2a ETAPA EPÍLOGO A MUXIA Y FINISTERRE: NEGREIRA - OLVEIROA (33,02 Kms).)


"Recibí la bendición de Santiago, me puse en Camino y llegué a la extremidad del mundo, a la playa de la Santa Virgen, donde hay un edificio construido por su propia mano por el Apóstol San Pablo y que los francos llaman Sancta Marie de Finibusterrae. Padecí muchos trabajos y fatigas en ese viaje, en el cual me encontré con gran cantidad de bestias bravas y muy peligrosas. Y me encontré con el Vakner, animal salvaje, grande y muy dañino ,¿Cómo, me decían, pudiste salvarte, cuando grupos de veinte personas no pueden pasar?. Pasé enseguida al país de Holani cuyos habitantes se alimentan también de pescado y cuya lengua yo no comprendía. Me trataron con la mayor consideración, llevándome de casa en casa y admirándose de que hubiera escapado del Vakner.“
Martiros, Obispo de Arzendjan y peregrino armenio.


5 de noviembre de 2023.

Me he levantado algo más tarde que el resto, para variar. El albergue tiene un par de aseos completos y si tengo que ocupar uno quiero hacerlo tranquilo y sin estrés, como hago siempre.  Caminar en solitario además se está volviendo algo adictivo para mí, y si en los finales de etapa me gusta compartir charlas y un vaso de vino, caminando me gusta encerrarme en mi mundo interior, en silencio, como el conductor de una de esas grúas elevadas y enormes que transportan contenedores de un lugar a otro, encerrados en su cabina viendo todo el entorno tras los cristales que le rodean.

Una vez aseado, vestido y con la mochila hecha, me dispuse a salir del albergue sin pensar siquiera en la posibilidad de que pudiera estar lloviendo. Y lamentablemente, lo estaba...; es entonces cuando debes volver a bajar la mochila para sacar a regañadientes el plasticoso poncho bajo el que no te apetece  camuflarte.

El bar- pizzería de la casa está cerrado, normal teniendo en cuenta que hoy además es domingo, así que toca  tantear los alrededores para buscar algún lugar abierto en el que poder tomar un café caliente y unas tostadas. De camino, un saludo y una foto a la Escultura de Santiago Peregrino, y en una glorieta, la Fonte das Vacas, con el típico rótulo hoy en día del nombre de la localidad en letras enormes que da la bienvenida a los visitantes en ciudades grandes y pequeñas. 




No he andado casi nada, no he salido aún de Negreira, y ya tengo el pantalón mojado. Se me viene a la cabeza la banda sonora del día, aquella estrofa de Imperio Argentina de 1936 que lanza un suspiro de "jartura" a modo de "¿qué he hecho yo para merecer esto?" después de arrastrar tantos días de lluvia seguidos desde el Camino de Invierno:

El día que nací yo, ¿qué planeta reinaría?
Por donde quiera que voy,
qué mala estrella me guía...
Estrella de plata, la que más reluce,
¿por qué me llevas por este calvario,
llenito de cruces...?
Tú vas a caballo por el firmamento .
Yo , cieguecita sobre las tinieblas,
a pasito lento...


El refugio lo encontré en el Bar O Novo Celta, vacío aún a estas horas, donde no pude acompañar al café con tostadas, pero sí con un riquísimo Croissant que me supo a gloria. Me he tomado mi tiempo en la cafetería para esperar a que amainara un poco la lluvia, y cuando salí de nuevo a la calle esta ya se había detenido. Todo parecía indicar que iba a clarear y la climatología me daba tregua.

Me dirijo por la Carreira de San Mauro  (antiguo Camino Real) a cruzar bajo la galería del mítico Pazo do Cotón (siglo XVIII) que se erige como la puerta de salida de Negreira para los peregrinos, los cuales desde aquí deberán afrontar una larga etapa hasta Olveiroa si no deciden pernoctar en algún punto intermedio. En la plaza contigua están levantando un mercadillo de domingo al que no se le está poniendo fácil el montaje, pues ha comenzado de nuevo a llover con ganas. Me pregunto qué me ha hecho pensar que ya no necesitaría el poncho, pues ahora debo colocármelo de nuevo y a toda prisa, con lo desagradable de que aún se encuentra húmedo del chaparrón anterior, y frío...



