal Soult que asediaban Oporto, con tan mala fortuna que el puente cedió por el sobrepeso y se hundió llevándose con él a todas las personas que en ese momento cruzaban. Esta historia real lleva también aparejada una triste y espeluznante leyenda: dicen que un oficinista llamado Orlando Beirão Valente cruzó dieciséis veces el puente tratando de liberar ancianos y niños, perdiendo la vida la decimoséptima vez que lo intentó cuando se hundió este, y desde entonces, los días que el río Duero está crecido, se oye el grito desesperado de Orlando...




En adelante va a ser imposible no recordar semejante historia cada vez que venga a este lugar, y con ese pensamiento y un recuerdo al antiguo puente de barcas que existió en Sevilla donde hoy se situa el Puente de Triana, me dirigí ya hacia el albergue para tomar una ducha y echarme a dormir, que mañana toca levantarse pronto para aprovechar el día. En la habitación ya están casi todas las literas ocupadas, y se oye el ruido de la calle a través de la ventana abierta a la que me asomo para curiosear, y que mira a una estrecha calle con vecinos muy cercanos llamada Rua  dos Mercadores , y la boca de entrada del túnel que vi antes de llegar al alojamiento y que atraviesa la colina adyacente. Hace calor así que dejo la ventana abierta, me tumbo en mi litera y me dejo llevar por las sensaciones y los pensamientos de mi primera noche de Oporto, hasta la mañana siguiente...

El despertador lo tenía puesto a las 9:00 de la mañana, aunque como suele suceder en este tipo de alojamientos, el despertador natural llegó mucho antes con las primeras huéspedes en abandonar la habitación, y que se ve que no tuvieron tiempo ayer para dejar todo preparado...; he perdido la cuenta de la de veces que abrieron y cerraron las tropecientas cremalleras de los tropecientos recipientes que llevaban consigo. A lo mejor es que perdieron algo y tuvieron que mirar todos y cada uno de los estuches y bolsillos de la mochila para encontrarlo (debió de ser el perfume, porque fue lo último que se pusieron en buena cantidad antes de abandonar la habitación, atravesando el aroma las cortinas de todas las literas), pero ¿tanto cuesta empatizar con el resto y en una situación así darte cuenta de que lo mejor es sacar la mochila  al pasillo y continuar allí organizando los multirecipientes?. Claro que eso implica ser empático, y eso no viene de serie en las personas...

Después del aseo personal y vestirme, con el chubasquero en la mochila pequeña por si el día se pone feo ya que ha amanecido nublado, he salido a las calle sabiendo dónde quería desayunar. Y así he subido hasta São Bento entre gente que sube y baja, mucho tráfico y las máquinas de la obra del Metro a pleno rendimiento. El desayuno ha sido en la Praça de Almeida Garret, junto a la boca de Metro de São Bento, concretamente en la Cafetaria Flor de São Bento, donde me he estrenado con mi portugués básico para pedir una "meia de leite escura" (café con leche) y un irresistible croissant relleno de contundente chocolate que parecía le habían metido Nocilla a cucharadas grandes. Energía para toda la mañana...

Después del desayuno la primera visita indiscutible ha sido a la cercana  Catedral o Sé do Porto. A ella me he dirigido subiendo la Rua do Corpo da Guarda, donde no he podido evitar fotografiar un antiguo  Renault 4 que me ha encantado cuando lo he visto aparcado cuesta abajo.


Antes de llegar a la Catedral es imposible no detenerse ante la enorme estatua ecuestre de Vimara Peres (Barata Feyo, 1968) considerado el primer conde portugués, un noble gallego que conquistó Oporto a los musulmanes en el año 868 bajo el reinado de Alfonso III el Magno, Rey de Asturias, León y Galicia.

