6a ETAPA CAMINO DE SANTIAGO FRANCÉS (DESDE ASTORGA): O CEBREIRO - TRIACASTELA (22,83 Kms).

28 de octubre de 2022.

Las 7:30 de la mañana y el día se presenta complicado. Mientras hago tiempo en la cama a que se vayan marchando los peregrinos, entran en la habitación las primeras voces que anuncian que está lloviendo.. Me fastidia un poco porque eso supone tener que utilizar el poncho y sobre todo las botas que en estos momentos  me hacen daño, pero no hay otra posibilidad. Me acerqué a la estancia acristalada donde se acumulan las botas sobre estantes de madera y efectivamente el día se presenta negro, cielo gris, encapotado, lluvia y viento nos dan los buenos días aquí arriba, y así debemos afrontar una etapa que tampoco es fácil, al menos en sus inicios.

Una vez tuve todo listo, marché hacia el bar abierto más cercano al albergue, Venta Celta, lleno de peregrinos ávidos de café, zumos de naranja y huevos con bacon. Yo me pedí unas tostadas con mantequilla y mermelada y un café con leche grande cargado de café. Hay una pantalla de televisión donde vuelvo a tener contacto con la vida de ahí fuera, aunque casi mejor no saber nada...; Finalizado el desayuno, decido no ponerme el poncho, pues parece que ha escampado y a lo mejor el viento aleja la lluvia. Mi chaqueta para el frío puede soportar un "chirimiri", así que de esta guisa salgo al camino.

Primeras fotos del extraordinario paisaje que nos acompaña hoy, aunque la niebla oculte parte de ella. La etapa comienza con ese sube y baja que terminan por machacarte los pies. Aunque no llueva, el viento cimbrea los árboles y estos dejan caer el agua acumulada sobre sus copas, poniéndote en alerta cuando esa ráfaga de gotas que cae a tu paso sobre tu cabeza se asemeja al inicio de una lluvia intensa. Me he parado a fotografiar a unas setas de Amanita Muscaria preciosas que se lucían a un lado del camino. Eran enormes y de un rojo brillante que las asemejaban a las manzanas cubiertas de caramelo que venden en las ferias. Es increíble la cantidad de setas que estoy viendo en este camino, de tamaños descomunales y de distintos colores. Menos mal que la mayoría de peregrinos las respetan y no acaban con ellas a bastonazos a pesar de su cercanía al camino.

Craso error no haberme puesto el poncho, por muy incómodo que este pareciese, porque comenzó a llover de forma persistente y fuerte. No tenía ningún sentido pararme a un lado a quitarme la mochila e intentar ponérmelo, porque no tenía a nadie ni delante ni detrás para ayudarme a colocármelo sobre la mochila y me iba a mojar igual, así que preferí avanzar hasta encontrar dónde guarecerme y ocuparme de ello, esperando que el repelente al  agua de mi chaquetón funcionase y no se empapase. Pienso en mis botas, otra vez se me van a mojar, y mis pies lo van a sufrir. 

Así he llegado hasta Liñares, donde no encontraba ni un simple techadito para meterme un rato y esperar a que amaine el mal tiempo, sólo una especie de taller donde no sé si seré bien recibido si entro para cubrirme de la lluvia, y un bar que parecía cerrado. Intento avanzar pasando las primeras casas pero sigo sin ver nada donde meterme, así que decidí volver atrás  e intentarlo en el taller, hasta que me di cuenta de que el bar  que parecía cerrado tenía luz y solo había que empujar la puerta para entrar, ¡Aleluya!. Se trataba de Casa Jaime y allí me metí empapado y agradecido, dejando tras de mí un rastro de agua en el suelo. 

Era el único cliente. Pedí un café con leche, me despojé de la chaqueta empapada, localicé el chubasquero y organicé de nuevo la mochila. Haciendo tiempo pude charlar un rato con la dueña del bar, intercambiando impresiones sobre el cambio del clima, la necesidad de agua que tenemos, lo bien que vienen estas lluvias a las setas, la particularidad de la absorción de la tierra en Galicia y varios temas más relacionados con la lluvia y los resignados peregrinos. Fue un rato bastante largo el que pasé allí dentro hasta que la lluvia me diera una tregua, pero esto no ocurrió, así que me puse el poncho con la ayuda de la hostelera y me lancé a vivir el camino bajo la lluvia, pensando en cómo será la subida  al Alto do Poio en estas circunstancias.

Así he llegado al Alto de San Roque, con niebla cerrada a su alrededor y lluvia intensa, y el Monumento al Peregrino que nos recibe, hoy más contextualizado que nunca dirigiendo sus pasos hacia el horizonte  invisible haciendo frente a las inclemencias, encorvado y con su gesto de cara torcida evitando el viento y sujetando su sombrero. Me ha dado mucha pena verlo así, porque es uno de los puntos importantes para mí en este camino. Para reconfortarlo, no he podido evitar gritarle un sonoro ¡¡ULTREIA ET SUSEIA!! hasta tres veces seguidas, amparado en la soledad a esos  1270 metros de altitud, gritos que en cierto modo me sirvieron de válvula de escape por el momentáneo agobio climatológico.

