CAMINO DE SANTIAGO PORTUGUÉS INTERIOR. Viseu: una janela medieval.
16 de Octubre de 2024.
Me he levantado a las 7:30, aunque despertar me he despertado mucho antes y varias veces, peor que la noche antes de coger un avión. Por un lado la gente que llegó tarde a dormir aprovechando al máximo la noche de Oporto (totalmente entendible teniendo en cuenta que este es un albergue joven y no particularmente para peregrinos...), el ruido de la lluvia incesante y algo de frío que se colaba por la ventana abierta y que tuve que levantarme yo a cerrar, algo enorme y pesado que se ha caído desde la litera de arriba estrellándose como un peso muerto contra el suelo de tarima, otros compañeros de habitación que se levantaban a la vez que se acostaban los que llegaban tarde, continuando con el ruido de pasos y chanclas que se arrastran de un lado a otro, los cajones metálicos que se abren y se cierran...; por lo tanto la noche ha sido una sucesión de micro despertares, y en todos y cada uno de ellos pensaba que ya iba a sonar el despertador. Tengo los ojos que ni llenitos de tierra...
Con resignación me he aseado y he terminado de recoger despacio la mochila, localizando junto a la litera aquello que se deslizó contra la tarima desde la litera de arriba, una enorme y pesada batería externa que dejé sobre el marco de madera de la ventana para que su dueño la pudiera localizar. Y así he abandonado la habitación en el mejor momento, ahora silenciosa y tranquila. He dejado la tarjeta/llave en la recepción y he salido a la calle a saludar un nuevo día en tierra portuguesa. No llueve, pero todo permanece mojado. Inicio el ascenso hasta la estación de metro de São Bento, observando la gente que me cruzo de buena mañana, caminando o en el coche, con ese interés extra que te asalta cuando estás en tierra extraña y analizas todo lo que se mueve imaginando a qué dedicarán sus vidas.
He decidido, ya que voy bastante bien de tiempo, detenerme a desayunar de nuevo en Cafetaria Flor de São Bento , donde sin pensarlo mucho he vuelto a pedirme una meia de leite escura con un enorme croissant relleno de chocolate. Creo que mi relación con la repostería portuguesa durante este camino va a ser bastante provechosa, no tanto para el contorno de mi cintura ni para ese hígado graso que mi médico quiere tener apartado de azúcares. Pero tengo clarísimo que si durante el resto del año me contengo y soy capaz de atar corto mis gustos culinarios y placeres dulces varios, no pienso hacerlo jamás en el trascurso de ninguno de mis caminos mientras pueda, porque también son vacaciones para el alma...
Finalizado el desayuno, me he adentrado ya en el metro para dirigirme a la estación de autobuses, donde debo coger el bus que me llevará hasta Viseu. El billete hace tiempo que lo compré a través de la web de la empresa de transportes Flixbus, que por 6,48 € me trasladará desde la Terminal Intermodal de Campanhã TIC a la Central de Camionagem de Viseu en un viaje de 2 horas de duración, y precisamente en un bus que tiene como destino Madrid (Aeropuerto).
En esta ocasión, en São Bento debo coger el metro dirección Hospital São João y hacer transbordo en la estación de TRINDADE a la línea F (naranja) dirección Fânzeres para bajarme en Campanhã. El título de viaje es el Z2, su precio 1,40 €, y la duración del trayecto es de 20 minutos.
Al llegar a Campanhã salí al exterior hasta una especie de plaza donde se encuentra la Terminal de trenes de Campanhã (donde supe después que en su pequeño edificio del siglo XIX hay también paños de azulejos muy interesantes, y que a pesar de su pequeño tamaño, es la estación más importante de Oporto). Desconozco si hay un acceso directo desde la estación del Metro hasta el acceso a la Estación de Autobuses, yo al menos no lo vi, así que salí a la calle y pregunté a una chica a dónde dirigirme. Mi sensación es de que falta señalización para dirigir fácilmente el tránsito de personas hacia los diferentes modos de transporte en un un nudo tan importante como este.
Finalmente siguiendo la acera por la Rúa de Justino Teixeira llegué a un acceso inferior a un vestíbulo donde ya sí las pequeñas señales van indicando la dirección hacia la terminal de autobuses. Una vez llegamos a la zona inferior, hay que seguir todo recto (imagino q atravesando por debajo la playa de vías de la superficie) dejando a nuestra derecha todos los accesos a andenes hasta salir de nuevo al exterior y encontrar el acceso a la Terminal de Campanhã.
Al llegar a la terminal me di cuenta de que mi autobús no aparecía en pantalla en el tramo horario en el que tenía fijada su salida ( 9:30 horas). Pregunté al chófer de otro autobús de la misma empresa que estaba aparcado en uno de los andenes, que me acompañó a otra pantalla donde él mismo comprobó que efectivamente el autobús n° 745 no aparecía, pero que debía aparecer en cualquier momento.
