13a Y ÚLTIMA ETAPA CAMINO DE SANTIAGO DE INVIERNO: PONTE ULLA - SANTIAGO DE COMPOSTELA (20,99 kms.)
2 de noviembre de 2023.
Toda la noche me la he pasado dirigiendo el oído hacia la ventana para escuchar la batalla que la climatología libraba ahí fuera. No podría enumerar la de veces que me he despertado escuchando desplomarse el cielo, y aún en ese estado de letargo en el que quieres reaccionar a los estímulos externos pero te puedes el sueño inacabado, me da lugar para reflexionar un instante sobre lo que me espera por la mañana para llegar a Santiago de Compostela.
El primer acto reflejo una vez puestos los pies en el suelo ha sido mirar por la ventana, hacia arriba para mirar o confirmar el negro cielo, y hacia abajo para de un vistazo repasar los movimientos en la gasolinera anexa y la carretera, sumergido todo al otro lado del cristal en una pecera donde el viento y la lluvia centrifugan el decorado. Mientras me aseo y termino de recoger la mochila continuo escuchando la amenazante tormenta, y pienso en cómo es posible que hasta el último día me acompañen las borrascas en este camino que está siendo implacable conmigo.
Cuando abandono la habitación, en el pasillo ya está el carro de la camarera de piso, y las puertas de las habitaciones abiertas de par en par delatan que estoy siendo uno de los últimos huéspedes. En la cafetería no están ni Vicente ni el otro peregrino colombiano del que no recuerdo el nombre. Vicente estoy seguro de que ha salido más temprano, pero me aferro un poco a la idea de que el otro peregrino esté a punto de bajar, porque algo me hace sentir por dentro que me apetece caminar acompañado este desangelado día. Pero va a ser que no, y que mis compañeros ya llevan largo rato caminando haciendo frente a los elementos.
Terminado el desayuno, cumplo con la parsimonia del poncho para cubrirnos a la mochila y a mí, lamentando que la ropa que he conseguido secar esta noche se va a empapar en cuestión de minutos. Es curioso que aún siendo la última etapa tengo el nerviosismo justo, menos que en otras ocasiones, motivado por el día de descanso en Santiago y la continuación a Muxia y Finisterre, que me ilusionan. Y así me echo a la calle, atravesando fugazmente la gasolinera con el poncho litigando y pegado al cuerpo como si estuviéramos inmersos en un túnel de viento. A continuación caminaremos un tramo en paralelo a la carretera, y siento sin verlo las miradas de los camiones y coches que pasan a mi lado con los limpiaparabrisas a toda pastilla y los neumáticos proyectando agua micronizada hacia el arcén con ese sonido característico que parece que te van a regar.
Antes de lo esperado, un desvío a la derecha nos aleja de la carretera para acercarnos a un tramo boscoso donde llama mi atención el fuerte sonido de una cascada cercana, así que me desvío unos metros a la derecha, antes de dirigirme hacia un bucólico y corto túnel bajo la vía del ferrocarril que debemos atravesar a la izquierda. Según camino el sonido de la fuerza del agua se amplifica, y me encuentro con una preciosa cascada que se ha hecho grande con el aporte de las incesantes lluvias, y allí me quedé unos instantes, bajo la lluvia, disfrutando de unos de esos pequeños momentos que te parecen imperdonables dar de lado.
Abandono este anticipo de belleza temprana para arrancar con algo más de premura, que aún no me he movido casi de la salida, y queda mucho camino por delante. Desde aquí el camino nos sumerge en un entorno de sendas forestales en ascenso, rodeados de enormes eucaliptos y robles que aportan aromas a la humedad y al fresco. Llama mi atención en la soledad reinante el sonido del agua que fluye y se desparrama en mitad de un claro, como un manantial que han canalizado a través de un tubo pero se desperdicia, porque no va a ninguna parte, y suena como una fuente invisible entre los árboles.
Durante un buen tramo se intercalarán zonas habitadas con solitarios tramos de bosque, pero en estos últimos parece que siempre nos acompañará ya de fondo el sonido de la civilización que se mueve en el entorno de toda gran ciudad.