Me detengo a hacer unas fotos al Monumento al Emigrante, una desgarradora representación del escultor Fernando García Branco realizada en 1997 para homenajear muy gráficamente a aquellos emigrantes, hombres y mujeres, que tuvieron que dejar atrás a  sus familias para emprender largos viajes en busca de un buen trabajo con el que poder enviar dinero a su prole.



Con la incomodidad de la lluvia azotando  y subiendo una cuesta por la carretera DP-5602, me he percatado de que, o algo en el recorrido ha cambiado desde mi paso en 2020, o me he dejado atrás el acceso al Paseo Fluvial del Río Barcala, la primera variante de esta etapa que ofrece la posibilidad de hacer un tramo del camino  de menos de 2 kms  hasta Zas por senderos de tierra, junto al río y en plena naturaleza. Me ha extrañado porque recuerdo un cartel enorme que lo señalizaba, pero creo que ni me he dado cuenta de que he cruzado el puente...; Por otro lado pienso que ha sido lo mejor, porque quería sacar esta variante de mi "bolsa de pendientes" y viendo los tramos de río desbordados en la jornada de ayer, a lo mejor hubiera tenido que volver sobre mis pasos. Por lo tanto, queda de momento postergado.

Creo que el hecho de que la vez anterior comencé esta etapa aún de noche y frontal en la frente influye en que ahora vea determinadas cosas con otros ojos, porque tampoco recuerdo haber pasado junto a la bonita Igrexa de San Xulián de Negreira (siglo XVIII) , que emerge ante un decorado de claroscuros y nubes que se empeñan en sujetar al sol. Este es uno de esos momentos en que te da rabia encontrarte una Iglesia cerrada (y en domingo) porque este rincón es tán mágico que el cuerpo te pide conocer más. Me ha encantado el remate a modo de pequeña cúpula de su estilizada torre, donde se protegen debajo dos pequeñas campanas que en esta estampa se hacen grandes. Salí de este encantador rincón por una pequeña puerta lateral con cruz superior que se me antoja bendice a todo el que bajo su dintel pase...








Desde aquí camino en silencio, como si fuera a despertar al alguien. Parece mentira cómo basta con poner la vista en un pequeño cartel que señaliza  a Fisterra y de pronto se despiertan mil recuerdos y sensaciones de mi anterior paso por este tramo, y entonces te fijas en la inestabilidad del sendero empedrado y buscas sentir bajo la suela las piedras que no veías de noche, o buscas entre los eucaliptos de tu derecha el destello del sol entre rendijas de una cortina verde, imágenes y sensaciones que se quedaron grabados a fuego.







El tramo más "feillo" es a la salida de este bosque, cuando debemos caminar junto a la carretera, en este caso acompañado durante todo el trayecto por los ladridos de un perro enfadado con el mundo y con la vida que no debe estar acostumbrado, aún/todavía, al paso de peregrinos. Para colmo, una peregrina asiática que venía detrás debió creerse el encantador de perros, y aunque ella confiara en su poder transformador con palabras suaves que ni el perro ni yo logramos entender y muy buenas intenciones, el perro hubiera dado su vida por tener la llave de la puerta de la finca y salir a comernos a los dos.

Ha empezado a llover fuerte de nuevo cuando llegaba al giro a la derecha hacia Lugar de Zas, donde recordaba una casa deshabitada que me parecía una Venta antigua a pie de camino estratégicamente situada. Me detuve en una parada de bus junto a la carretera para esperar a que amainase un poco la lluvia y de paso ponerme el pantalón de agua, porque a este paso iba a llegar a Olveiroa todo escocido. 