El entorno que rodea a la Catedral en alto ya invita a realizar fotografías a diestro y siniestro, pues las panorámicas del casco antiguo son preciosas desde aquí, y a mí q me gusta hasta un "esconchón", no puedo evitarlo...; sobre los viejos tejados rojos, emerge otra escultura que representa a  O Porto, un guerrero con vestimenta romana portando una lanza y con un dragón sobre su cabeza. Me ha costado conseguir información porque en internet he encontrado esta misma representación en diferentes ubicaciones de Oporto.

Llega la hora de acceder a la Catedral para realizar una visita completa, pero sobre todo adquirir algo que si Dios quiere me va a acompañar todo mi camino y pasará a formar parte de mis tesoros más preciados: la Credencial del Camino de Santiago, que a excepción de la primera que conseguí en el Arzobispado de Mallorca, me gusta siempre adquirir en el punto de inicio de mi camino, y aunque realmente comienzo en Viseu, me apetecía llevármela con el sello de la Sé do Porto.

La Catedral, con origen en el siglo XII, es un contenedor sobrio, oscuro, de proporciones ajustadas, que se erige sobre esta colina dominando la ciudad como un castillo.  En su interior, un puzzle de grandes tesoros, y el primero de ellos y donde comienza la visita, es su precioso Claustro gótico (finales s. XIV), donde todo el protagonismo se lo lleva su decoración a base de siete paños de azulejos en tonos blancos y azules con escenas del "Cantar de los Cantares" (uno de los libros del Antiguo Testamento) que celebran el amor divino y humano. Son estas escenas pintadas sobre los azulejos lo que hace único a este claustro, aportando un toque alegre a la seriedad habitual de estos espacios, y más que a la meditación y la introspección personal, invita a compartir y a celebrar. Lo que me ha sorprendido para mal en algún espacio anexo es cómo el polvo afecta al lugar, y el poco cuidado en ese aspecto.










Desde el claustro la visita continúa hacia la nave central, donde destaca el Altar Mayor con su inmenso retablo dorado (s. XVIII) y murales realizados por Nicolau Nasoni, arquitecto y pintor italiano que tuvo un gran vínculo con Oporto tal y como atestiguan sus innumerables obras en esta ciudad. Justamente estaba a punto de comenzar la misa de las 11:00, por lo que acepté la invitación a sentarme privilegiadamente en uno de los asientos de la sillería capitular, sobre los que se ubican dos órganos de tubos. 

En el transepto o crucero está la imagen de la Patrona de Oporto, la Virgen de Nossa Senhora da Vandoma (s. XIV), venerada como protectora de la ciudad desde la reconquista cristiana.

Pasear por el interior de esta estilizada nave central es disfrutar de los detalles, desde las pequeñas imágenes hasta el inmenso Rosetón vidriado que se enfrenta al Altar Mayor.










Vuelvo al Claustro para subir a la terraza de la primera planta por unas elegantes escaleras atribuidas también a Nasoni. En la terraza continúan los paños de azulejos, está vez con escenas de la Virgen y "La Metamorfosis" de Ovidio bajo los que descansan los turistas, y ganan las vistas hacia el patio del claustro y una enorme Campana mal ubicada que pertenecía al reloj de la ciudad, obra de D. José Saldanha (1697). Desde aquí podemos acceder también a la Casa do Cabido (Casa del Cabildo), con interesantes esculturas religiosas como la de Santiago Peregrino en la Sala Capitular que me ha hecho feliz; el Tesoro de la Catedral (donde es imperdonable el descuido en la cartelería que pone nombre a los objetos expuestos) y una preciosa Sala do Cartório (Sala del Registro Civil), minimalista al máximo dejando todo el protagonismo a los paños de azulejos creados por Vital Rifarto y un enorme crucifijo. Si cierro los ojos en este lugar me puedo transportar fácilmente a alguna casa - palacio sevillana...














