1ª ETAPA CAMINO DE SANTIAGO PORTUGUÉS CENTRAL: OPORTO

30 de Diciembre de 2021.

"Vive caminando hacia lo que a ti te hace feliz, ya que vivirás contigo toda tu vida".

No he salido muy temprano, a las 8 a.m. puse el despertador, pero siempre me ocurre que a la hora de organizar por primera vez la mochila para salir pierdo muchísimo tiempo. Al segundo o tercer día esto no sucederá, que ya te conocerás tus propias rutinas. El día nos ha regalado a los peregrinos una preciosa jornada de sol y se puede ver en las fotos: ¡ni una nube!, y eso que a mí me encantan. Pese a que el Albergue de Peregrinos do Porto estaba a pie de camino y bien arriba, bajé hasta la Praça de Carlos Alberto, a seguir las primeras señales del camino. En muchos puntos las flechas amarillas coincidirán con las flechas azules, en sentido inverso, señalando el Camino hacia Fátima: un objetivo para el futuro. Por el camino parada a desayunar un buen bollo relleno de crema para coger energía y un café. Y vuelta para arriba...;

El paisaje de esta primera etapa es eminentemente urbano, todo por asfalto, acerado y muchos adoquines. A veces se hace monótono, porque las calles o vías por las que pasamos son larguísimas y rectas, y se echa de menos el bosque. A cambio te permite fijarte en la fisonomía de los edificios, las viviendas, las infraestructuras, los servicios, el ir y venir de la gente..., todas estas cosas que estando en un país distinto te gusta conocer y comparar. En algunos tramos, una vez se pasa por Moreira, el Polígono Industrial de Maia y sobre todo Vilar, no hay apenas ningún arcén ni acerado y los coches casi te rozan. Hay que tener cuidado. No se trata de tener miedo, pero sí respeto y extremar las precauciones, porque en algún punto a lo peor solo tienes a tu lado para arrimarse una pared llena de zarzas o un canalón de agua.

No he visto fuente alguna, aunque la verdad es que toda la etapa cuenta con numerosos servicios para comprar agua. Saliendo del polígono de Maia está el Restaurante Cervejaria Stone , donde me he comido mi primera 'francecinha" haciendo caso a las buenas recomendaciones, y la verdad es que estaba buenísima. Me pedí la especial, supercontundente, con no sé cuántas clases de carne, y todavía por el centro me encontré un huevo. He descubierto que me encanta la cerveza Super Bock, que ya se ha convertido en mi cerveza de referencia para las etapas portuguesas.

Se extrañan los deseos de "buen camino", de hecho no me he cruzado con ningún otro peregrino y de mi albergue solo partió uno mucho más temprano que yo, con el que no he vuelto a coincidir hasta el siguiente alojamiento. Es por ello que me ha hecho ilusión un chico que paró su coche en mitad de la carretera para soltarme sonriente un "¡buen camiño!" que me ha llegado al alma. Estoy seguro que debe andar por los foros de peregrinos en Facebook.

Me ha dado un poco de pena pasar por Vairão y no alojarme en su Monasterio. Una espinita que tengo pendiente, para cuando haga alguna vez el Camino de la Costa y me desvíe o repita el Central, nunca se sabe...; En Vilarinho me alojo en Casa da Laura , un albergue o casa de acogida perfecto para el descanso. En mi habitación estoy yo solo, el baño es nuevo y como el de casa, con todo lo necesario, incluidas toallas, y una sensacional ducha de lluvia. Las camas son bajas y grandes, ya están preparadas con sábanas de tela y edredón, y cuenta con un pequeño Office en la entrada con cosas variadas para el desayuno que también entra en el precio, y además nos ha regalado unas pastas y una degustación de Oporto casero buenísimo (a mí no dejarme una botella de Oporto delante que no respondo...). Aquí me he encontrado con Marcio, el peregrino que salió también esta mañana desde mi mismo albergue y que es brasileño pero reside en Lisboa.

El vino de Oporto lo he incluido también en la sobremesa de la cena, que ha sido en un restaurante cercano de comida casera llamado Tasquinha de Sao Brás, regentado por madre e hija que te hacen sentir como en casa y donde he degustado un enorme filete con patatas y huevo frito. De regreso he paseado unos instantes por las calles del entorno que lucen decoración navideña, aprovechando para hacer una videollamada a mi madre y mostrarle el lugar por donde ando.

Al irme a dormir me he dado cuenta de que no llevaba conmigo un rosario que me compré en Santiago al finalizar el Epílogo a Finisterre. Lo puse abrazado a la calabaza que cuelga de mi mochila hace meses, pero nada más salir del albergue esta mañana lo quité porque golpeaba la calabaza y hacía mucho ruido, pasándolo al cinturón de mi riñonera. Creo que debió caerse en el bar donde paré a desayunar y me ha dado mucha pena, pero estoy seguro de que protegerá y ayudará a quien se lo haya encontrado.