Cuando escampó, crucé la carretera para pasar junto a esta casa que hoy se muestra semidestruida, repleta de vegetación a su alrededor y vallada. Casi diría que ha sido vandalizada, pues donde antes había ventana ahora hay un tapiado de ladrillo rojo, supongo que para evitar el paso. Tan solo han pasado tres años desde la vez anterior, pero está caja de recuerdos ya peinaba canas mucho antes, y la falta de mantenimiento hace el resto. Me encanta conectar con estos recuerdos de vidas pasadas a lo largo de mis caminos. Solo tienes que pararte un instante a observarlos, a oler los aromas que poco a poco te van llegando desde dentro por rendijas, tejados o ventanas abiertas, mirar con ojos que adivinan el valor de lo antiguo bajo lo dañado, buscar a sus pies vestigios del uso humano, y el lugar te cuenta cosas...


En Zas llama mi atención la Capilla de San Mamede, tan simple y minimalista como el entorno que la rodea, a modo de parcela delimitada por muro bajo de piedra. Casi parece un silo reconvertido en la casa de Dios. No tiene prácticamente ventanas, y esto me hace pensar que toda la austeridad que presenta por fuera se enriquece por dentro, pues debe ser un lugar idílico para la meditación y la abstracción sin estímulos externos.

A partir de aquí vamos a disfrutar de otro maravilloso tramo de bosque de los que alimentan los cinco sentidos, y aunque continúe lloviendo, el agua ocupe el camino y la tierra se transforme en fango, te sientes privilegiado de poder estar en este instante donde estas ahora, y cualquier rincón invita a fotografiar. Cuando parece que deja de llover, el bosque se encarga de continuar con el microclima valiéndose del viento para cimbrear los árboles y deshacerse de toda el agua acumulada sobre sus copas, que por ráfagas van cayendo sobre tu chubasquero. Coincido con un tramo en ascenso que me enfrenta con regueros de agua que se deslizan hacia abajo, uno de ellos canalizado, y todo me parece precioso...; al bosque no le faltan ni sus personajes misteriosos que aparecen de la nada, en este caso, cazadores apostados que no te esperas a pie de camino, lo que me hace temer que también de la nada vaya aparecer por aquí un jabalí cabreado al que le estén amargando el día.





















He llegado a un punto que yo convertí en hito imprescindible, sin saber exactamente por qué motivo. Quizás fuera porque la vez anterior, en una jornada calurosa de un mes de septiembre totalmente opuesta a la climatología de hoy ( aunque por un momento ha salido el sol), se agradecía encontrar a pie de camino la Fuente y Lavadero de Rapote, con ese inmenso caño de agua fría para reponer las botellas de todos los peregrinos, reconfortar a la sombra las cabezas  recalentadas, hidratar el alma con el sonido del agua, y dedicar un enorme "Buen Camino" pintado en letras amarillas para insuflar ánimos. El mensaje de ánimo también sufre el paso del tiempo y se va diluyendo poco a poco sobre las piedra. Lo demás continúa igual, invitando a detenerse a todo caminante que se precie...






Me fastidia tener lapsus de memoria, porque no recuerdo el siguiente sendero boscoso por el que transito ahora. O eso, o de nuevo ha variado el recorrido desde 2020 hasta hoy. También puede ser que el entorno presenta un verdor en estas fechas que no es usual en verano. Lo bonito es que así voy descubriendo de nuevo parajes nuevos, o redescubriendo tramos que a lo mejor mi mente absorta aisló en ese otro momento. La abundancia de agua este otoño hace que, como hoy, el agua use el cauce natural del camino para canalizarse hacia los riachuelos limítrofes. Y a mí me encanta...















Otro hito ineludible para mí de esta etapa es subir desde el camino por esa larga y socorrida escalera hasta el Albergue Cafetería Alto da Pena, un oasis encajado en mitad de la nada y siempre abierto para darte de comer, permitirte un descanso con una copa de vino Mencía y un pincho de tortilla o, en mi caso, ambas cosas. Aquí me he detenido un rato, conversando con otro peregrino extranjero que en algún punto se había distanciado de su pareja y esta le estaba echando la bronca del siglo por teléfono porque no sabía dónde se encontraba. De aquí he salido con un enorme bocadillo de tortilla para almorzar en el lugar que ya tengo elegido para detenerme más adelante.

