1a ETAPA EPÍLOGO A MUXIA Y FINISTERRE: SANTIAGO DE COMPOSTELA - NEGREIRA (20,47 kms.)
"El recorrido es lo que importa. El andar con sus traspiés y sus buenos pasos. La meta en realidad es peregrinar el camino paso a paso".
Jorge González Moore.
4 de noviembre de 2023.
Me he despertado con una sensación que se mueve entre lo nervioso, lo curioso, la complacencia ...; Después de finalizar un camino largo como el Camino de Invierno hace apenas 48 horas, ponerme de nuevo en marcha para un nuevo peregrinaje me resulta extraño, me motiva y calma el grito de desesperación del alma que como un niño chico berrea en el pecho porque se le ha terminado la hora de juego. El gran aliciente de este camino será volver a visitar Muxia después de aquella visita con mi hermana María Jesús y mi madre a Galicia en 2016, y sacar de la "bolsa de pendientes" un epílogo que quedó incompleto en 2020 por tener que dedicar el desvío hacia Muxia a poner en orden mis pies después del Camino de Santiago Inglés...
Cuando regresaba de nuevo a mi habitación me encuentro con Marie Louise en la cuarta planta, momento oportuno para despedirme de ella y desearle que disfrute sus días de relax en Santiago. Me invita a asistir a un concierto de música que tendrá lugar en el Seminario y coincidirá con mi vuelta a Santiago, y me pide algo que me ha emocionado: ha sacado de su carterita la foto del Señor de la Salud (Hermandad de Los Gitanos de Sevilla) que le entregué en Villavieja cuando nos encontramos en la primera etapa del Camino de Invierno, y me ha pedido que se la firme por detrás, lo que hice orgulloso y feliz de ver que aún la conservaba, con una dedicatoria a modo de plegaria para que el Señor la proteja...
Y llegó el momento de volver a ponerme la mochila al hombro y agarrar mis bastones, otra vez con esa sensación extraña, pues no marchaba al aeropuerto, sino a buscar la salida de la ciudad hacia Muxia y Fisterra.
Salgo a las calle mirando al cielo, gris oscuro que pinta feo. Bajo el Arco de Xelmirez, el gaitero que recibe alegremente a los peregrinos se me antoja que ahora toca una pieza que se torna en un "buen Camino" musical.
La lluvia duró poco, aunque previsor me dejé el chubasquero puesto para enfilar así los primeros metros de este epílogo que comienza calle abajo por la Costa do Cristo, Rúa das Hortas y Rúa de San Lourenzo hasta la Carballeira de San Lourenzo, en una especie de despedida visual y sonora que nos aleja de la gran urbe de Santiago y nos adentra poco a poco en un "pueblo chico", un paisaje en cierto modo diferente y tranquilo, bajo la atenta mirada aún de la Catedral a nuestra espalda. En este entorno, si callejeas dejándote llevar, encontrarás hasta huertos urbanos desde los que mirar hacia el Obradoiro con el olfato recreándose en plantas aromáticas.
Al llegar a la Carballeira de San Lourenzo atención a las señales, que en mi primer epílogo aquí me desvié tontamente rodeando la Carballeira en lugar de cruzarla.
Y desde aquí pasamos imperceptiblemente a otro nivel sumergiéndonos pronto en un entorno rural y de plena naturaleza. No obstante el cuadro se me presentaba un tanto desdibujado y diferente a como lo recordaba porque uno de los primeros rinconcitos bucólicos con el Río Sarela como protagonista, un pequeño puente de piedra y restos de un antiguo molino, estaba levantado en obras que con la lluvia asimilada dificultaban además el tránsito entre tablones, vallas y barro. Aquí tuve que hacer otro tonto esfuerzo en un tramo tan corto para ubicar las señales y no dirigirme por el sendero equivocado. Y así continuo por el Camiño Regueiro en un leve ascenso disfrutando del bosque que me acompaña y recordando mis pasos de 2020 y mi encuentro con la simpática Valentina.