Los minutos fueron pasando, acercándose la hora de salida del bus, y este continuaba sin aparecer en pantalla, y por lo tanto, yo sin saber a qué andén dirigirme. Así que decidí subir por una escalera mecánica a la parte superior en busca de algún punto de información a los usuarios. Sin embargo lo más parecido que encontré fue una pantalla de televisión táctil e interactiva que no tenía señal...; entré entonces en una oficina de venta de billetes a preguntar, viendo cómo una airada empleada despachaba a una pareja de asiáticos que tenían también dudas sobre su autobús señalando a la pantalla de información, respuesta resumida en una especie de "búscate la vida".
Cuando los asiáticos se marcharon contrariados y sin información, me tocó preguntarle por lo mismo, solo que cuando me señaló a la pantalla se encontró también con mi airada respuesta sobre que la hora de salida de mi autobús se acercaba y este no aparecía en pantalla. Ahí se vió obligada a hacer un sacrificio e interrumpir su valioso tiempo y explicarme que algunas compañías no indican con anterioridad a la estación la plataforma que usará, por lo que se avisa por megafonía inmediatamente tras llegar el bus a la estación. Pensé en la pareja asiática, que habrían regresado menos estresados a los andenes si les hubiesen explicado esta nimiedad.
Me senté en un largo banco alineado contra la pared donde éramos más los extranjeros que los autóctonos para esperar el bus, hasta que este apareció por la entrada de la estación y efectivamente a su vez la megafonía anunciaba su presencia y andén en el que se ubicaría. Distribución de maletas según destino en el maletero y todo el mundo a ocupar sus asientos. Un chico aparece agitado y corriendo pidiendo cambio para poder pagar a un taxi que lo estaba esperando fuera, con el tiempo justo para regresar de nuevo al bus. Y arrancamos...
Fuera está muy nublado y pienso si la lluvia me dará tregua para poder visitar Viseu en el único día que tengo disponible para ello. El haber dormido mal la noche pasada hace mella, y dejo caer el asiento hacia atrás para pegar una cabezadita, ya que al fin y al cabo son dos horas de viaje, pero me voy despertando en todas las paradas intermedias buscando a través del cristal el cartel que identifique la población donde me encuentro, no vaya a ser que me pase de largo...; entretanto nos ha acompañado a ratos la lluvia, a ratos la niebla, a ratos un paisaje que muestra los bocados que los recientes incendios han dejado en el paisaje, y eso me sobrecoge porque no sé lo que me voy a encontrar los próximos días.
La entrada en Viseu desconcierta. El autobús circula por zona residencial y arbolada y no veo la hora de que se plante en la ciudad y ubicarme. Y así llegamos a una grande y moderna estación de autobuses que no me esperaba en el contexto de esta ciudad. A la puerta, unas enormes letras en color amarillo componen el nombre de mi anfitriona, primer selfie obligado de la jornada.
Mi alojamiento se encuentra a la derecha siguiendo la Rua do Adro hasta el comienzo de la Rua Dr. Luíz Ferreira, muy bien rodeado de bares y comercios varios. Antes de llegar, presentarás tus respetos a la estatua del Rey Duarte I de Portugal (llamado también "el elocuente"), nacido aquí en Viseu el 31 de octubre de 1391 reinando tan solo 5 años, desde 1433 a 1438, año en el que falleció víctima de la peste.
He dedicado al alojamiento el tiempo justo para dejar a mano la bolsa de aseo, la ropa para dormir y chanclas para la ducha de después. Y allá que me voy a la calle para degustar todo lo que pueda de esta ciudad que, como los buenos perfumes de frascos pequeños, presenta una concentración de grandes improntas de historia, relevantes monumentos, un museo único y el primer puesto en el ranking de calidad de vida de Portugal gracias también a su configuración como ciudad jardín.
Antes de nada y para ir sintonizando con el ambiente, un pingo sentado en la terraza del cercano Brooklyn Pub, después de haber ojeado la carta de otro local justo enfrente donde una amable señora me animó a. volver para almorzar, y creo que le haré caso.
A pocos pasos, la Praça da Sé, epicentro de Viseu, una gran plaza rodeada de puntos de interés que por si solos ya completarían un día entero de visita sin movernos del mismo lugar. Lo único que le sobran son los coches aparcados a las puertas mismas de la Catedral y del Museo...
Al salir de la Iglesia, la duda será si dirigir tus pasos al Museo de Grão Vasco, en la misma plaza, o a la Catedral. Yo decidí que el Museo, el más grande de Viseu y ubicado en el antiguo Palacio Episcopal, y que acoge entre otras referencias importantes (algunos de ellos considerados tesoros nacionales) la colección del pintor Vasco Fernandes, se merecía una visita pausada que, de llevarla a cabo hoy, me restaría mucho tiempo para poder visitar otros lugares de la ciudad. Así que pasa a mi "bolsa de pendientes" para otra visita posterior.