Me he encontrado con un bello ejemplar de acebo del que me he enamorado. Enorme y esplendoroso con sus puntiagudas hojas verdes moteadas de los característicos frutos rojos. De siempre me ha encantado esta planta, tan poco común en el Sur de España. Desde  muy pequeño  la he relacionado con la navidad, y en casa, que siempre se colocaba el portal de belén del que me responsabilizaba yo en su montaje siguiendo los pasos de mi madre y de mi tío Manolo, me afanaba en conseguir del campo lo más parecido que encontraba, una variante silvestre que daba bellotas en lugar de frutos rojos. La primera vez que me encontré con una de estas plantas en Galicia me hizo tan feliz que fue como toparme con una planta sagrada. De este ejemplar me llevo unas cuantas semillas de las que hay esparcidas por el suelo, y ojalá pudiera reproducirlo en casa.



Camino ahora de nuevo por solitarios tramos y me percato de que en esta etapa me acompaña de fondo una sensación extraña que se acrecienta en momentos como este, en determinados puntos apartados, ante algunas estampas que aunque bellas me transmiten algún tipo de intranquilidad o tristeza. No sé si es el paisaje, la dureza que hay detrás de algunas postales o la energía del lugar, pero lo noto y me mantiene alerta. Solitario es también el tramo por carretera junto a los aerogeneradores, donde solo se oye el aire y algunas palas en movimiento cortando el viento que me recuerdan en mi pasado Camino de Invierno cómo se me hacía de noche bajando el Monte Faro que se cubría de niebla, y aunque miraba entonces hacia arriba solo podía intuir el sonido característico y muy cercano de las palas como el que hace girar una soga a toda velocidad sobre su cabeza. Aquí no hay peregrinos, ni siquiera vehículos, solo campo y viento.

He recordado, como me pasó saliendo de Negreira, que no he visto la señalización de la siguiente variante de esta etapa, un sendero paralelo a la carretera que lleva hasta Vilaserío en un entorno más seguro. Puede ser que ya no sea necesaria esa variante porque han habilitado arcenes de tierra junto a la carretera, o simplemente de nuevo me he despistado, o que el camino me lleva como quiere...












Al pasar por delante del Albergue  Municipal de Vilaserío he pensado en el enorme favor que han hecho los edificios de viejas escuelas a los peregrinos al haber permitido ubicar en ellas refugios públicos para nosotros a lo largo de muchísimos puntos aislados en los diferentes caminos. Si no hubiesen existido estás infraestructuras ya creadas y en desuso, seguramente muchos ayuntamientos no habrían tenido recursos para crear un albergue digno desde cero, y a su vez, esta reconversión ha permitido mantener en el tiempo estos históricos edificios de los que los habitantes  de mayor edad de aldeas y pueblos tendrán muchas anécdotas que contar.






Como dije antes, ya tenía elegido el lugar especial donde comerme el bocadillo , y este lugar era el Área de Descanso de Santa Mariña, aldea a la que  llegué exhausto en 2020 "borracho" de ver carteles de Casa Pepa durante el trayecto a pleno sol, buscando la dichosa Casa Pepa para tomarme una cerveza bien fría. Pero desgraciadamente el local ( y a su vez albergue) estaba cerrado (como muchos otros locales en esos primeros momentos de post confinamiento), y asumiendo mi desdicha buscando la salida de la aldea fui a dar con este área de descanso fresco, sombrío y con fuente de agua donde solo se encontraba un peregrino. Sentado en una de sus mesas comunales me comí mi bocadillo entonces, observando cómo se levantaba la tierra por algún topo que estaba construyendo túneles.