Pero sin duda alguna, la atracción más fascinante del recorrido es la  posibilidad de subir a  una de las dos torres, concretamente la derecha, ascendiendo por una sucesión de escalones de diversas alturas que hay que tomarse con calma para no perder el tiempo arriba recuperando la respiración. El premio al esfuerzo realizado será una preciosa panorámica de 360 grados que nos permite llegar con la vista más allá del precioso casco antiguo que nos rodea: el omnipresente Río Duero, el majestuoso Puente de Don Luis I (a estas horas con una riada de gente recorriéndolo en ambos sentidos), la esbelta Torre de los Clérigos que espero visitar después de comer, y Vila Nova de Gaia al otro lado del río...; sujeta bien el móvil para grabar o hacer fotos y ten ojo avizor con la gente que se te acerca ahí arriba, porque el espacio es estrecho.









Satisfecho finalizo la visita dedicando unos instantes como excusa a la belleza que atrapa de los azulejos de la terraza, y el espacio central del Claustro, abandonando la Catedral para dar un breve paseo alrededor que me ha llevado a encontrarme felizmente con el primer mojón del Camino Portugués por la Costa, que casi pasa desapercibido entre la ingente cantidad de turistas que lo rodean sin darle la importancia que tiene para nosotros los peregrinos no solo por ser el primer hito que nos señala el camino a seguir durante los días sucesivos hasta cumplir con nuestro objetivo en Santiago de Compostela, sino porque se erige como el guiño que en medio del caos nos dice ¡estoy aquí!, la cara amable y el espaldarazo que necesitamos ante el cúmulo de nervios que nos azotan buscando la salida.








Despues de repetidos selfies con el primer mojón del Camino de Santiago, he bajado hasta la Igreja dos Grilos (s. XVI) por la escalinata que la une con la Catedral. No obstante , os puedo asegurar que las mejores fotos se le hacen desde arriba, captando su espectacular y enorme fachada encajonada en tan pequeño espacio, con el mar de tejados del casco viejo de fondo. Esta Iglesia construida por la Orden de los Jesuitas acoge un Museo de Arte Sacro y Arqueología de Oporto. Perteneció a esta Orden hasta el siglo XVIII, cuando los Jesuitas fueron expulsados de Portugal y la Iglesia pasó a manos de la Universidad de Coimbra. Curiosamente el sobrenombre de "los Grilos" (los grillos) le llegó a partir de entonces, pues los agustinos descalzos, que compraron la sede a la Universidad, eran conocidos popular y jocosamente en la ciudad como "los grillos" por sus ropas oscuras.





Aprovechando que ya estaba abajo, y tras tomar alguna otra foto de la panorámica que me rodeaba, me he planteado dar un rodeo callejeando desde aquí para no subir de nuevo la escalinata. Mi próximo destino va a ser el Mercado do Bolhão, pero antes ha llamado mi atención en un estrecho callejón una especie de lavadero comunal enorme que desconozco si continúa funcionando como tal, pero se encuentra en perfectas condiciones para continuar lavando a mano como toda la vida, y de hecho al fondo ondeaban al viento varias alfombras.

Callejear es un de mis pasiones, alimentado por el encuentro inesperado con bonitos rincones, bellos, con historia, curiosos..., como el lavadero que he dejado atrás. Y así me he encontrado con un bonito mural "blindado" en una estrecha calle que casi no permite que sea retratado, y la fachada de un teatro que te transporta décadas atrás.


La ubicación del Mercado do Bolhão me ha desorientado un poco, pues pensaba que estaba más cercano a esta zona. Pero me desorientó aún más cuando llegué a este, y pensé que me había equivocado de lugar. Este mercado de 1914 (aunque con origen en una plaza pública construida para comerciantes sobre terrenos adquiridos en 1839) aparece mencionado en todas las guías como uno de los mercados más auténticos que se conservan en Oporto. Sin despreciar la carga histórica del edificio actual profusamente restaurado, más que un mercado de abastos al uso donde mezclarte con la gente y adquirir productos locales ( a precios locales) me pareció que había derivado hacia  un mercado gourmet destinado al público turista, que se pasea copa de vino en mano por todo el recinto.