Las botas se me han empapado por dentro, y me doy cuenta de que con la pisada me salen hasta burbujas por el empeine. El impermeable se me pega a los pantalones a la altura de las rodillas y a pesar de que son repelentes al agua, esta los está traspasando y me baja por dentro hasta las botas. Pienso con la mirada baja para no mojarme la cara con la lluvia que azota con el viento, y pienso que me voy a cargar las plantillas ortopédicas y que los pies mojados más los dedos meñiques en carne viva me van a complicar el resto de etapas, pero ahora es ahora, y lo que quiero es llegar al Alto do Poio y resguardarme, si está abierto, en el bar mejor situado de todo el camino, en medio de la nada y refugio en días como este. 

Paso raudo por Hospital da Condesa, donde aún lloviendo no puedo evitar parar para hacer alguna foto, y camino ahora ya sí divisando delante mía el poncho fosforito de otro peregrino. La subida al Alto do Poio me parece diferente a como la hice en 2019. Creo que este tramo ha sido mejorado o urbanizado en el sendero, pues lo recuerdo más abrupto. Incluso me ha parecido algo más fácil la subida, sin restarle esfuerzo, o será que tengo tanta prisa en llegar al bar que no me he dado ni cuenta de lo dura que es esta rampa. 

Y así llegamos al punto más alto del Camino Francés en Galicia, con sus 1337 m. de altura, y efectivamente, una estela de humo de chimenea da cuenta de que el bar  del Albergue El Puerto está abierto. Nada más entrar, chimenea a la izquierda donde otra peregrina italiana intenta entrar en calor, un sofá donde se ha parapetado un gato feliz de la vida y otra peregrina coreana entretenida con su móvil a la mesa. Me despojo de los guantes y la gorra calados, el chubasquero y el chaquetón, y los reparto discretamente por el entorno de la lumbre a ver si mejora algo. 

Aprovecho para tomar el aperitivo, una buena copa de vino y un enorme trozo de tortilla de patata acompañado de una rebanada de buenísimo pan gallego, y me siento como las compañeras en el extremo de la mesa cercano al fuego. Mientras engullo pienso en cómo podría hacer para mejorar la situación de los pies mojados, pues un simple cambio de calcetines iba a ser una solución fugaz en unas botas y plantillas empapadas. Me acordé entonces de las dos bolsas de basura que siempre meto en la mochila para alguna necesidad. De este modo, me sequé los pies, me puse calcetines secos y metí los pies en una bolsa de plástico que me até como pude a las piernas, todo lo más rápido y discretamente posible en el rinconcito ante la chimenea donde me encontraba. La idea parecía ser un éxito y me encontraba mucho más confortable para continuar el camino. 

Afuera no cesaba la lluvia intensa, y no encontraba el momento de salir. Una segunda copa de vino amenizó la espera y mi cuerpo durante la hora casi que me retuvo el mal tiempo allí, hasta que decidí aventurarme a continuar caminando, porque la lluvia no daba muestras de querer parar en ningún momento. De nuevo poncho en ristre, y bajo la lluvia me lanzo a buscar la bifurcación que nos da a elegir entre continuar por el arcén de la carretera o un sendero casi paralelo por la naturaleza, un poco más largo que el anterior para llegar a Fonfría, donde se unen ambos. 

Decidí, como en 2019, continuar por el sendero de tierra, pues lloviendo y con mala visibilidad no me parecía muy segura la opción de la carretera. Me acordé entonces de cómo en 2019 en este punto también nos alcanzó el mal tiempo y la niebla, que hizo que acortáramos nuestro camino y nos refugiáramos en el Albergue A Reboleira de Fonfría, que entonces compartimos solamente cuatro personas y que hoy presentaba su cafetería repleta de peregrinos refugiados. En esta ocasión pasé de largo por la zona, que me pareció también algo diferente, quizás porque entonces en aquellas circunstancias tampoco podía fijarme demasiado en lo que había a nuestro alrededor.

A partir de Fonfría la lluvia nos dió una tregua a los peregrinos, con intermitentes paradas que daban paso ya a momentos de lluvia mucho menos intensa y que permitían levantar la cabeza y disfrutar del húmedo entorno, el olor a hierba y tierra mojada y los cantos de algunos pájaros que se afanaban en sortear la incómoda situación del día.

