
2 de noviembre de 2022.
Ruido, mucho ruido desde primera hora de la mañana, es lo que tienen los albergues grandes, aunque en mi habitación se han portado bien esta mañana, sobre todo después de que ayer noche le dejara claro a uno gestualmente hablando que si hay compañeros durmiendo la puerta al entrar o salir se cierra.
Miro por la ventana y de momento el día no se presenta mal. Desde la habitación se aprecia la Iglesia de San Tirso, y peregrinos abandonando el albergue. Como siempre, me he preparado tranquilo, despacio, como despacio salí del albergue y caminé para llenar mi botella en la fuente que hay justo frente al alojamiento para a continuación pararme un instante en la escalinata de bajada de la Iglesia, mirar a mi alrededor y recordar. Frente a mi, de esquina, tengo al Albergue Castro, donde pernocté en 2019. Pensaba desayunar en su cafetería, justo debajo del hospedaje, pero estaba cerrado. Cerca de aquí, también en 2019 tuve que acudir a una farmacia a comprar algo con lo que proteger el dedo meñique de mi pié izquierdo, igual de maltratado entonces como ahora, y una crema para aliviar una enorme rozadura en la ingle. Este año a la rozadura de la ingle le ha sustituido el dedo meñique del pié derecho. Definitivamente, y echando la vista atrás, estas botas no le vienen bien a mis pies y es hora de cambiarlas. De hecho ya no me alivia ni caminar con las zapatillas deportivas ligeras que he usado en algunos tramos, pues al no ser un calzado preparado para este tipo de caminos y tantos kilómetros, me está provocando ampollas en las almohadillas de los pies.
Un poco más adelante del Albergue Castro, un pequeño tumulto de peregrinos a la entrada de un local delata el bar cercano que necesitaba para desayunar. Se trata del Bar Britania, a pié de camino, donde me he zampado una enorme rebanada de pan gallego tostado con mantequilla y mermelada y un café con leche. Es increíble lo bueno que está el pan gallego, de hecho cada vez que me lanzo al camino creo que me como de pan lo que no me como a lo largo del año en mi tierra, donde descuido hasta desayunar bien. En este lugar están acostumbrados a atender a los peregrinos, y desde la barra surten rápidamente tostadas o huevos con bacon para el paladar de multitud de nacionalidades.
Con la animosidad que le otorga al cuerpo un buen desayuno me he puesto por fin en camino, contento porque además ha comenzado a salir el sol. Entre el trasiego de peregrinos a la salida de Palas de Rei me he percatado de un cartel elegantemente enmarcado a un lado del camino, junto a una pequeña alberca y un árbol. En el cartel una colorida argumentación que mezcla las notas musicales con la tabla periódica de los elementos. De fondo se escuchaba un "tintineo" que a algunos de los que paramos a observar nos llevó a pensar en alguna especie de fuente y órgano de agua que producía música, aunque nada más lejos de la realidad, solo se trataba de un móvil o campanas de viento que colgaban del árbol y agitaba el aire. ¡Cómo nos sugestionamos ante lo rimbombante de un marco de madera dorado junto a una vieja alberca en un sendero campestre...!


Curiosamente no conservo demasiados recuerdos de este tramo desde Palas de Rei hasta Melide, pero sí ha habido uno con el que me ha hecho mucha ilusión reencontrarme en San Xulian do Camiño: la Iglesia de San Julián (o San Xiao) abierta de nuevo a los peregrinos, y dentro dando la bienvenida el Padre Quinteiro (o Manolo). Me ha alegrado mucho verlo aún con tanta energía tres años después. Le he recordado cuando me mostró el certificado que acredita su encuentro con el Barón de Tesalónica, que plastificado muestra orgulloso como una reliquia a todos los peregrinos, y ha vuelto a enseñármelo que para eso siempre lo tiene a mano. Le ha gustado saber que en mi blog ya hablé de él en mi primer camino, y se ha molestado cuando al sellar mi credencial ha visto el sello que me estamparon torcido en la Iglesia de San Tirso en Palas de Rei: "las cosas se hacen bien o no se hacen" dijo. Claro que sí....; Espero que Dios y el Apóstol Santiago lo cuiden muchos años más para que otros tantos peregrinos puedan conocerle, pues forma parte intrínseca del Camino de Santiago y su corte de personas especiales que, si el camino quiere y tú pones interés, tendrás la oportunidad de conocer. No dejes de pasear por el interior de esta Iglesia románica de finales del siglo XII: dicen que San Julián (llamado también el pobre) era el patrón de los gremios que ofrecen ayuda y acogida al peregrino, y que las ermitas o santuarios bajo su advocación fueron pensados para ofrecer protección a los peregrinos que se acercaran (info: lossellosdelcamino.com). Continuando camino pasaremos por pequeñas poblaciones de las que yo llamo pintorescas o "muy ordenadas": limpieza, arquitectura interesante y restaurada, mucha piedra, tranquilidad, floreadas macetas y ni un alma lugareña, exceptuando los peregrinos que las atraviesan y se detienen a hacer fotos. Así es en la propia San Xulián y continuando por Pontecampaña, Casanova, Leboreiro...