Y así he llegado a la Ermita y fuente de Santiaguiño en Outeiro. Este punto es uno de los hitos importantes de esta etapa, vinculado según la tradición al paso de los restos del Apóstol Santiago en un carro tirado por bueyes. Junto a la Ermita de Santiago (siglo XVIII), que lamentablemente me encontré cerrada, se encuentra a pie de camino una fuente barroca trasladada aquí en 1724, protagonizada por la escultura del Apóstol flanqueado por los discípulos Teodoro y Atanasio.
Esta fuente hace alusión en una lápida de piedra esculpida al episodio aquí ubicado en el que la Reina Lupa entregó dos peligrosos toros bravos haciéndolos pasar por bueyes a los discípulos para que pudieran transportar el cuerpo del Apóstol, con la intención real de que los bravos animales los embistieran, pero Teodoro y Atanasio hicieron la señal de la Santa Cruz y los animales se volvieron mansos.
Huelga decir que después de orar ante la Ermita, me aprovisioné de agua en la fuente con la mirada puesta en la bella escultura de Santiago Peregrino que nos observa a sus pies.
Un poco más adelante de este punto se encuentra el Albergue Público de la Xunta en Outeiro, que arquitectónicamente a mí me recuerdan a dos naves de cría de pollos. Muchos peregrinos eligen este albergue como final de etapa en lugar de detenerse en Ponte Ulla, aunque aquí tienen el inconveniente de que no hay servicios alrededor, y los útiles ya sabemos que escasean en las cocinas de los albergues de la Xunta. No obstante tengo entendido que un restaurante colabora atendiendo pedidos a domicilio.
Camino de nuevo bajo la lluvia, buscando con la mirada la silueta de otro de los puntos imperdibles de esta etapa, el Pico Sacro. Lo distinguí por fin al fondo de un campo de vides, y en un día de lluvia como el de hoy, tras un visillo gris y espeso que no animan a desviarse, no para visitarlo, sino para vivirlo y sentirlo. Este mágico lugar continua la vinculación con la Reina Lupa, el Apóstol Santiago y los avatares a los que tuvieron que enfrentarse Teodoro y Atanasio, avatares que culminarían con la Reina Lupa convertida al Cristianismo.
He decidido que el paso por el Pico Sacro tiene suficiente importancia por si solo y se merece una visita planeada y en mejores condiciones climáticas que las de hoy, por lo que pasará a mi "bolsa de pendientes" para cumplir este deseo en otra futura peregrinación.
Poco a poco parece que la lluvia va cediendo, lo que me permite caminar con la cabeza alta para intentar no perderme nada. La última etapa siempre me pide miradas más intensas y fotogramas mentales, en un intento de proteger y retroceder en esta preciosa experiencia que se acaba. Y así, un cachito de arbolado sombrío te parece un bosque enorme, frondoso y fresco, y un solitario cruceiro, de entre decenas de ellos que ya has visto, te hace darte cuenta de la belleza de una piedad esculpida detrás del crucificado.
De pronto se obra el milagro, y a mi espalda comienzo a sentir calor: ha salido el sol. Parece que lo más insoportable de la tormenta ya ha pasado, y que esta comienza a alejarse para darme tregua, ojalá que hasta Santiago. De pronto me sentí feliz, animado, aligerando el paso mientras cantaba la canción que siempre me acompaña en una última etapa, y esa estrofa que invita a celebrar el objetivo cumplido: "pon el vino a enfriar, porque ya estoy llegando..."
El sol se ha retirado tras negras nubes que vuelven a amenazar lluvia, aunque de momento se contiene. Por si acaso he decidido no quitarme el poncho, para no tener que correr torpemente después ante uno de esos chaparrones que lo bañan todo a su paso en cuestión de segundos, los cuales ya he conocido en este camino.
Me voy encontrando restos de la batalla de esta noche pasada, porque por el suelo comienzan a extenderse ramas caídas y multitud de hojarasca adherida al asfalto húmedo que dejan constancia de que por esta zona la borrasca ha sido más agresiva. Y de pronto, a lo lejos vuelvo a oír tormenta, como si me hubiese introducido sin querer en zona hostil.
