12a ETAPA CAMINO DE SANTIAGO FRANCÉS (DESDE ASTORGA): ARZÚA - O PEDROUZO (19,48 Kms.)

3 de Noviembre de 2022.

Pereza máxima esta mañana para ponerme en pié. He apurado al máximo para levantarme, observando de reojo a los compañeros de habitación que van marchando. Solo he salido de la cama para parar la alarma del móvil que lo he tenido que dejar cargando a cierta distancia de la litera sobre una cómoda de madera que ha debido geolocalizar hasta la NASA por la acumulación de móviles en el mismo punto.

La ráfaga sonora que ha comenzado a golpear suavemente, para acelerar después, sobre el techo trasparente de policarbonato de la habitación cubierto con una especie de toldo interior, nos hace saber a todos con cierto desasosiego que está lloviendo. Más pereza...

Cuando por fin me he visto demasiado solo y temiendo convertirme en el huésped incómodo para el servicio de limpieza que llegaría, me he apresurado a ponerme en marcha. El cuarto de baño merece la declaración de zona catastrófica, el suelo está todo lleno de agua y no hay papel higiénico en ninguno de los WC. Me dirijo al baño femenino a robarles un poco, pero resulta que tampoco hay. Aún no hay nadie en recepción, y echo una ojeada por los alrededores por si hubiese un stock a la vista. Me he tenido que apañar con una caja de klinnex que he pillado sobre un mueble...

Antes de salir me he asomado a la calle para ver si continuaba lloviendo y en qué grado. Parece que ha escapado, y está nublado, así que prescindo de ponerme el poncho y salgo solo con el chaquetón puesto y la funda sobre la mochila. Me apena cuando tengo que poner la funda a la mochila y ocultar la vieira y la calabaza que de ella cuelgan. Como ya comenté en otra publicación, yo uso la misma vieira y calabaza en todos mis caminos. La calabaza me acompaña desde Mallorca y no exagero si digo que debe llevar conmigo al menos 15 años, y la vieira la compré en el viaje a Galicia que regalé a mi madre y una de mis hermanas en el verano de 2016, en una de las tiendas que abren junto a la puerta de la Catedral de Santiago frente a la Hospedería de San Martín Pinario. Para mí son mis compañeras imprescindibles de camino, es como si ellas también lo vivieran y se empaparan de todo lo que vivo, y taparlas con la funda para la lluvia es privarlas de la experiencia y cegarlas. Solo una vez no me acompañaron en mis seis caminos, y fue en el Camino Primitivo, que me olvidé incomprensiblemente de meterlas en la mochila cuando ya las tenía preparadas para guardarlas protegidas el último día. Que pena más grande me recorrió el cuerpo..., fue como si las hubiese perdido. Entonces adquirí una vieira nueva en la Catedral de Oviedo, que al finalizar el Primitivo aguarda a otro momento especial en el que deba volver a acompañarme.

Al abandonar el albergue me he dirigido, como en mayo, al cercano Café Bar Os Casqueiros. No he visto peregrinos aquí ni en esta ni en la anterior ocasión. Sin embargo, este bar, de los de toda la vida, me ganó por sus deliciosas, tiernas y grandes napolitanas rellenas de chocolate. En esta ocasión he sucumbido a la gula dulce y me he zampado dos, junto a un calentito café con leche. Energía para esta penúltima etapa que nos lleva hasta O Pedrouzo.

A pesar de salir a caminar  con energía y ganas, mi pensamiento está en los pies. Al estar lloviendo me he puesto las botas, y me están mortificando los dedos meñiques. Todas las mañanas igual, tengo que pasar por el peaje del rato doloroso hasta que los pies entren en calor y me acostumbre relativamente a las molestias. Así que de momento camino despacio, enfilando la Rúa do Carmen, donde se unen como afluentes todos los peregrinos que llegan de los diferentes alojamientos repartidos por la ciudad. Me gustan de esta calle las casas con los típicos soportales inferiores, esa especie de pasillo de columnas que sostienen la casa sobre nuestras cabezas, y que se pueden ver en muchos lugares del Norte.

Pronto salimos al campo y comienza el sendero de tierra y bosque, jalonado al principio de pequeñas parcelas habitadas. ¡Me he encontrado con el "compadre" que ayer me dejó preocupado!. Me he alegrado al verlo caminar, con sus dos bastones. Se lo he comentado, que su compañero me adelantó antes de llegar a Arzúa ya anocheciendo y sabiendo que él también estaba perjudicado y caminaba lento, temía que tuviese problemas, pero lo afrontó sin inconveniente alguno, y eso sí, no se movió ya de su habitación ni para salir a cenar. 