Me trasladé por lo tanto a la Catedral, pero justo al atravesar su puerta una empleada me hizo saber que iban a cerrar para la pausa de la comida, por lo que decidí visitar el resto de puntos importantes que tenía en mente para dejar la visita a la Catedral para la tarde.
Junto a la Porta do Soar se encuentra una recoleta y preciosa capilla a la que entré justo cuando comenzaba a llover. Se trata de la Capela de Nossa Senhora dos Remédios, un lugar de puertas abiertas y vacío que me invitaba al recogimiento mientras llovía a cántaros ahí fuera. Tiene forma octogonal, y en su interior destacan sus azulejos, la policromía colorida de sus paredes y techo y la pequeña talla de la Virgen que parece que te estuviese esperando y te puso una excusa por delante para pasar un ratito largo con ella. Una inscripción menciona que esta bonita capilla se pudo construir gracias a los donativos de los vecinos devotos en 1742.
La lluvia me retuvo un rato en la capilla esperando a que aminorase el ritmo de la descarga y poder continuar callejeando. Sobre todo ahora que pensaba buscar desde la calle una ventana peculiar que forma parte también de las propuestas imperdibles de la ciudad. Se trata de una janela o ventana manuelina medieval que me costó bastante ubicar, porque ni siquiera algunos de los lugareños a los que preguntaba sabían decirme dónde estaba, y eso que son varios los ejemplares que se pueden encontrar por la ciudad. La que yo buscaba se encuentra en la Rua Dom Duarte, en una torre medieval. Se realizó durante el reinado de D. Manuel I, quien da nombre a este estilo del siglo XVI que refuerza con diferentes motivos y formas puntos concretos o elementos estructurales de los edificios: ventanas, puertas, columnas, arcos...; la janela que tenía ante mí evoca un episodio de Romeo y Julieta con solo mirarla. La tradición sitúa en este edificio el nacimiento del Rey Duarte, aunque no hay certeza de ello
He caminado despacio reparando en detalles como un llamativo escudo de piedra clavado en el pavimento, el Mercado 2 de Maio en la Rua Formosa, que oculta una plaza llena de vida en su interior protegida por un lucernario de vidrio fotovoltaico que además de hacer sostenibles a los locales del interior facilita el encuentro de vecinos y visitantes sin depender de la climatología, y la escultura del escritor Aquilino Ribeiro, abstraído del entorno sentado en su escritorio de bronce, y que al no contar con pedestal podría parecer perfectamente un mimo que lo homenajea y lo trae de vuelta...
Calle abajo por Rua Formosa busco otro de los hitos imperdibles, la Igreja da Orden Terceira de Nossa Senhora do Carmo, consagrada en 1738. Los peregrinos que lo deseen pueden conseguir aquí la credencial para el Camino de Santiago, aunque en mi caso yo ya la traía conmigo desde Oporto. Su interior me lo encontré vacío, tanto que me daba respeto caminar por ella en solitario como si quien entrase pensase que estaba haciendo algo malo. Me llamó la atención, como no podía ser de otra forma, su paño de azulejos, el techo pintado ( obra del pintor italiano Pascoal José Parente) y el hecho de que ambos lados de la Iglesia fueran como un espejo que se refleja, con púlpito y puerta repetidos y a la misma altura. La cúpula sobre el altar es toda una sorpresa colorida en la que se nota la restauración que se llevó a cabo en este recinto en 2019, pero entre todas las cosas interesantes que está Iglesia atesora, me quedo con la modernista mesa de altar a modo de bloque de mármol esculpido, que salta a la vista...
La siguiente parada sería cerca, en la Igreja de São Miguel do Fetal, a la que me dirigí bajo un cielo plomizo que amenazaba lluvia en cualquier momento. Esta Iglesia actual está datada en 1736, pero unas excavaciones arqueológicas realizadas en su cementerio sacaron a la luz los cimientos de una Iglesia medieval que probablemente es anterior al siglo XII. En su interior se dice que está el sepulcro del Rey visigodo Rodericus, el último de los reyes godos que falleció en el año 711, cuyas cenizas se conservan en una caja de granito. Esta apartada Iglesia estaba cerrada, y su exterior llama la atención por todo lo contrario de las que he visto hasta ahora en Portugal: falta de conservación . Irradia un halo de misterio propio y su entorno a modo de pradera, por sí mismo, ya desprende una energía especial. Desde aquí podemos divisar también unas bonitas vistas del casco histórico de Viseu con la Catedral como protagonista de la parte más elevada asemejándose a una fortaleza.