He llegado a A Susana , donde debemos cruzar una carretera muy transitada con semáforo a demanda que nos saca de la rutina . Al otro lado se encuentra el Restaurante Susana, donde he decidido parar para tomar un aperitivo. En la barra, lugareños de edad avanzada que toman vino en cuencos de porcelana mientras comentan la actualidad política que retransmite la televisión. Yo les acompaño en la bebida, y le hinco el diente con fruición a las tapas que me presenta la camarera: chorizo y alitas de pollo. Mientras mimo el estómago, me fijo en la escasa decoración de Halloween que aún cuelga de las estanterías, y detrás de la falsa tela de araña, un pañuelo para el cuello de color rojo que alguna entidad o peregrino de mi tierra debió obsequiar al restaurante: "VII Peregrinación a Santiago - Mairena del Alcor".
Tras el agradecido tentempié, de nuevo en marcha para afrontar el último tramo hasta Santiago. Daremos un rodeo por la Travesía da Susana para salvar la carretera que hemos cruzado antes, pasando junto a un área de descanso para peregrinos que hoy, para su magnitud, se muestra desangelado, pero que en temporada alta debe ser seguramente parada fija para escapar un rato del calor y disfrutar del avituallamiento. El protagonista antes y después, la mascota Pellegrin del Xacobeo 93 que tan simpático me cae...
Desde aquí el camino ya es un intranquilo paseo, con la mirada puesta en el horizonte intentando adivinar siluetas conocidas entre el conglomerado urbano que nos aparece de frente. Sin embargo el camino aún juega a despistarnos e impacientarnos, y nos desvía por bucólicos senderos para hacernos creer que en lugar de llegar, nos alejamos de esta bendita ciudad que casi tocamos con la punta de los dedos.
Se presenta ante mí un rincón hermoso al que he de volver en algún momento para reconocerlo pausado: la Ermita de Santa Lucía (1829) y su entorno. El precioso conjunto lo completa un cruceiro (1798) y una fuente enclavada a un nivel inferior. La banda sonora la pone el caudaloso Arroyo Santa Lucía, que curiosamente adopta este nombre cuando llega aquí, mientras que hacia arriba se conoce como Arroyo o Río Aríns. El tránsito del camino de invierno por aquí es como si nos hubiésemos desviado a visitar este rincón apartado, que sin embargo es el camino mismo integrado en un precioso paseo . Me consta que siguiendo el curso del río podemos llegar a un viejo molino, y que nos rodea un entorno natural que invita a añadirlo a la "bolsa de pendientes" para conocerlo a fondo en uno de esos días de descanso que me tomo en Santiago de Compostela al final de cada camino.
Dejada atrás la ermita llegamos a Piñeiro a la que dejamos a un lado, y subimos otra inesperada cuesta por sendero de tierra que nos adentra, ya sí, por caseríos limítrofes de Santiago que cambian el paisaje y nos sumergen en el desconcierto interno. Los alrededores de Santiago son tan verdes, que nos ofuscará pensar que quién eligió esta entrada nos lo quiso poner difícil, creyendo que nos están haciendo dar rodeos. La parte más chocante es el paso bajo un viaducto donde sientes que este insignificante peregrino pasará en adelante inadvertido para la marabunta de vehículos que corren velozmente por encima, como veloz transcurre ya todo a nuestro alrededor, la vida misma de la ciudad y sus habitantes que barre para adentro...
Me he detenido al cruzar el paso elevado sobre las vías del tren de Alta Velocidad en el barrio de Angrois. De hecho, es imposible no detenerse, tanto si conoces lo que aquí sucedió un mes de julio de 2013, como si no, pues el altar improvisado e inusual sobre las valla metálica y una nota que comienza con las palabras "Nunca nos olvidaremos...", captan la atención de todos los caminantes. Te sobrecoge el corazón ubicar aquí las imágenes de ese esbelto tren blanco que entraba a toda velocidad y se desmoronaba con más de 200 personas en su interior, 80 de las cuales perdieron la vida. No dejes de mostrar tus respetos, tanto si eres creyente como si no, porque el dolor aún reverbera en este cauce...