Una vez arriba llegaremos a Sarela de Abaixo, donde debemos hacer una parada imprescindible si es que no caminamos absortos y mirando al frente, ya que desde aquí podremos contemplar por última vez las torres de la Catedral de Santiago desde este mágico punto que viene a ser un "Monte do Gozo" en el lado opuesto, desde donde, en lugar de divisar y saludar la meta que nos espera, lanzamos una despedida a la madre que nos vigila preocupada a lo lejos con la vista puesta en el hijo que se marcha y poco a poco desaparece en el horizonte.
Con cierta tristeza, porque todas las despedidas dejan poso, continuo alejándome de Santiago adentrándome por preciosos senderos de bosque que me ubican de nuevo en la rutina diaria de días pasados. De vez en cuando te sorprende encontrar una casa habitada en un bonito y agreste rincón apartado que me hace reflexionar sobre la tremenda calidad de vida de la que debe disfrutar mucha gente afortunada que vive a pie de camino y que no necesitan tener al alcance de la mano todos los recursos que creemos imprescindibles para la vida diaria. Les compensa la protección de la naturaleza, el aire puro, los aromas a verdor y frescura y la simplicidad de las cosas. Entre tanto lienzo verde, destaca de pronto una maceta florida, un vetusto mojón del Camino de Santiago que se esfuerza en orientarte en este espacio infinito manteniénfose erguido y visible acechado por el musgo y la verdina, un hórreo con solera que aún recuerda los ojos y las arrugas de sus antiguos dueños y te los transmite con solo mirarlo, y una entrañable pareja de burro y caballo a los que este peregrino que pasa y se para a saludarles les supone el entretenimiento del día en esa inmensa finca donde la valla que les separa del camino es la zona lúdica y estancia principal de su vivienda.
Me doy cuenta mientras avanzo de que las sensaciones y energías que se sienten en el Epílogo son diferentes a las de cualquier otro camino de Santiago, y quizás tiene mucho que ver la diferencia en el objetivo y la meta que nos impulsa a hacer un camino u otro. Lo podría resumir en que a Santiago de Compostela el Apóstol te llama, y a Finisterre te envía. ¿El motivo de esto último?: solo tú puedes saberlo...; alimentan mi reflexión la fuerza de los vientos que se han levantado y me sortean, pero que no se me hace molesto al caminar. De hecho hasta sale el sol a ratos para insuflar ánimos ante una etapa que a priori arrastra una pátina de desolación que ha pintado el mal tiempo que nos viene acompañando desde hace días.
Entretenido como estaba en la película de mis pensamientos caminabdo sobre una lámina de asfalto nuevo, he reparado a lo lejos en un cartel que indica un bar a la derecha del camino, el Café - Bar Os Arcos, momento ideal para tomarme un respiro con un café con leche mientras me preparan un bocadillo enorme de lomo y queso para llevar y comerme en alguna parte del recorrido. Precaución aquí no vayamos a equivocarnos, pues la ubicación del mojón en la misma esquina que nos desvía del bar puede hacer que no nos fijemos en la orientación de la flecha, que indica a la izquierda.
Con el estómago contento y pertrechado del avituallamiento que he guardado calentito en la mochila envuelto en papel de plata, he enfilado otro tramo de esta primera etapa atravesando la aldea de Villestro, que tres años después se esmera en presentarme postales del pasado buscando mi rastro de entonces, aquel mes de septiembre de 2020 cuando aún caminábamos con mascarilla puesta....