Va siendo hora de parar para el almuerzo. Regreso hacia las cercanías del albergue y lo hago bordeando la Praça da Republica o Rossio, centro neurálgico de la ciudad y enclave de otro tanto de lugares que merecerían la pena pasear con tiempo, como la Câmara Municipal de Viseu (edificio Paços do Concello), el Museo Casa Almeida, la Igreja da Ordem Terceira de São Francisco, el Jardim das Mães, el Jardim Tomas Ribeiro y el pulmón verde del Parque Aquilino Ribeiro...; me encanta verme obligado a dejar lugares pendientes de visitar que pasan a esa bolsa virtual que llevo conmigo en todos los caminos, porque me obligan a volver algún día, si Dios y el Apóstol quieren...
Por encima del panel de azulejos emerge otro llamativo mural con una imagen femenina a un lado de la Pensão Rossio Parque. El mural se llama "A Menina das Camélias" y se encuentra en la Rua Soar de Cima 55. Curiosamente es una reinterpretación de un cuadro original de José Almeida e Silva que se encuentra en el Museo Grão Vasco, realizada en esta ocasión por el artista urbano Ricardo Romero.
He caminado junto al Museo de Almeida Moreira (militar de carrera, profesor y primer director del Museo de Grão Vasco) por la calle del mismo nombre, hasta llegar al restaurante donde me invitó a volver la señora que me encontré limpiando la terraza está mañana, el Restaurante Toca d'avo, un agradable y confortable local un día como hoy al que llegué con el tiempo justo antes de que se desatara el chaparrón que comenzó a caer con fuerza cuando aún no me habían servido ni el primer plato. Aquí disfruté de una deliciosa sopa del día y pregos no prato (carne de vaca con arroz, huevos frito, patatas y ensalada) acompañada de la cerveza oficial de mis caminos portugueses: una Superbock bien fresquita. Y para finalizar un pingo para no caer en el sopor de la tarde, que aún tenía que continuar la visita.
Con la felicidad que te da haber comido bien y bien atendido, me dirigí ahora ya sí a la visita imprescindible de la jornada: la Sé Catedral de Viseu. La plaza y todo el entorno en general se muestra tranquilo. Para acceder a la Catedral, una puerta normal que da acceso directamente al Claustro, donde una madre contempla sentada a su hija que corretea sola por este decorado que invita al silencio.
Desde el Claustro accedemos por el lado izquierdo a la Iglesia, que se presenta sobria y oscura. Al fondo está la tienda de recuerdos, donde podemos sacar la entrada a un módico precio para visitar el Museo y Tesoro de la Catedral, ubicado en una planta superior.
A la exposición del tesoro se sube por una elegante escalera de roja alfombra. Aquí, además de poder tener acceso a vistas despejadas en altura del interior de la Iglesia, así como del casco histórico de Viseu, nos invitan a recorrer una exposición de arte sacro, con objetos litúrgicos, vestiduras o mobiliario. Añado aquí como muestra un curioso "presépio en maquineta", o lo que entiendo que se traduce como belén mecanizado, de principios del siglo XIX, con representación de diferentes escenas de un típico nacimiento o portal de Belén.
También me quedo para el recuerdo con una talla pequeña de San Teotonio del siglo XVIII, en madera policromada y estofada, al que lastimosamente le faltaba una mano. São Teotônio fue confundador y primer superior del Mosteiro da Santa Cruz de Coimbra. Fue también consejero espiritual del Rey Alfonso Enrique, y primer Santo portugués elevado a los altares justo un año después de su muerte. Considerado el reformador de la vida religiosa en Portugal, en 1602 fue proclamado Patrón de la ciudad de Viseu y su diócesis.
Fuera de la Catedral se puso a llover con fuerza. El ruido del agua cayendo en el interior del Claustro y la poca prisa por salir al exterior ante semejante panorama, invitaban a la relajación, a escuchar, a pasear por la galería superior, y me senté un rato a esperar y disfrutar del momento.
Cuando amainó la lluvia, y puesto que la próxima misa en la Catedral estaba fijada para las 17:30, decidí hacer tiempo yendo a comprar avituallamiento para los próximos días de camino al supermercado Pingo Doçe Viseu Forum, donde me aprovisioné de otra pequeña pieza de queso, chorizo dulce y unas "bolachas" o galletas saladas en sustitución (mala sustitución) de los picos integrales españoles, pues no encontré nada similar. En la frutería, buscando naranjas, un señor se empeñó en que me llevara una red entera de naranjas del Algarve que aseguraba eran mejores que las españolas, aunque finalmente me llevé estas últimas porque eran las únicas que podía comprar por unidades. Y para completar, rosquillas de chocolate y algo de bollería ( bendita bollería portuguesa) para acompañar los desayunos con los prácticos sobres de café soluble "tres en uno" de Nescafé que ya me he traído desde Sevilla.
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