Continuo callejeando intentando situarme, con la expectación de una entrada a Santiago que no conoces, y que aunque se me haga larga es tremendamente bella. Como una broma pesada, ha comenzado a llover cuando transito por el Camino Real de Angrois, y de pronto, entre la niebla de fondo, una imagen te pega una punzada fuerte en el pecho al divisar por fin y por primera vez las torres de la Catedral de Santiago . La sensación no falla: es la Catedral la que se deja ver en el momento justo, cuando ella posiciona su mirada en ti y te recibe guiándote los últimos pasos como un faro con los ojos puestos en las decenas, cientos, o miles de peregrinos que llegan cada día desde diferentes rutas. Ahora ya sabes que estás en casa, y que falta nada para cumplir tú promesa abriéndote paso por el casco histórico hasta la Plaza del Obradoiro.
Aún me detengo un instante para observar el Ponte do Sar, y ubico otro de los lugares en Santiago que tengo pendiente conocer, la Colegiata de Santa María do Sar. La Rúa do Sar en ascenso me parece eterna, y debo hacer uso de la aplicación para no salirme del final de este camino, porque ya no soy capaz de localizar las señales. Me doy cuenta de que la llegada al Obradoiro es desde Praza das Praterías y Rúa Fonseca, para desde los últimos metros de la Rúa do Franco desembocar por fin en la Plaza del Obradoiro. En lugar de la música del Gaitero, nos recibe una comercial de excursiones a Muxia y Fisterra repartiendo folletos, ¿pero qué más da?. Lo importante es que al llegar al centro de la plaza y mirar de frente a la fachada de la Catedral, pones fin a 13 días de camino, y Ponferrada te parece que la abandonaste hace bastante más tiempo.
Me he tomado mi tiempo como siempre para vivir el momento en solitario, para darme cuenta de dónde estaba y lo que había dejado atrás. Pienso que el camino se me ha hecho corto, y que a pesar de que ha sido bastante duro y la climatología muy adversa, todo tenía sentido y lecciones, y no será en vano. Si me siento emocionado es echando la vista atrás y reviviendo con flashes mentales los momentos más difíciles de este camino, vistos ahora desde esta privilegiada y admirada ubicación del punto y final. Pero realmente no me siento triste como en anteriores ocasiones, y sé que la próxima andadura que comenzará pasado mañana tiene mucho ver en ello, para completar aquello que sea que he de completar...
Tras un rato de meditación, me he dirigido a la Oficina de Atención al Peregrino a recoger mi compostela con toda la importancia que le doy a este momento sabiendo que será una Compostela Vicarie Pro dedicada a mi madre, preocupándome de que no se equivocaran en ni una sola letra de su nombre. De paso he comprado lotería de navidad., y de allí a la Hospedería de San Martín Pinario, donde voy a descansar las dos próximas noches antes de poner rumbo a Muxia y Finisterre. Tras la ducha de rigor y con ropa limpia, cumplo con el ritual de acudir a la Misa del Peregrino de las 19:00, dar el abrazo a Santiago, y orar en la cripta ante los restos del Apóstol, dando gracias y pidiendo como siempre por mi madre, la que da sentido a todos estos caminos.
He tenido pensamientos también para una compañera peregrina portuguesa, Vera Duarte, a la que dije que dedicaría también este camino cuando ni siquiera sabía aún por dónde me iba a dirigir, y a la que deseo toda la salud y protección que necesita en este momento de su vida y que el Apóstol estoy seguro le va a dar.
He encendido tres velas ante el altar mayor, por mi madre, por mí, y esta vez también por el alma del joven cordobés Álvaro Prieto, que tan en vilo nos tuvo a todos los sevillanos por su desaparición el mes pasado, y nos golpeó en el pecho a toda España cuando supimos de su fatal fallecimiento. Que en Paz Descanse ...
A la salida de misa llueve. Me entretengo, para hacer tiempo, ojeando un poco la tienda de recuerdos que obligadamente debemos cruzar para abandonar la Catedral, como si del duty free del Aeropuerto se tratase. Estos momentos son los peores cuando la rutina diaria se detiene, cuando te sabes sin planes para el resto del día, y comienzas a deambular sin saber a dónde dirigirte. Salgo a la Praza da Quintana, ya a oscuras, para saludar a la sombra del amigo peregrino que cada noche y para la eternidad aparece noctámbulo en el mismo muro reflejado.