En esta ocasión, vestido de otoño húmedo y frío, el lugar me pareció diferente, poco acogedor, distante y la soledad  y sensación extraña que arrastraba se me hacía grande. Aún así aquí me senté a comerme mi bocadillo de tortilla, como el que espera un rayito de luz que vuelva a dar forma al recuerdo caluroso de entonces, como el que espera que suceda algo emocionante..., y sin embargo el único entretenimiento fue ver pasar un tractor como única manifestación viva por la zona.




Cuando abandoné el área de descanso fui consciente de que aún me quedaba un largo tramo por recorrer y he empezado a notar el peso de esta larga etapa, por lo que tocaba acelerar el paso. Tengo muy claro que esta etapa la debo completar sí o sí, y con mi mochila a cuestas, a diferencia de 2020, donde las enormes ampollas en las plantas de mis pies que arrastraba del Camino Inglés y que me curaron en el Centro de Salud de Negreira, hicieron que prescindiera de la mochila y que en las postrimerías de Alveiroa tuviera que venir un taxi de Casa Loncho a buscarme...

Con la premura de saber que el atardecer comenzaba la cuenta atrás continué caminando, ahora por tramos de asfalto monótonos y deshabitados donde la imaginación trabaja en adivinar quién vivirá en esa casa que se ve a lo lejos...; gana puntos la monotonía con el aliciente de contemplar el precioso e inmenso mar de verde de los prados que nos rodean y que a los pies del Monte Aro se pierden en el horizonte.









La subida del Monte Aro es un momento casi ceremonial. De hecho el desvío mismo para iniciar el ascenso a este monte de 550 metros parece la entrada a una transición imprescindible para sellar la credencial  virtual de los hitos ineludibles de este epílogo. En su cima, un mirador nos proporciona vistas hacia el valle del Río Xallas, y allá a lo lejos, el Embalse de A Fervenza. Este lugar es mágico, y se merece una parada para descansar y sentir el entorno. En este momento solo había viento frío que trajo consigo a la lluvia. Aún así me tomé mi tiempo, observando a mi alrededor. 








Me pasó algo curioso en este páramo de soledad enorme, pues de vez en cuando me llegaban voces o gritos lejanos de mujeres y niños. Por más que miraba a lo lejos intentando divisar gente pasando una tarde de domingo aquí  arriba no conseguí ver a nadie, y las voces continuaban a pesar de la lluvia, por lo que supuse que sería de la aldea más próxima que el viento arrastraba hasta aquí arriba.


Finalizando de grabar el vídeo anterior apareció de la nada un personaje que me dió tremendo susto: un perro de raza parecida a un Beagle con una especie de dispositivo con antena en el cuello que no había visto en mi vida. Supuse entonces que sería un perro de caza, y el dispositivo un localizador. A pesar de la lluvia, de mi presencia y de la ausencia de quien fuese su amo, el animal continuaba haciendo su trabajo, olisqueando el terreno, subiéndose a la cuneta, dirigiéndome alguna que otra mirada de soslayo de vez en cuando . Comenzó a avanzar conmigo según bajaba yo cuesta abajo, adelantándome de un lado a otro del camino. A veces se quedaba detrás, marcando algún rastro me imagino, para después continuar cuesta abajo. Me sentí acompañado un rato, sin quitarle la vista de encima, hasta que apareció un vehículo tirando de un remolque cuesta arriba antes de llegar a Lago,  y al conductor le bastó pegar un silbido fuerte para que el perro se dirigiera al vehículo raudo y veloz para introducirse en el remolque. Y ahí perdí a mi breve compañero...


Continúa cayendo la tarde, y acepto que se me va a hacer de noche, por lo que he parado a sacar el frontal de uno de los bolsillos de la mochila para tenerlo a mano. Y así fue que no había llegado a Corzón y ya se había vuelto todo oscuridad por estos caminos. Para colmo continúa lloviendo, lo que me pone difícil adivinar lo que tengo delante, porque el haz de luz del frontal choca con la cortina de agua.