En Pontecampaña, una vez pasado el Albergue Casa Domingo (con su característica y gigante vieira blanca que cuelga de la fachada) hay que tener precaución porque llegamos a un punto donde la señalización no es del todo visible (hay una flecha pintada en un contenedor de basura que espero no mueva nadie): el camino continúa de frente, pasando unas fincas que dejamos a la derecha, y sin embargo mucha gente, sobre todo si va conversando, se despista y continúa por un camino que sigue a la izquierda. Así le ocurrió a mi compañera en 2019, que creyó adelantarme y acabó perdiéndose, y en esta ocasión a un grupo de tres madrileños a los que estuve a tiempo de gritarles para que retrocedieran. Continuamos caminando un rato juntos, para uno de ellos era su primer camino y venían desde Sarria. Pusieron mucho interés en lo que les contaba de mis caminos, y seguramente en un futuro acabarán haciendo el Inglés. Nos separamos porque caminaban más rápido que yo, pero volvimos a coincidir cuando paré a tomar un café antes de llegar a Leboreiro, en Terraza Casanova, un alto en el camino con mucho ambiente peregrino. Al menos esa era mi intención, tomarme un café con leche, pero al acercarme a la barra del bar y ver la hermosa tortilla de patatas que se exhibía me hizo cambiar de opinión y decantarme por el pincho de tortilla y una copa de vino Mencía. En la terraza estaban los madrileños, que me invitaron a sentarme con ellos a su mesa. No habían reservado alojamiento aún en Arzúa, así que les recomendé el Albergue donde me he alojado en las dos anteriores ocasiones, Albergue Vía Láctea, y posiblemente allí volveremos a encontrarnos. Un rato después ha llegado Antonella. Nos alegramos mucho siempre que nos encontramos, y en esta ocasión, teniendo en cuenta que nos vamos quedando sin etapas, le he pedido hacernos una foto juntos por si no nos vemos.
Los madrileños ya se han marchado antes que yo. Me ha llamado la atención que uno de ellos tiene el mismo modelo de bastones de Nordic Walking que uso, incluso de los mismos colores, un antiguo modelo de Decathlon que ya no se vende desde hace años. No soy el único al que le gusta guardar fidelidad a compañeros de viaje...; Cuando yo he marchado quedaba Antonella en la terraza, y así como siempre volvemos a separarnos un tramo.
Antes de llegar a Leboreiro fíjate en este punto donde se encuentra la escultura de Santiago de Compostela, pues a partir de aquí, en un cruce con bastante tránsito de tráfico, abandonamos la provincia de Lugo y entramos en La Coruña.
Pasado este lugar he vuelto a detenerme donde lo hice en 2019 para sentarme sobre un murete de piedra, uno de esos lugares que me llaman a descansar y recordar. Recuerdo entonces un peregrino joven que acompañaba a sus padres ya mayores haciendo el camino, despacio, sin prisa..., y que se detuvieron también a descansar un poco antes que yo. Me gustó esa imagen del muchacho adaptándose al ritmo y las necesidades de sus padres. A cambio estoy seguro le quedará un bonito recuerdo indeleble para toda la vida. A mí me entristeció recordar que me hubiese gustado hacer algún tramo alguna vez con mi madre, y de hecho quiero volver a Santiago antes de que acabe el Año Santo para traerla a ella, pero por desgracia el maldito Alzheimer se está llevando también sus fuerzas y su forma de ser además de los recuerdos...
En Leboreiro te encontrarás con una enorme cesta de mimbre cubierta por un tejadillo vegetal que deja volar la imaginación a la hora de encontrarle explicación al monumento. Sin embargo no tiene nada que ver con una cesta de mimbre contemporánea, sino que se trata de un "Cabazo gallego", y este en concreto conocido como "Cabeceiro de Leboreiro". Los Cabazos son hórreos, y esta es su versión más antigua o primitiva. Sirven como granero, para secar y guardar el grano, siempre en alto para alejarlo de la humedad del suelo y protegerlo de los animales. Curioseando por internet he podido saber que realmente la terminología "Cabeceiro" se refiere a otro tipo de estructura entretejida de ramas como el Cabazo, pero más alargada en lugar de cilíndrica. Me alegro de haberme podido parar a conocerlo pausadamente, pues en 2019 pasé de largo por el motivo que fuese y me dio pena no haber reparado en él al verlo en las fotografías de otros peregrinos en los grupos de Facebook.