Cuando me dirijo hacia Rúa de Fonseca con la intención de divisar, como tantas noches, la fachada iluminada de la catedral en la Plaza del Obradoiro , me he cruzado con Vicente, el peregrino de León que conocí en la etapa hacia Ponte Ulla. Me he alegrado de verlo, como si viera al salvador que me va a apartar de los pensamientos tristes y la soledad en estas primeras horas en las que te sientes pequeño en la ciudad. Decidimos acercarnos a algún bar a tomar algo, y me ha invitado a una cerveza acompañada de amena conversación.
Después de despedirme de Vicente y desearle buen viaje de vuelta, regreso a la Hospedería a descansar y a lavar algo de ropa a mano en el lavabo antes de irme a la cama, que cerca del radiador en esta pequeña habitación seguro que se me seca. Ahora toca dejarse llevar por un sueño reparador mecido por el sonido de la lluvia ahí fuera golpeando las viejas tejas de este antiguo ático que nos acoge a los peregrinos...
SANTIAGO DE COMPOSTELA. 3 DE NOVIEMBRE DE 2025
Me puse la alarma con tiempo suficiente para ir a desayunar, aunque si no llega a ser por eso no tengo prisa ninguna por salir de la habitación en el día de hoy. Fuera ya se escuchan los carros de las camareras de piso, sus conversaciones en voz alta y la apertura de cerraduras y desvencijadas manillas de puertas con el manojo de llaves colgando: ¿ por qué vienen tan temprano?.
Fuera continua lloviendo. Es lo primero que he hecho al salir de la cama, dirigirme a la pequeña ventana a ver si hoy la climatología se tomaba también un descanso, y a la vez disfrutar del paisaje del casco antiguo de Santiago y la Iglesia de San Martín Pinario que nos rodea y que tanto me gusta ver desde esta mirilla. Siempre que observo estas grandes moles religiosas que llevan aquí siglos me pregunto quién tendrá la llave de todas sus puertas, esas que llevan a las torres, los trasteros perdidos, los recovecos, las criptas, despachos clausurados, las azoteas por donde no camina nadie..., y qué feliz me haría conocer a esa persona y que me hiciera un tour secreto, que yo no se lo iba a contar a nadie...
Cuando regresaba a coger el ascensor para volver a mi habitación he tenido un agradable reencuentro que me ha alegrado la mañana: ¡en recepción estaba Mary Louise!, esa adorable peregrina canadiense que compartió el Albergue de Villavieja conmigo en la primera etapa. Estaba igual que como la recuerdo, con su largo pelo blanco recogido, sus gafas y su vestimenta que se me asemeja a la de una arqueóloga británica de los años veinte. Nos dimos un abrazo y charlamos unos instantes sobre el camino recorrido. La puse al día de mi partida mañana hacia Muxia y Fisterra, mientras que ella disfrutaría de unos días en Santiago de Compostela. Me ha gustado mucho volver a verla, y sobre todo saber que está bien y a salvo.
El resto del día me lo he tomado con calma, tanto que al llegar a la habitación he regresado a la cama para replegarme bajo la manta y dormir unas horas más. Me levanté solo para ir a comer un menú a Casa Manolo, pasando antes, por supuesto, por la Catedral a dar otro abrazo al Apóstol y pasar un ratito en la cripta. Hoy ya no hay colas, ni tanta gente por la calle como ayer, pues los picos siempre son a las mismas horas.
A la Catedral volvería una vez más para asistir a la Misa del Peregrino de las 19:30, y bendito regreso porque el Apóstol nos regaló a los asistentes, sin esperarlo, la oportunidad de ver al Botafumeiro surcando las naves del templo. Qué ilusión más grande nos hace cuando vemos aparecer el grupo de Tiraboleiros y su indumentaria de terciopelo carmesí, siguiéndolos con la mirada y el aliento contenido para ver si se dirigen hacia la columna que sujeta la soga de la que cuelga el admirado y enorme incensario. Si es así, entonces ya solo queda disfrutar de este bello momento, que se me antoja una preciosa antesala y espaldarazo para el nuevo camino que comienzo mañana...
Si Dios y el Apóstol quieren, sigo caminando.
Buen Camino!
Lei todo tu recorrido. Gracias por compartis la experiencia, por los datos, por los enlaces. buen camino, buena vida. Honroso de tu parte, caminar en nombre de tu mamá
ResponderEliminarMuchas gracias por tus palabras, me alegra mucho saber que la gente lo disfruta. Un fuerte abrazo y buen Camino...
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