Entrando en Corzón me encontré a mi izquierda un espectáculo que me puso los pelos de punta.  Una barandilla separaba la carretera de un Cruceiro esbelto y oscuro, y más abajo, una capilla y su cementerio anexo repleto de minúsculas luces rojas parpadeantes sobre las tumbas y nichos. Son las velas que los familiares de los aquí enterrados han dejado días atrás con motivo de la Festividad de todos los Santos o Día de los Muertos, muchas de ellas en sus versiones más modernas a base de bombillas led sobre bases de velones rojos, y sobrecoge ver las lápidas en la oscuridad con el reflejo de decenas y decenas de llamas que titilan en silencio y bajo la lluvia en este lugar apartado.

La oscuridad ya no me permite reconocer rincones fotografiables, y sigo caminando ligero sobre el asfalto, sin cruzarme con nadie ni vehículo alguno. Hasta que he llegado al siguiente punto al que nadie le apetece encontrarse en solitario, lloviendo y de noche: un cartel que a la vez que daba la bienvenida a Dumbria te hace saber que entras en Territorio Vákner. Y en un momento como este lo recibes como una advertencia de que la responsabilidad de continuar es tuya... por lo que te pueda pasar.


Vákner, para quien no lo sepa aún , es un terrible monstruo al que da vida una leyenda que se ha venido transmitiendo desde el siglo XV. Como todas las leyendas, tiene su puntito de veracidad de base y en este caso su existencia viene reforzada por el testimonio escrito del Arzobispo armenio Mártiros, que aseguró encontrarse con la bestia mientras realizaba su peregrinación  hasta Finisterre tras haber llegado a Santiago de Compostela por el Camino del Norte, en 1493. Lo que narró entonces está recogido al comienzo de esta entrada de Blog, y se conserva en el Manuscrito Armenio en la Biblioteca Nacional de París. Vákner era considerado un "animal grande y muy dañino" que se asemeja a un hombre lobo y que acechaba a los peregrinos y otros caminantes.


Con lo inoportuno del decorado anterior en la oscuridad  de la noche continuo caminando. A pesar de la lluvia me detengo sobre el Ponte Olveira (siglos XVII y XVIII) impresionado por el caudaloso Río Xallas que le pasa por debajo y cuyo sonido se amplifica en el silencio de esta ubicación rural y la noche .

El camino me continúa llevando por asfalto. Desde Lago, todo es nuevo para mí en esta etapa, por lo que no puedo dilucidar si me queda mucho o poco, y el entorno continúa mostrándose deshabitado, aunque a lo lejos se divisan luces. Camino ahora por el arcén de una carretera alumbrado únicamente por el frontal, y continúa lloviendo. De vez en cuando aparece de frente algún vehículo que pasa salpicando, y noto que me me observan. No quiero detener mi mirada en los parabrisas para no deslumbrar con la luz del frontal que llevo sobre mi cabeza, y continuo avanzando mirando al frente. De vez en cuando no puedo evitar mirar hacia mi izquierda y hacia atrás, donde todo es oscuro. 

Parece que se está comenzando a desplegar la niebla, y la luz me la muestra como si  la caída blanca y lenta de micropartículas de humo fuera, y hace frío. A veces deseo que pase algún otro vehículo, aunque me salpique, para no sentirme solo, porque casi no veo nada. Me pregunto en qué momento el camino me ha dejado de llevar por el asfalto para pasar a un sendero de hierba, porque estoy pisando pasto. Me riño a mí mismo, que no se puede acabar un camino de noche, que no se puede dedicar tanto tiempo a la contemplación, a la fotografía, porque estoy aquí sin saber por donde camino,  con la niebla ganando terreno, y sólo...;  acudo all GPS de la aplicación y este me ubica en el Puente Olveira , ¿pero cómo es posible?. Esto solo me puede pasar a mí, dos veces en un mismo camino después  de la experiencia desde el Monte Faro a Rodeiro en el Camino de Invierno, y me repito una y mil veces en voz alta que no me vuelve a pasar más. 