Hablando de hórreos, me he dado cuenta de que esta etapa es un compendio nutrido o representación de todos ellos, pues a lo largo del camino, si observas, nos cruzaremos con muchas de estas estructuras que se erigen con mayor o menor utilidad, mejor o peor conservados, pero salvando el paso del tiempo y superando modernidades. A continuación dejo imágenes de los que a mí me han llamado la atención, además del que da comienzo a esta publicación de mi blog:
Desde aquí hasta Furelos, el camino es un paseo por un agradable entorno rural, un sufrido tramo empedrado que cae como una alfombra sobre una pradera verde y tramos cercados de verde, húmedo y precioso bosque. El Puente sobre el Río Seco será la antesala de su hermano mayor, el precioso puente medieval del siglo XII que nos permite acceder a Furelos y su pequeño y compacto casco. Al mirarlo de lejos pareciera que se siente la presencia imaginaria de soldados que autoricen la entrada a la villa. Merece la pena sentarse un rato antes de cruzar el puente a contemplar este hermoso paisaje y escuchar el sonido del agua que tanto reconforta y que al menos a mí me deja ensimismado como el que observa el fuego de una buena candela.
Tenía ganas de llegar a Melide, imagino que como la gran mayoría de peregrinos que, ya sea por el Camino Francés o por el Primitivo, llegan a Melide pensando en sus afamadas raciones de pulpo . En mi caso, no por el cefalópodo, pero sí para descansar y comer caliente. El lugar elegido ha vuelto a ser la Pulpería A Garnacha, donde me he tomado mi tiempo para disfrutar de mi querido caldo gallego y unos buenísimos huevos fritos con chorizo, acompañado de dos copas de vino Mencía. De postre unas natillas caseras con galleta y un café cortado, y ya estamos listos de gasolina para enfilar el último tramo de esta etapa hasta Arzúa. Listos solo de gasolina..., porque de rodamientos ha costado más: se me han enfriado los pies y las ampollas y meñiques me vuelven a doler muchísimo. Conociendo la etapa, se me hace largo pensar en Arzúa, y son ya casi las 16:00 de la tarde cuando todavía no he dejado atrás Melide. He decidido tirar por el camino complementario que lleva por la Plaza del Convento (de todos modos el acceso al camino principal estaba en obras) y he parado a visitar la Iglesia de San Pedro (antiguo convento franciscano) y tomar algunas fotos del Ayuntamiento.
A la salida de Melide me he detenido a orar junto a la Iglesia de Santa María, ese pequeño contenedor de secretos y misterios que pude conocer en mayo regresando del Camino Primitivo gracias a José Antonio Vicente, su entusiasta anfitrión. Aquí he orado y rogado que dejara de dolerme sobre todo el pié izquierdo que se ha puesto cabezón y no quiere continuar camino. Y no sé si me creeréis pero, cosas del Camino, al poco tiempo ha empezado a dejar de dolerme paulatinamente para felicidad mía, y yo no he podido evitar pensar repetidamente en esa joya románica que es la Iglesia de Santa María, su titular la Virgen de las Nieves y mi petición de hace pocos instantes.
A partir de aquí el camino ha sido todo un regalo, pues aunque parezca increíble, y con la infinidad de peregrinos que venían atrás hasta Melide, no me he cruzado mas que con un solo peregrino que me ha adelantado. Imagino que la mayoría irán mucho más adelante que yo, y que otro tanto ha decidido dividir esta etapa en dos y pernoctar en Melide, como el caso de Antonella, la peregrina italiana. Es por eso que me quise hacer una foto con ella, porque a partir de hoy irá una etapa por detrás. Qué largo parece el camino cuando pienso en ella y la recuerdo caminando despacio desde Villafranca, o subiendo hacia O Cebreiro. El caso es que he podido disfrutar solito de uno de los tramos más bonitos de estas últimas etapas, y algunos de los puntos donde la gente hacía cola para hacerse la foto de rigor. Al siguiente vídeo me remito:
Me he sentido muy agusto y tranquilo en esta parte del camino, y comenzando a anochecer he llegado a la siempre tranquila y bonita Ribadiso. Alguna vez tendré que parar aquí a pernoctar en su Albergue Público, porque me apetece mucho, y en Arzúa ya he parado dos veces con anterioridad. En Ribadiso me gusta sentarme pasado el puente medieval que debemos cruzar frente a la entrada del Albergue Público de la Xunta, y acercarme a tocar el agua del río. He visto que ahora al albergue lo complementa un restaurante con terraza justo al lado que no se si abrirá todo el año. En noviembre de 2019 creo que la oferta era un solo bar antes de llegar al albergue. Sentado y recordando, ha llegado uno de los dos "compadres" andaluces, que siempre camina más adelantado que su compañero, compañero al que este primer camino se le está haciendo eterno pero que no le resta ni un ápice de entusiasmo, terminando cada etapa como puede y siempre caminando. Le pregunté por él y me dijo que lo había esperado un rato pero que decidió continuar. La verdad es que me quedé un poco preocupado por el compadre rezagado, porque su compañero me adelantó incluso a mí y ya estaba oscureciendo bastante. A partir de aquí la iluminación es prácticamente nula hasta casi entrar en Arzúa y se hace necesario la linterna frontal. Yo ya me sé el recorrido, pero si es su primer camino puede que le cueste encontrar las señales. Menos mal que se alojan en el primer hotel casi a la entrada de la población, porque va a llegar reventado.