Por delante mía y a lo lejos caminan dos peregrinos que me han adelantado en mi pausa de la cafetería, y que he perdido de vista cuando me he detenido en un área de descanso junto al Río Roxo que ya conocía, solo que hoy lo descubrí desapacible y gris sombrío, y eché en falta unos arboles cruzados sobre el río que entonces dibujaban una enorme "X". Se encuentra a pie de un Puente Medieval y cuenta con un par de merenderos. En verano es una delicia para comerse el bocadillo junto al agua. Este lugar forma parte de una ruta fluvial llamada Rego dos Roxos con puntos interesantes en su recorrido, por ejemplo el Petroglifo do Souto (entre otros petroglifos enclavados en la misma zona), un vestigio pétreo de la edad del bronce cuyo descubrimiento en 2017 puso en jaque el desarrollo de la zona al encontrarse donde estaba proyectada la construcción de una depuradora.
La lluvia se contiene y la etapa se torna en un agradable paseo y un constante recuerdo. Me atrevo a decir que las segundas veces son igual de adictivas y atractivas para el peregrino como la vez primera, porque caminas reproduciendo con cariño y emocionado la película del pasado, tratando de identificar los hitos donde te detuviste, donde descansaste, donde dejaste algo...; esta rutina y sensación es única en la segunda ocasión, y te aseguro que no la volverás a sentir en posteriores pasos por la misma ruta...
Paso por Aldea Ventosa, donde me detengo a fotografiar la entrada de una casa embellecida con una cubierta de vieiras con bastantes inviernos encima; presentó mis respetos a una vieja casona sobre un montículo a pie de camino cuya fachada endeble se yergue airosa tapando las vergüenzas del espacio vacío de las estancias desaparecidas como la torre del homenaje en una fortaleza destruida, y saludo a un señor mayor sentado tras un cristal de una primera planta de una casa que se afana en decirme adiós agitando la mano mientras me mira para que me dé cuenta de su presencia, y se me parte el alma de pensar que este sea su día a día, solo observar..., esperar que pase algún alma para saludar, pero quiero pensar que lo hace alegre sólo cuando reconoce en la calle a los sacrificados peregrinos, en una especie de rutinaria espera en sus largos días sin obligación ninguna, y agitando la mano nos lanza "buenos caminos" cargados de un cachito suyo que imaginariamente nos acompaña donde sus piernas ya no le pueden llevar.
Otro punto donde se me hacía imprescindible detenerme en esta primera etapa era el bar Parrillada O Cruceiro, donde almorcé en mis primeros pasos en estos lares. Sin embargo al llegar me he encontrado un establecimiento renovado y modernizado que ha cambiado de nombre, el Bar O Recuncho. Ha perdido cierta imagen de taberna antigua a pie de camino, pero sigue prestando una espléndida atención al peregrino. Aquí me he tomado una copa de vino con una ración de callos con garbanzos que me han llegado al alma, y es un buen lugar a tener en cuenta para pararse a comer y coger fuerzas ante el esfuerzo que nos espera poco después.
Me dirijo ahora a subir el Alto do Mar de Ovellas, esa barrera verde de 270 metros de altura que como una calle sin salida habrás divisado en la larga bajada por asfalto antes de llegar a O Recuncho. Antes de iniciar la subida me desvío a la izquierda hacia el Ponte de Augapasada que me pasó inadvertido la anterior ocasión, puente de cantería con arco de medio punto que cruza el río del mismo nombre y que aunque se le dice romano (donde podría tener su origen), su estructura actual se situa entre el siglo XVII y la primera mitad del XVIII. Su bella silueta digna del decorado de un cuento de hadas parece desplazada allí desde otro lugar, pero esto se debe a que la actual carretera por donde venimos no discurre por el camino histórico a Fisterra que se encontraba más abajo hoy desaparecido entre parcelas, y el puente es el único testigo...
El Alto do Mar de Ovellas va a ponerte a prueba si no vienes entrenado, pues cuenta con un 10% de pendiente que recomiendo subir despacio. Curiosamente, coincidiendo con la cronología del Ponte de Augapasada se ubica en estos bosques la pavorosa existencia de una banda de bandoleros que operaba en lo que era el Camino Real que atravesaba está montaña. Era la banda de Os Baldomeros, y causaban terror entre todo aquel que se veía obligado a transitar por esta vía camino de Santiago de Compostela, pues sabía que podía ser atracado.