Los piés me están molestando demasiado y ha empezado a caer un "chirimiri". He pensado que "de perdidos al río" y que no quiero caminar sufriendo, así que me he parado a un lado del camino a cambiarme el calzado y ponerme las zapatillas deportivas, aunque se me puedan mojar, y en lugar del poncho me he puesto la chaqueta impermeable roja y la gorra, que de momento me bastan para la lluvia fina y el frío, y dejo el poncho a mano por si empeorara la situación. Esto último no solo no ha ocurrido, sino que de pronto ha parado de lloviznar, el sol ha comenzado tímidamente a abrirse paso y el cielo nos ha regalado un precioso arco iris que cruzaba la pradera verde para darnos ánimos, que la lluvia de esta mañana solo ha sido para lavarle la cara al bosque y poner guapa y brillante la hierba verde que nos rodea.

El momento tan bonito, de esos que te llevan a "ser consciente" de lo que te rodea, lo alteró la presencia del chico que porro en mano esperaba sentado en la puerta de la Iglesia de Portomarín a que su compañero saliera de misa, el cual caminó un rato charlando conmigo, encantado al igual que yo con lo que teníamos alrededor. Pero su amigo se hizo notar, no sé si para reclamar la atención de su acompañante o para caer en gracia, con comentarios ordinarios que no venían a cuento, sacando de contexto el paisaje.  Me adelanté aligerando el paso para evitarlo y justo un poco más adelante, mira qué casualidad, los tres chavales que en la etapa de Portomarín a Palas de Rei, en el área de descanso antes de llegar a Gónzar, hacían cálculos de cuántos porros podían hacerse para lo que les quedaba de camino con el "chocolate" que portaban. Se habían detenido porque por lo visto sus cálculos fueron infructuosos y se quedaron sin stock, y de algún modo (no sería por el olor, no...) sabían que el otro que venía detrás a lo mejor podía compartir "algo" con ellos. Se preguntaban entre ellos quién se animaba a ir a preguntarle si llevaba suficiente para compartir. Así que allí los dejé, consultándose entre ellos en voz alta y compartiendo sus penas por la escasez del suministro. Cosas del camino actual ...

Continuaremos caminando por senderos de tierra rodeados de bonitos bosques que de vez en cuando reclaman tu mirada hacia determinados rincones, cachitos de paisaje o pequeñas estampas que merecen una fotografía. Hoy el campo está especialmente bonito. El verde de las praderas es espectacular, no hay demasiado barro a pesar de la lluvia anterior y todo el paisaje en sí es una antesala para la imaginación de lo que debe ser el camino en invierno, asemejándose más al que viví entonces, en esta etapa, a principios de diciembre de 2019, aunque las hojas marrones de los árboles acumuladas al borde del camino nos recuerdan que aún estamos en Otoño.







Hay un lugar al que tenía ganas de llegar, sopesando si continuaría abierto, y se trata de Casa Tía Dolores. Efectivamente aún estaba prestando servicio a los peregrinos, aunque su terraza hoy estaba mucho más desangelada que en mayo, cuando con la "cerveza peregrina" a mano alzada sonaban los cánticos, y los rotuladores blancos de tippex eran reclamados en todas las mesas. Quizá el frío hace ya un poco más desapacible sentarse en ese espacio sombrío rodeado de frágiles esculturas de vidrio a base de botellines de cerveza que no terminan nunca de evolucionar y crecer con las aportaciones de todos los peregrinos que aquí se detienen a descansar. Para los que hayan leído mi publicación sobre esta misma etapa el pasado 25 de mayo, finalizando el Camino Primitivo, y saben lo que me ocurrió, entenderán que lo primero que hice cuando entré al recinto de este bar fue localizar la botella que yo mismo serigrafié con un recordatorio, como todo el mundo, para ver si continuaba en el mismo lugar. Y gratamente, tapada por algunas hojas secas del árbol cercano, allí se encontraba en el mismo lugar, arropada por muchas otras botellas que llegaron después en estos meses que han pasado (ENLACE A LA 13a ETAPA CAMINO PRIMITIVO DE SANTIAGO: ARZÚA  - O PEDROUZO)


Contento me he dirigido entonces al interior del establecimiento a por un pincho de tortilla y una copa de vino, que ya era hora del aperitivo que alegra el cuerpo hasta la hora del almuerzo. Tras esto, no esperes poder sellar tu credencial en este lugar:  por lo visto el sello del establecimiento, a disposición de los peregrinos para el "self service", algún peregrino se lo ha "agenciado" y puesto que según el responsable del bar no es la primera vez que les pasa ha decidido no mandar a hacer uno nuevo. Me sorprende mucho que el fervor por el camino de Santiago lleve a algunas personas a hacer esto, apropiarse de un tampón de tinta como recuerdo de su paso por el Camino Francés, sin pensar que ese gesto deja a continuación sin sello en la credencial a los peregrinos a los que les gustaría llevarse estampado este recuerdo de un lugar que se antoja emblemático en el camino. Seguramente en alguna vitrina o cajita de recuerdos andará lejos de Galicia.