Como comentado, en Arzúa vuelvo a alojarme en Albergue Vía Láctea, el que ya he dejado claro por las dos anteriores ocasiones que es uno de mis albergues favoritos. Sin embargo, en esta ocasión me he quedado un poco contrariado pues cuando llegué resultó que no tenían operativo el albergue de la planta superior que era el que yo conocía y que es todo comodidad, sino que habían abierto para el público en general las habitaciones de la planta baja y que yo tenía entendido usaban sobre todo para grupos escolares. Esta parte es mucho más vieja, los baños eran más pequeños y estaban encharcados y las habitaciones no tenían ventanas exteriores. Me sentí mal sobre todo por los tres madrileños, al que había vendido las bondades de este albergue y aquí se dirigieron. Cuando me los encontré, obviamente me comentaron que no era lo que esperaban y que parecía un albergue municipal o peor. Les pedí disculpas porque no era el albergue que yo les describí. En adelante tendré la precaución de preguntar qué parte del albergue tienen habilitada al hacer la reserva para que esto no vuelva a pasar, y recomiendo lo mismo. Con la planta superior abierta, os aseguro que es un fantástico albergue y de los más económicos del camino en cuanto a albergues privados se refiere, con una atención muy correcta, sobre todo por parte de Carmen, que lo regenta y que en esta ocasión, como en mayo, estaba fuera de Galicia. Quiero pensar que algún problema puntual les ha impedido tener abierta la parte superior y se han visto desbordados.
Para cenar, de camino al albergue recién llegado a la localidad le eché el ojo a una pizzería con muy buena pinta. Tenía antojo de pizza desde Palas de Rei, pero no me recomendaron la pizzería cercana al albergue de allí, así que esta noche me dirigí a este para saciar mi antojo y cambiar un poco el nenú. Se trata de la Pizzería Il Fornaccio, a pié de camino, todo un acierto. Estaba abarrotada para ser día laborable y tuve que cenar en la barra, pero mereció la pena porque la "Pizza Maialona" por la que me decanté de toda la variedad de la carta, elaborada allí mismo (desde la barra puedes divisar la cocina abierta y el trabajo de los maestros), era enorme y estaba deliciosa.
Mañana toca enfilar la penúltima etapa hasta O Pedrouzo. Esto se está acabando de nuevo, así que me lo tomaré con calma, aunque después me anime pensar en los días de asueto que siempre me tomo en Santiago, pero no puedo dejar de pensar ya en todo lo vivido y la gente que he dejado de ver...
Buen Camino!
INFORMACIÓN PRÁCTICA Y ENLACES:
Travesía da Igrexa, s/n (Palas de Rei)
+34982380711
info@alberguesanmarcos.es
Avda. de Compostela, 19 (Palas de Reí)
+34660396820
Rúa da Igrexa, s/n (Palas de Rei)
+34982374090
Lugar San Xulian, 18 (San Xulian do Camiño)
Preg. por el Padre Quinteiro
Lugar Casanova (San Xoan de Mato)
+34650422964
Camilo Vello de Santiago, 2 (Melide)
+34981507347
+34605883268
garnachamelide@gmail.com
Rúa Xosé Neira Vilas, 26 (Arzúa)
+34981500581
+34616759447
info@alberguevialactea.com
Rúa Cima do Lugar, s/n (Arzúa)
+34981518505
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Botón SOS: protección reforzada para colectivos vulnerables. Envía una alerta urgente al centro policial más cercano junto con tu posición y una grabación de audio de 10 segundos de lo que está pasando.
Guardián: comparte tu posición con los tuyos o con los servicios de rescate. Tu posición será enviada periódicamente para que puedas ser localizado rápidamente en caso de incidente.
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