En el ascenso he buscado con avidez la ubicación de una fuente estratégicamente ubicada donde en 2020 dejé algo importante que ya no está, pero que yo sí sé que estuvo aquí. Ha comenzado a llover, con virulencia además, pero no me he movido del lugar, observando la fuente que incluso en esta ocasión tenía un chorro de agua que le faltaba entonces, el entorno, los árboles...; Me han adelantado dos peregrinos que me han sonreído y han continuado a toda velocidad bajo la lluvia.
No quería irme sin recoger agua de la fuente, pero cuando he ido a echar mano de la botella metálica que debía estar colocada en mi riñonera, me he dado cuenta de que no la llevaba. Automáticamente la mente me ha llevado al Bar O Recuncho, donde la coloqué sobre la barra del bar para sentarme cómodamente en un taburete. Volver a bajar la montaña para subir de nuevo después y lloviendo se me hacía un mundo. Busqué el contacto del bar por internet y les llamé para saber si existía la posibilidad de que me la hicieran llegar hasta el albergue, pensando que a lo mejor vivían en Negreira, pero no hizo falta: me preguntaron a qué altura me encontraba y me dijeron que continuara subiendo hasta la carretera, que en unos minutos me la subirían.¡ Viva la buena gente!
Llegando a Carballo por la carretera ha aparecido un coche con unos de los camareros del O Recuncho que me traía la botella. Le he agradecido el gesto, que espero poder compensar con toda la publicidad que les pueda hacer por tan bonita acción .
Continua lloviendo mientras cuesta abajo voy pensando que va siendo hora de parar a comer en algún lugar a cubierto. Y no se me ocurrió mejor sitio que una obra de una vivienda a medio hacer que parecía abandonada en una parcela cubierta de hierba a pie de camino. Allí me ubiqué en la planta baja abierta para comerme escuchando llover el bocadillo de lomo frío al que el queso se le había quedado pegado al pan como una pegajosa pegatina, observando los restos de obra, de fogatas..., y escuchando gotear rápida e intermitentemente el agua que se cuela en alguna parte de la planta de arriba.
La joya de la corona de esta etapa sabía ya por adelantado que iba a ser el paso por Ponte Maceira, un lugar que me enamoró en 2020 y que me obligó a guardar en mi "bolsa de pendientes" un baño en el Río Tambre que mis pies, llenos de apósitos entonces, me retuvieron. Ponte Maceira cuenta con el calificativo de "uno de los pueblos más bonitos de España" , distinción que otorga una Asociación creada en 2011 para difundir los valores y el patrimonio de un selecto grupo de municipios españoles.
Cuando he llegado al Restaurante Pontemaceira, que ocupa un antiguo molino junto al río, la desolación ha sido absoluta al encontrarme un río tremendamente caudaloso y a punto de desbordarse que había inundado el paseo que rodea el restaurante, donde me senté a comer plácidamente en 2020. El bonito y bucólico paisaje de verano hoy daba miedo con el río amenazante ahí abajo, los molinos del otro lado casi cubiertos, y el viento y la lluvia azotando todo el atrezzo. Me he subido a un murete a grabar el espectáculo, momento en el que ha aparecido una pareja en coche que venían también a visitar el lugar, y que se ofrecieron a hacerme una foto.