En la bajada hacia Triacastela han vuelto a sufrir mis pies y las intermitentes lluvias han calado otra vez mis botas. La solución de las bolsas de plástico solo ha servido un rato, y siento de nuevo los calcetines empapados, así que tengo ganas de llegar al castaño centenario que nos da la bienvenida a la localidad.  Pero antes de llegar a este me he topado en el suelo con las dos castañas más grandes que he visto nunca. ¿Se puede tener prisa por llegar y pararse bajo el chirimiri de la lluvia, dejar los bastones y ponerse uno a pelar una castaña para comérsela?, pues sí...

Cuando he llegado al castaño centenario en la aldea de Ramil, que es imposible que pase desapercibido, lo he visto aún más majestuoso de cómo lo recordaba. Si viviera en Triacastela creo que muchas tardes de primavera mis paseos acabarían en este rincón cargado de historia, solo para sentarme y observar este ser vivo de más de 800 años que ha visto siglos pasar y millones de rostros de peregrinos a su paso por el lugar. Le he dado un buen abrazo con los ojos cerrados, esperando poder recibir aunque solo sea un poco de su energía, y unirme así a otros millones de abrazos que estoy seguro son los que lo recargan de vida.

Hoy me alojo en Albergue Atrio. Es una muy buena opción en Triacastela. La sensación es un poco extraña, porque no parece un albergue, ni tampoco un hotel. Parece que estuvieras caminando por las estancias de tu propia casa, y eso sucede por los cuidados detalles en la decoración que le aportan calidez, confort y comodidad. Los baños son amplios, al igual que las habitaciones de literas, con buenos espacios y sofás para el relax y los momentos compartidos entre peregrinos. Aquí me he encontrado también a la pareja formada por David y Celine. Ellos pensaban dirigirse mañana a Sarria y pasar allí dos días, pues David debe coger un tren para Barcelona, pero cuando les he contado mi plan de parar mañana en Samos para dormir en su monasterio, se han apuntado a la idea y hacer algo diferente uno de los dos días que iban a dormir en Sarria.

Para cenar me he dirigido al Restaurante Esther, muy cerca del albergue, donde mi cuerpo se ha puesto al día con un reconstituyente caldo gallego, un filete de ternera con patatas, buen vino y tarta de queso.

Mañana me espera otra etapa muy corta que me llevará a Samos. Espero que la climatología sea benigna y me permita disfrutar del paisaje, porque de momento el viento azota ahí fuera y llueve y no parece que mañana el planteamiento vaya a ser diferente. Sea como fuere, allí nos vemos ...

Buen Camino!


INFORMACIÓN PRÁCTICA Y ENLACES:

O Cebreiro, s/n 

O Cebreiro, 21 (Pedrafita do Cebreiro)
+34667553006
+34982367137

Liñares, s/n - A pié de camino ( Liñares)
+34982367166


Alto do Poio ( Lugo)
+34982367172
+34690757441

Lugar Fonfría, 15 - Fonfría
+34 982 181 271
+34 629 826 559
alberguefonfria@yahoo.es


Rúa do Peregrino, 1 (Triacastela)
+34982548488
+34699504958

Rúa do Peregrino, s/n
+34982548087
+34660396811

Avda. de Castilla, 15 (Triacastela)
+34692150256



App de seguridad ciudadana de la Policía y la Guardia Civil. Canal discreto y eficaz para solicitar ayuda de las fuerzas de seguridad ante cualquier hecho del que seas víctima o testigo. Entre sus principales funcionalidades destacan: 

Chat: contacta a través del chat, envía fotos y vídeos y obtendrás una respuesta inmediata desde el centro de Policía o Guardia Civil más cercano a tu posición.

Botón SOS: protección reforzada para colectivos vulnerables. Envía una alerta urgente al centro policial más cercano junto con tu posición y una grabación de audio de 10 segundos de lo que está pasando.

Guardián: comparte tu posición con los tuyos o con los servicios de rescate. Tu posición será enviada periódicamente para que puedas ser localizado rápidamente en caso de incidente.

Avisos localizados: recibirás un aviso en tu móvil si hay una emergencia de seguridad en la zona en la que te encuentras.

Acceso universal: adaptada a personas sordas e invidentes. Incorpora un traductor automático para poder comunicarte con las FFCCSE en más de 100 idiomas.


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Comentarios

  1. Parece que te siguen acompañando las inclemencias del tiempo .
    Fuerzas y ánimo en tu Camino.

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    Respuestas
    1. Sí , la lluvia ha hecho estragos, sobre todo en mis pies, pero por otro lado el campo está más bello. Así es el camino, y hay que resignarse. Un abrazo

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  2. habras sufrido de lo lindo con losmpies mojados,,, eso es el camino, afrontar lo que venga.
    Me identifico contigo en esta frase:
    ¿Se puede tener prisa por llegar y pararse bajo el chirimiri de la lluvia, dejar los bastones y ponerse uno a pelar una castaña para comérsela?, pues sí...
    yo habria parado igualmente a comermelas, saludos !!!!!!

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