Desde aquí el camino se hace aún más apacible a la vez que extraño. No hay casi peregrinos con los que cruzarme, y las atestadas terrazas de los bares a mi paso están vacías, y muchos de estos locales, algunos de ellos de efímera apariencia, ya cerrados. Observo la pradera donde me recosté a tomar el sol sobre la fresca hierba en mayo, hoy demasiado húmeda para imitar el gesto, y me entretiene más localizar la procedencia de unos gritos de mujer que se afanan en que su mascota le haga caso y acuda a su llamada. En algún lugar dentro de la propia finca se ha debido esconder el travieso cachorro para angustia y sofoco de su dueña 

He decidido parar a almorzar de nuevo en el Restaurante O Ceadoiro, antes de llegar a Santa Irene. En este lugar, que conocí en mayo, la simpatía y el buen trato están asegurados, y no te faltará mesa en su inmenso local. O Ceadoiro significa "granero" en castellano, y me imagino que esta enorme casa que acoge el restaurante, hoy junto a la carretera N-547, debió tener funciones agrícolas en los terrenos de alrededor . El menú ha consistido en caldo gallego de primero (creo que he probado todos los caldos del camino) y de segundo unos huevos fritos camperos con chorizo y patatas fritas que, como dicen en mi tierra "quitan el sentío". Que soy fan del caldo gallego no cabe la menor duda. Si no fuera por el peso en la mochila, me hubiese comprado unas latas de esta afamada receta que vi en un supermercado etapas atrás para llevarme a Sevilla. Tengo que averiguar cómo poder completar los ingredientes en Sevilla, o adquirir estas latas online.

Con el estómago bien lleno, cafelito cortado y postre de por medio incluido, me he dispuesto a enfilar el último tramo hasta O Pedrouzo. Cuidado al cruzar la N-547, porque no hay paso de peatones, es de doble sentido y bastante ancha. El camino continúa junto al restaurante que hay justo al otro lado de la carretera, llamado O Empalme, y los coches aparcados suelen ocultar el mojón que indica el camino a seguir. Tómate con calma lo que queda y disfrútalo, que ya es solo un paseo que, como el atardecer que te acompaña anunciando el ocaso, apura las últimas horas de tu camino. Recuerda que esta va a ser la última noche que pasarás en él antes de llegar a Santiago.

Me he cruzado con tres peregrinos con los que he coincidido varias veces a lo largo del camino, dos hombres y una mujer que me imagino son familia. Hemos charlado un poco y les he animado a coger el corto camino complementario que nos desvía por la Capilla de Santa Irene cruzando la carretera por un paso subterráneo a la izquierda del camino. Justo al salir del túnel te encontrarás con la antigua y para mí preciosa Fuente de Santa Irene, y un poco más arriba siguiendo el camino, la Capilla del mismo nombre. Esta es la tercera ocasión que paso junto a la fuente, las dos anteriores con pena al llegar y comprobar que no manaba agua de ella, pero justamente hoy por fin, un chorro de agua caía a su base, y con gozo he llenado mi botella. Según la web de santiagoturismo.com está fuente es "muy concurrida por los peregrinos, ya que se conoce como la Fuente de la Eterna Juventud, y según cuenta la leyenda, todo aquél que se lave con su agua se conservará siempre joven". Si realmente es tan concurrida, ahora entiendo por qué se queda sin agua, aunque imagino que, si recibe visitas, es mayormente por parte de los lugareños, ya que siempre que paso por aquí, este pequeño, tranquilo y precioso desvío está siempre vacío, y la mayoría de peregrinos pasan de largo. En este paraje especial jalonado de robles, que desprende una energía muy bonita, se celebra la Romería de San Pedro cada 29 de junio. Ahora solo me falta conseguir en otro futuro camino encontrarme la Capilla de Santa Irene abierta (y lavarme la cara con el agua de la fuente, que yo me la he bebido, aunque dicen que si estás sano por dentro eso se refleja por fuera, ¿no era así?).