Si un día normal ya impone cruzar este histórico A Ponte Vella (puente viejo) medieval del siglo XIII, un día como hoy impresiona viéndole sostenerse con sus piedras milenarias ante la fuerza del agua y el viento. Este puente une sobre el río los concellos de Ames (que dejamos atras) y Negreira (en la siguiente orilla) y atesora una leyenda importante para el imaginario peregrino: un grupo de discípulos de Santiago que buscaban el cuerpo del Apóstol cruzaban el puente huyendo del ejército romano. Echaron la vista atrás cuando un estruendo enorme se produjo a sus espaldas, viendo cómo el puente se desmoronaba al paso de los soldados que pretendían darles caza, salvando así sus vidas para poder continuar su santa búsqueda. En este entorno tuvo lugar también la conocida como Batalla de Altamira o de Pontemaceira, entre el Señor de Altamira ( Lopo Sánchez de Moscoso) y el Arzobispo compostelano Afonso de Fonseca II por un litigio sobre dominios que ganó el primero.
Obviamente en esta ocasión no iba a ser que sacara de mi bolsa de pendientes mi deseado baño en el Tambre, así que tendré que volver..., pero antes de irme me he paseado por este pequeñito y precioso lugar de paso en el que se me antoja incluso poder pasar una noche. Qué suerte tienen los que tengan aquí casita, y no digo ya los del Pazo...
Ya queda poco para llegar a Negreira y la verdad que tengo ganas. La lluvia se está poniendo incómoda y me apetece una ducha caliente. Según va cayendo la tarde se va imponiendo más la humedad y los escalofríos, que se sienten más cuando el poncho de lluvia va perdiendo eficacia y la humedad se siente a través de la ropa.
El Río Tambre me ha querido mostrar una vez más que está que se sale de modo literal, pues al desviarme de la carretera al llegar al Arco de Ponte Nova bajo el que tenemos que pasar para entrar ya en las estribaciones de Negreira, el río estaba colonizando ya el camino, lo que durante unos instantes me puso en un aprieto porque no me apetecía ni mojarme más las botas de lo que ya estaban ni tener que desprenderme de ellas para cruzar. La solución estaba continuando unos 50 metros más por la carretera de asfalto que acababa de dejar atrás, y bajando de nuevo al camino por una pequeña rampa una vez cruzado al otro lado del arco. Algo que hice aligerando el paso porque no quería encontrarme más crecidas del río si esto se estaba produciendo en este instante en más zonas.
Y así he cubierto los últimos kilómetros hasta Negreira, donde entro siguiendo el camino más allá de donde me desvié en 2020 para llegar al Albergue San José, que en esta ocasión se encontraba cerrado. Parece ser que en temporada baja los albergues de esta zona se ponen de acuerdo para dejar cubierta la demanda que pudiera haber manteniendo un albergue abierto, y esta vez le ha tocado al Albergue Alecrín, que me ha sorprendido encontrar prácticamente lleno. Deben haber sido todos unos madrugadores, porque yo solo me he encontrado con tres peregrinos en todo el camino. Aquí me tenían reservada la litera baja que había solicitado, en una confortable habitación donde se estaba bien agusto con la calefacción puesta
Después de la ducha, un reconfortante café con leche soluble de los que llevo en la mochila y hasta me ha dado tiempo de dormir un rato antes de ir a cenar a la cafetería del mismo nombre que el albergue, donde me he zampado una pizza y una cerveza para variar los menús habituales.
Y así ha cundido la primera etapa de este epílogo que me trae recuerdos y perfumes nuevos. Mañana caminaré hasta Olveiroa, en otra etapa que me ilusiona por sus propios motivos y donde espero resolver también algún otro pendiente...
Buen Camino!
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alecrin@albergueennegreira.com
C/ Patrocinio, s/n ( Negreira)
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A 600 metros a la salida de Negreira, en el camino hacia Olveiroa.
Avda. de Santiago, 44 ( Negreira)
+34981881788
Un viaje único por el Camino Fisterra - Muxia narrada a través de la voz de quien mejor conoce el territorio: 20 personas locales que revelan 20 maravillas a lo largo de 10 concellos.
Propuesta de 20 visitas imprescindibles presentadas por 20 protagonistas que llevan Costa da Morte por bandera allí donde van, y eso se transmite a lo largo de las 56 páginas de la guía.
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