Sigue siendo muy bonito, con sus puestos muy bien ordenados de frutas, salazones, charcutería, verduras..., mezclados con puestos de comida para llevar  o comer in situ( ¿pasta?), colas para comprar pequeños platos de tapas y sobre todo hacerse con una copa de cristal depositaría de vino (gana el blanco fresquito) con la que tener la mano ocupada y el gaznate hidratado. Al fondo la escalinata que lleva a la parte superior repleta de turistas sentados cortando el paso, algunos de ellos desaforados (compatriotas míos) llamando la atención.

El concepto está bien para atender la demanda turística (de hecho es posible reservar un tour gastronómico), y yo me uní a la adquisición de la oferta, pero no era lo que esperaba, ni creo que sea el lugar de la compra diaria de los vecinos. Eso sí, me llevo un queso con muy buena pinta como avituallamiento básico para mi mochila...


Cuando he vuelto a salir a la calle ha comenzado a chispear , lo que me ha puesto en alerta porque aún me quedan cosas por ver, pero de momento parece que ha sido falsa alarma y va a aguantar...

Pensando en buscar ya un lugar para comer he dado un paseo por el entorno del mercado, hasta que me he topado de esquina con la Capela das Almas de Santa Catarina (s. XVIII). Imposible pasar de largo ante semejante belleza de capilla, totalmente recubierta de azulejos azules y blancos añadidos en 1929 y representando episodios de la vida de San Francisco de Asís y Santa Catalina; 15.947 azulejos diseñados por el artista  Eduardo do Leite hicieron falta para crear esta obra de arte. Qué cosa más bonita ...: en su interior se extienden a menor altura los azulejos recubriendo sus reducidas dimensiones, y por si fuera poco,  termina de llenar el espacio una inmensa lámpara de araña que ya quisieran muchos teatros con solera. Me llaman la atención los altares de las iglesias portuguesas, con esa especie de graderío escalonado que va reduciendo el tamaño desde la base hasta los pies de la imagen santa como si de una tarta inmensa se tratara . El altar de esta capilla es igual de precioso con esos tonos crema y remates dorados. Es todo como una pequeña y armoniosa cajita de música ...





Ests profusión de azulejos del 29 me ha traído a la memoria que también en 1929 se celebraba la Exposición Iberoamericana de Sevilla, donde Portugal tuvo pabellón propio  ( existente aún hoy día como Consulado portugués) y que no me explico cómo no lo cubrieron entonces con la cara más representativa y bonita de la arquitectura portuguesa, como sí lo hizo el Pabellón de Guatemala atendiendo al estilo regionalista de entonces. Si así hubiese sido, Sevilla tendría hoy una joya de azules y blancos captando todas las miradas en el Prado de San Sebastián.

Tocaba ahora buscar un lugar para comer que me cogiera de camino a la siguiente visita, y decidí entrar en un lugar propiamente dedicado al cliente local más que al turista: la Confeitaria Império, con gran variedad para comer, incluido el típico menú del día con sopa, a precios realmente económicos. El local es bastante grande y el personal muy agradable. Yo elegí pasta, que no me gustó demasiado pero por error mío a la hora de seleccionar  los ingredientes. Lo compensé a la hora de pedirme para postre un "pingo" (café cortado) acompañado de dos buenísimos pasteis de nata a los que les había echado el ojo nada más entrar en el restaurante, espolvoreados por mi parte con un toque extra de canela molida. 

De vuelta a la calle me he detenido en una tienda de calzado y bolsos buscando un cinturón que me acompañe en este camino, pues el que me he traído, incluido en uno de los pantalones de trekkinn, se me afloja y me incomodan los pantalones caídos, aunque no he conseguido lo que quería. De paso, y escaneando desde esta altura de la calle el horizonte por encima de un cajón de obra, me he detenido ante otra Iglesia cercana que preside la Praça de Almeida Garret si vienes de frente, con sus toques de azulejos pero más sobria y elegante a la vez, y una hornacina en la parte superior  con la imagen de San Antonio: la Igreja de Santo António dos Congregados (s. XVIII). 