Cuando decidí dar media vuelta hasta al menos volver a identificar el asfalto un escalofrío me recorre toda la espalda, pues algo se ha acercado corriendo a mi posición sobre el pasto, algo que únicamente puedo identificar por el ruido de la hierba aplastada y apartada al paso de algo grande y pesado. Me quiero imaginar que es un perro, una vaca que se ha escapado, pero ¿y si es un jabalí celoso de su terreno?. Cuando yo me he detenido lo ha hecho también la criatura que fuese. Giro mi cabeza buscando identificar con la luz del frontal el animal que se me acerca, pero por sus pasos sobre la hierba noto que huye del giro de mi luz y se adelanta a ella rodeándome. Tengo mis bastones levantados y en alerta, y como siga agarrando las empuñaduras con la fuerza con la que lo estoy haciendo las manos se me van a quedar agarrotadas como ya lo están mi cuello y mi espalda en este momento.

Continúo dando unos pasos con los bastones en alto y más rápido, rapidez que es directamente proporcional a la de lo que sea que me sigue, porque me detengo en seco y aún le da tiempo a él a avanzar un poco más antes de detenerse. Y no veo nada, y sé que no se quiere alejar, ¿pero qué animal puede verse atraído por un humano con una luz en la frente en posición de defensa sin asustarse?. 

Cuando he vuelto a girarme para continuar retrocediendo, he querido morirme...; algo con una fuerza tremenda me ha agarrado por la parte superior de la mochila y me ha tirado con fuerza al suelo y hacia atrás. Gracias a Dios que la parte superior de mi mochila sobresale por encima de mis hombros porque mi cabeza la ha golpeado hacia atrás con una rapidez que hasta he sentido crujirme el cuello. Me he hecho daño en el coxis y algo que me parece un pedrusco enorme se me clava en las lumbares.
 
En esos microsegundos en que ha sucedido todo, juro que se me han pasado decenas de pensamientos e imágenes fugaces a una velocidad inusitada. A la reflexión obvia de que esto no podía estar pasando se unía pensar en el disgusto que se iba a llevar mi familia cuando alguien llamara para darles la noticia,  y hasta si las casualidades del universo quisieron que la criatura esta de la leyenda despertase cada doscientos años para llevarse de un bocado en el cuello un peregrino en sacrificio por la paz del lugar que jamás nadie encontraría, y ese peregrino tenía que ser precisamente yo, ¿ en serio?

El frontal no alumbra donde quiero porque se me ha salido la goma de la cabeza  hacia atrás con el golpe, pero veo su haz por detrás mía iluminando hacia el cielo. El terror más grande ha llegado cuando el haz ha desaparecido un momento, no porque se apagase, sino porque algo enorme se ha interpuesto entre la linterna y mi posición mientras oía cómo el pasto se hundía lentamente, lo que delataba que lo que fuese se estaba acercando a mí. Ahora lo estoy contando intentando describirlo lo mejor posible pero creo que todo sucedió en segundos. Yo lo único que podía hacer es intentar deshacerme de la mochila soltando los anclajes y poniéndome de lado para ponerme perpendicular al suelo porque medio cuerpo lo tenía sobre la mochila y boca arriba. Intentaba hacerlo lo más rápido posible, pero las manos las sentía heladas, rígidas, sucias de barro, o es que simplemente no me obedecían.

Y es entonces cuando levanté la cabeza ladeado al notar esa sombra espesa y enorme que desde atrás mía y sobre mí sentía que me miraba ahí tirado en el suelo. Notaba incluso una peste indescriptible, y un caudal de aire caliente que de forma entrecortada y acelerada como una exhalación, acompañada de un gruñido sordo y lento, se acercaba a mi cabeza..., y en ese momento...dos pitidos escandalosos del claxon de un vehículo que pasaba por la carretera a modo de saludo me devolvían al momento presente y me sacaban de la terrorífica película que me estaba montando en mi cabeza para amenizar el tramo que me quedaba caminando hasta Olveiroa, inspirado en una escena de la película Un hombre lobo Americano en Londres (1981) y sugestionado por el atrezzo de "Territorio Vákner" 😃. 