Cuidado de nuevo al cruzar la N-547 para regresar al camino principal. Ahora ya solo nos queda otro paseíto atravesando A Rúa y llegaremos a las postrimerías de O Pedrouzo. Arrivaremos de nuevo a la N-547 y aquí puedes decidir continuar por la carretera ( lo indican flechas amarillas pintadas sobre el asfalto) para adentrarte en la localidad y dirigirte por fin a tu albergue seleccionado, o hacer un último esfuerzo cruzando la carretera y continuar el camino principal atravesando un tupido y fresco bosque de eucaliptos que nos llevará igualmente  casi hasta el centro del pueblo, a la altura de un polideportivo. Esta es la opción que tomamos en 2019 (no en mayo de este año), así que he vuelto a recorrerlo. Cuando llegues a la calle del polideportivo deberás de coger a la izquierda para entrar al pueblo, pero antes fíjate que justo enfrente continúa el camino adentrándose en otro frondoso bosque. A este punto deberás regresar mañana para iniciar la última etapa que te llevará a Santiago.

Para pernoctar, como en mis anteriores pasos por aquí, regreso a otro de mis albergues preferidos, Albergue Cruceiro de Pedrouzo. Aquí siempre soy bien recibido y me gusta que a pesar del tiempo transcurrido desde la última vez te recuerdan como si fuera ayer. El albergue, como ya he mencionado en anteriores ocasiones, es económico y muy grande. Me encanta la habitación de la planta baja con sus enormes cristaleras que dejan pasar la luz a raudales y otear el campo, y su baño amplio como el vestuario de un campo de fútbol. En esta ocasión está muy concurrido, como si todos los peregrinos que no me he cruzado por el camino, y mira que soy lento caminando, se hubiesen transportado en globo. Reconozco caras de albergues pasados, algunos bastante ruidosos. Se nota la euforia del viaje que se les acaba y entre el tumulto de idiomas que se entremezclan se intuyen recuerdos y anécdotas que se comparten en torno a las mesas del comedor de arriba, del que bajan escaleras abajo, y bien temprano, diferentes aromas que se turnan según los menús cocinados por los peregrinos que hacen cola en la cocina. He podido disfrutar esta última noche de un rinconcito para mí solito, detalle de esta casa a la que espero volver muchas veces.

Tras la ducha de rigor y el cambio de ropa, he pegado una pequeña cabezadita para después dirigirme a cenar también en esta ocasión al Restaurante O Km 19, donde he tirado de menú diferente: pasta y filete con patatas, que el caldo ya me va a salir por las orejas. Este restaurante, que se encuentra como en medio de la nada en un páramo oscuro donde se adivina el establecimiento gracias a su iluminación, lo frecuenta mucha gente joven y la comida está bastante bien. Solo tiene dos pegas que dejo como aviso para los que como yo se aventuren a visitarlo: la primera, que si acudes de noche para cenar debes tener mucha precaución en el estrecho camino sin acera ni arcén que te lleva hasta el restaurante ya que no cuenta con iluminación alguna y también transitan vehículos por él que ademàs se adentran provenientes de una curva. Una conductora a toda velocidad (a quién se le ocurre en este tramo) casi me lleva por delante cuando caminaba de vuelta. La segunda pega, que ya mencioné la primera vez que lo visité, es que no se puede pagar con tarjeta de crédito o débito, así que no olvides ir provisto de cash si no quieres pasar un mal rato.

Al salir del restaurante he caminado tranquilo (exceptuando el susto de la aguerrida lugareña que casi me atropella) de camino al Albergue. Se han levantado el frío y el relente, y aunque me animaría a caminar un rato a pesar de mi cojera, el cuerpo me pide meterme en la litera, taparme con mi saco calentito y como mucho ponerme a escribir. Empiezo a sentir en el estómago los nervios de mañana y la tristeza que te invade cuando echas la vista atrás y piensas en el día que comenzaste, la gente que has conocido y que ahora no sabes por dónde van...

Mañana, si Dios y el Apóstol quieren, llego a Santiago de Compostela...

Buen Camino!

INFORMACIÓN PRÁCTICA Y ENLACES:

Rúa Xosé Neira Vilas, 26 (Arzúa)
+34981500581
+34616759447
info@alberguevialactea.com


Praza de Galicia, 2 (Arzúa)
+34981500004

Lugar de Ferreiros, 4 (Ferreiros)
+34644473004

San Miguel de Cerceda, 18 (Santa Irene - O Pino)
+34981511348

Avda. Igrexa, 7
+34981511371
+34629518204
reservas@alberguecruceirodepedrouzo.com

Avda. de Compostela, s/n - A la entrada de la población , junto a la carretera (O Pedrouzo)

Rúa Picón, 2 (O Pedrouzo)
+34646555825



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Botón SOS: protección reforzada para colectivos vulnerables. Envía una alerta urgente al centro policial más cercano junto con tu posición y una grabación de audio de 10 segundos de lo que está pasando.

Guardián: comparte tu posición con los tuyos o con los servicios de rescate. Tu posición será enviada periódicamente para que puedas ser localizado rápidamente en caso de incidente.

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