Su interior es precioso. Tiene una imagen de Nossa Senhora das Dores a cuyos pies una urna guarda los restos de una granada que el 6 de febrero de 1927 se introdujo por una de las ventanas de la Iglesia, explotando en su interior sin que produjese el más mínimo daño.





Otro de los contenidos interesantes de esta Iglesia que casi pasan desapercibidos y que solo por esto la deberían convertir en visita obligada para todos los peregrinos del Camino de Santiago, es la existencia de unas reliquias de los Apóstoles Santiago el Menor y Santiago el Mayor, ante los que he orado pidiendo protección para este camino que comenzaré si Dios quiere pasado mañana.




Desde aquí, he salido hacia la contigua Rua dos Clérigos para dirigirme hacia otra de las visitas imprescindibles en el día de hoy: la Igreja y Torre dos Clérigos. La entrada cuesta 10 €, dando acceso al Museo y la Torre, aunque existe la posibilidad de adquirir un ticket que incluye la visión de un espectáculo audiovisual tipo mapping que tiene lugar en la Iglesia en varios turnos.

En este lugar tiene su sede la Hermandad de los Clérigos, cuyo origen se remonta a 1642 con la unión de tres hermandades que tenían el mismo objetivo, "ayudar al clero en la enfermedad, la pobreza y la muerte". A esta Iglesia de los Clérigos se trasladó en marzo de 1748. La Iglesia y la Torre, con sus 6 pisos y 75 metros de altura, forman parte de un edificio del siglo XVIII proyectado por Nicolau Nasoni, y han sido declarados Patrimonio de la Humanidad.

El recorrido por el Museo nos desplaza por las antiguas dependencias privadas de la Hermandad de los Clérigos, con una curiosa exposición ( "Christus") dedicada exclusivamente a la figura de Jesucristo a través de piezas de coleccionismo; la Sala "Legado de los Presidentes" que recoge la historia de la Hermandad y sus diferentes presidentes y otra exposición temporal dedicada a Picasso. El intrincado recorrido en altura por una especie de pasadizo hasta la parte superior de la Iglesia nos ofrecerá impresionantes vistas del interior de la misma y su Capilla Mayor. Me he entretenido un rato con otra exposición que narra las excavaciones arqueológicas realizadas en una cripta descubierta en 2014 donde se cree estaba la tumba del ejemplar arquitecto italiano Nicolau Nasoni y las investigaciones que se están llevando a cabo para tratar de identificar sus restos.







Pero sin duda alguna la visita estrella es la subida hasta el campanario de esta esbelta y famosa torre que domina el cielo de Oporto. Para mi gusto le sobra a la visita, porque le resta seriedad, el obligado paso por un photocall para hacerte la típica foto absurda con efecto croma de souvenir turístico para guardar en un cajón, haciendo una pose que simula que estuvieras sentado en el borde o que te lanzas al vacío.

La subida hasta el campanario es cómoda, y al llegar, mientras me detuve en solitario a observar el mecanismo del carrillón y sus 49 campanas, obtuve un ensordecedor y agradecido regalo inesperado con un conciertazo sincronizado de las campanas reproduciendo el "Himno de la Alegría", y que tenéis completo ( menos el inicio) en el siguiente vídeo:

El espacio perimetral para ver las bonitas vistas de Oporto en toda su extensión es bastante estrecho y prima el ceda el paso, pero compensa la película que vamos a ver y que nos llevaremos en nuestra retina para siempre. Este final ha satisfecho como cumplido el objetivo que tenía en esta segunda visita a la ciudad, y he bajado convencido y tranquilo porque había aprovechado bastante bien la jornada y la climatología había sido benigna a pesar de las predicciones de lluvia.