Sigo caminando por el arcén desde hace rato, y sigo mirando la oscuridad de mi izquierda y hacia atrás, intentando adivinar un aullido de Vákner a modo de aviso para el futuro por mi ligereza sobre su legendaria historia: "ya nos veremos"...


Y así he llegado orgulloso a Olveiroa, que me recibe por fin con una entrada por zona residencial y un letrero iluminado a ras de suelo con el nombre de esta localidad a la que tenía que llegar a pie y mochila en ristre para sacar esta espina de mi "bolsa de pendientes". 


GPS en mano me dirijo al alojamiento en el que repito, el Albergue Hórreo de Casa Loncho, el confortable complejo de esta familia donde he entrado en la cafetería a registrarme pensando en un plato de caldo gallego. Me han acompañado al albergue, donde han abierto una habitación para mí solo, pues las que estaban ocupadas ya tenían bastante gente. Noto diferencias y el recorrido interior no es como yo lo recordaba. Han realizado obras y la habitación donde voy a dormir es nueva.

Tras soltar la mochila, directo a la cafetería para cenar y que no se me hiciera más tarde, a base de mi adorado caldo gallego, milanesa de pollo, buen vino tinto y unas natillas caseras de postre.

Después de la cena, vuelta al albergue corriendo bajo la lluvia, que ha regresado una vez más, otra...; en mi habitación que aún se está calentando ya tengo compañero, pues alguien se ha separado del resto en alguna de las otras habitaciones y se ha venido a la mía.  Saco pijama, neceser, saco de dormir ..., una buena ducha caliente, y a la cama a repasar satisfecho las redes sociales.

Mañana será también un gran día porque llegaré a Muxia, donde no pude llegar en 2020, y de este modo aligero de nuevo mi bolsa virtual con otra de las patas importantes del Epílogo desde Santiago de Compostela, y con el recuerdo siempre presente de mi madre y nuestra visita en 2016.

Buen Camino!


INFORMACIÓN PRÁCTICA Y ENLACES:

Avda. de Santiago , 53 (Negreira)
+34981818286
alecrin@albergueennegreira.com

C/ Patrocinio, s/n ( Negreira)
+34660789189 - +34664081498
A 600 metros a la salida de Negreira, en el camino hacia Olveiroa.

Rúa Camiño Vello, 6 ( Negreira)
+34981885061

Rúa Piaxe, 5 (A Pena)
+34633610114

Lugar de Olveiroa
+34 981 741 673
+34 617 026 005
casaloncho@gmail.com
 
 
Olveiroa, s/n 
+34658045242
+34981744001

Un viaje único por el Camino Fisterra - Muxia narrada a través de la voz de quien mejor conoce el territorio: 20 personas locales que revelan 20 maravillas a lo largo de 10 concellos.

Propuesta de 20 visitas imprescindibles presentadas por 20 protagonistas que llevan Costa da Morte por bandera allí donde van, y eso se transmite a lo largo de las 56 páginas de la guía.



App de seguridad ciudadana de la Policía y la Guardia Civil. Canal discreto y eficaz para solicitar ayuda de las fuerzas de seguridad ante cualquier hecho del que seas víctima o testigo. Entre sus principales funcionalidades destacan: 

Chat: contacta a través del chat, envía fotos y vídeos y obtendrás una respuesta inmediata desde el centro de Policía o Guardia Civil más cercano a tu posición.

Botón SOS: protección reforzada para colectivos vulnerables. Envía una alerta urgente al centro policial más cercano junto con tu posición y una grabación de audio de 10 segundos de lo que está pasando.

Guardián: comparte tu posición con los tuyos o con los servicios de rescate. Tu posición será enviada periódicamente para que puedas ser localizado rápidamente en caso de incidente.

Avisos localizados: recibirás un aviso en tu móvil si hay una emergencia de seguridad en la zona en la que te encuentras.

Acceso universal: adaptada a personas sordas e invidentes. Incorpora un traductor automático para poder comunicarte con las FFCCSE en más de 100 idiomas.

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