Ahora ya sí, me he dirigido paseando tranquilamente hacia ese puente de Don Luis I que me tiene enamorado para terminar el día disfrutando del atardecer desde Gaia. No era el día para disfrutar de una bella puesta de sol, pero ni a mí ni a las decenas de turistas que nos dirigimos al mismo lugar nos importaba nada, porque el entorno, las vistas y la simple sensación  de privilegio al poder estar ahí contemplando las diapositivas en directo, perdonaban el desliz de las nubes.

Accedí al puente por la Avda. de Vimara Peres, despacio, con la vista puesta en la altura, la lámina de agua, ambas orillas de postal y los vagones del metro que de vez en cuando pasaban por detrás en ambas direcciones. Siempre me pasa lo mismo en lugares tan especiales y con tanta amalgama de belleza, pienso que ninguna de las tomas que ha captado la cámara fotográfica es buena, y a este paso voy a llenar la memoria sin haber iniciado aún el camino...
















Al otro lado del río ya tengo mis lugares preferidos para hacer las mejores fotos, junto a la estación del telecabina y, sobre todo, desde el Miradouro da Serra do Pilar, una explanada elevada para tomársela con calma, descansar y absorber el paisaje, que cuenta además con el Mosteiro Santo Agostinho da Serra do Pilar y el curioso edificio circular de su Iglesia. Lamentablemente en ambas ocasiones que he visitado Oporto la Iglesia se encontraba cerrada, por lo que pasa a mi "bolsa de pendientes" como el billete de vuelta para otra visita obligada a esta bellísima ciudad que cuenta con vuelo directo desde Sevilla.















Ya de vuelta he encontrado lo que llevaba buscando también durante todo el día: un pequeño puesto ambulante donde un señor vendía, entre otras cosas, cinturones de caballero. Me he comprado uno elástico de color negro que desde ese instante formará parte de los complementos obligados en mis caminos.

Me apetecía regresar al albergue, descansar y dormir un rato antes de salir esta noche a cenar, por lo que una vez cruzado de nuevo el puente cogí una calle peatonal a la izquierda que desembocaba en las Escadas do Codeçal, unas escaleras que permiten bajar justo hasta la altura del tablero inferior del puente.  De pronto me he visto rodeado por un espacio increíble, auténtico y original, una trama urbana antigua, con casas vacías que recuerdan el esplendor de otra época resguardadas bajo los pilares y la estructura modernista del puente. Y todo ello a los pies de unas escaleras de origen medieval como hilo conductor de otra parte de la historia de Oporto aquí concentrada, como la antigua muralla fernandina o el Recolhimento do Ferro, un viejo edificio religioso  del siglo XVIII que albergaba prostitutas y mujeres abandonadas. Queda claro que Oporto aún puede sorprenderte un poco más si le dedicas tiempo















Desde aquí y siendo las 18:30 de la tarde me dirigí ya al cercano albergue, donde he podido descansar un rato hasta que el sonido de un chaparrón que entraba a través de la ventana abierta de mi habitación me despertó. El resto del tiempo ha sido para salir a cenar estrenando el chubasquero nuevo, otra vez a la Cafetaria Flor de São Bento para zamparme un  "prego no prato", una especie de plato combinado con un filete de ternera, arroz , huevos frito, patatas y ensalada, y mi primera ( de muchas que seguirán) y buenísima cerveza "Super Bock" de este viaje, que hasta lloviendo a tu alrededor bajo una sombrilla, sienta bien...

De vuelta al albergue, momento para reacondicionar la mochila, tomar una ducha caliente y volver a descansar, que mañana debo levantarme temprano para trasladarme hasta las Estación de Autobuses y coger el bus hasta Viseu, próxima parada para conocer otro cachito de este país y punto de partida de mi Camino Portugués Interior. Soy feliz...

Buen Camino!

INFORMACIÓN PRÁCTICA Y ENLACES:


Rua de São João, 40 (Oporto)
+351222450029

Praça de Almeida Garret, 11 (Oporto)
+351223324725



Rua de Santa Catarina, 149 (Oporto)
+351222005595 









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